La escuela pública ha perdido su rol alfabetizador

Magíster Susana Ortega de Hocevar, profesora titular efectiva de Alfabetización y Didáctica de la lectura y la escritura. Coordinadora de la subsede Universidad de Cuyo de la Cátedra UNESCO para la Lectura y la Escritura en América Latina. Facultad de Educación. UNCUYO.

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Magíster Susana Ortega de Hocevar

Publicado el 01 DE JUNIO DE 2015

Como defensora de la escuela pública, me preocupa el creciente traspaso de los alumnos de la escuela de gestión pública a la de gestión privada y considero que requiere de medidas de acción inmediata. De no hacerlo, perderemos definitivamente, como en tantos países latinoamericanos, una educación pública al servicio de todos, que es una obligación del Estado.

Desde mi especialización profesional, creo que esto se produce porque, desde hace varias décadas, nuestra escuela pública ha perdido el rol alfabetizador que mantuvo en los primeros lugares de América Latina durante tantos años. Ya en 1991, la prestigiosa educadora e investigadora argentina Berta Braslavsky (1991) publicó una obra tan breve como transcendente: La escuela puede. ¿Por qué tituló así su obra? Porque ya en ese año creía que la escuela había perdido su capacidad alfabetizadora y que no sólo podía, sino que debía recuperarla.

Si bien no es posible abordar la complejidad de este tema en pocas líneas, intentaré sintetizar cuáles son, desde mi punto de vista, algunas de las causas que hacen que los padres tomen la decisión de optar por la educación privada. Dado que son muchas, podríamos intentar un primer agrupamiento en tres grandes ejes: la calidad educativa, la seguridad y las normas de convivencia, y la sistematicidad en las acciones educativas.   

Sólo me referiré a la primera de ella desde el punto de vista de la alfabetización. Desde hace varios años, pero con un notable incremento en la última década, cada vez más leemos con preocupación enunciados emitidos por las autoridades del más alto nivel del área de educación, referidos a problemáticas educativas que se convierten inmediatamente en indicadores de lo que está mal en el sistema.

Hace unos años, la Directora General de Escuelas manifestó que se había propuesto “llevar a las bibliotecas a los alumnos, para que no haya chicos en sexto grado que no sepan leer ni escribir”. Es realmente alarmante que los alumnos lleguen a sexto grado sin saber leer y escribir después de haber pasado, como mínimo, siete años en una institución a la que asisten para alfabetizarse, es decir, para aprender a leer y escribir.  Creo que definitivamente la Directora General de Escuelas, máxima autoridad del gobierno escolar de nuestra provincia, estaba admitiendo que la escuela pública era incapaz de cumplir con su misión esencial: la de alfabetizar. Esto me alarmó tanto como educadora que envié una nota de opinión a uno de los diarios de Mendoza. Ahora bien: si me pongo en el lugar de un padre que debe elegir una escuela para su hijo y leo esto, inmediatamente me cuestiono si puedo mandar a mi hijo a un establecimiento escolar en el que puede pasarse siete años sin aprender a leer y escribir.

Recientemente se entabló un profundo debate cuando se difundió la nueva normativa que contempla que los tres primeros años de la escolaridad básica están destinados al logro de la alfabetización. Si soy padre y estoy interiorizado de algunos temas educativos, nuevamente me cuestiono si tengo que mandar a mi hijo a una escuela que hace en tres años lo que se puede hace en otra en uno.

Este debate se actualizó nuevamente esta semana con la publicación de un artículo en el que se consulta a distintos expertos en torno a si se puede adelantar el proceso de alfabetización a los cinco años o, por el contrario, este debe ser más tardío y extenderse por tres años. La mayor parte de los especialistas, entre los que me incluyo,  consideran que este proceso se puede iniciar antes y que no debe durar más de un año en niños sin problemas de aprendizaje.

Por otra parte, constantemente nos llega información referida a numerosas experiencias educativas innovadoras o alternativas que, lamentablemente, en la mayor parte de los casos, se realizan en escuelas de gestión privada. A ello debemos sumarle los malos resultados que obtienen nuestras escuelas en pruebas tanto de carácter internacional como en aquellas específicas de América Latina y nacionales.

Las autoridades educativas tendrán que buscar estrategias efectivas para trabajar con los niños y jóvenes del tercer milenio desde una perspectiva integral, holística, que tenga en cuenta todas las necesidades de los niños y jóvenes de hoy. Si ellos son atendidos en todos los niveles de su desarrollo (intelectual, físico, emotivo, ético, estético, entre otros), tendrán conocimientos pero, además, serán formados como seres humanos y como ciudadanos que podrán tener una inserción plena en la sociedad cambiante en la que les toca vivir, función ineludible del Estado.

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