Bajo un estricto cronograma protocolar y de seguridad, los funcionarios nacionales y provinciales se mostraron poco interactivos públicamente. Pocas veces se vio al presidente Mauricio Macri o a la vicepresidenta Gabriela Michetti dialogar con el gobernador tucumano Juan Mansur más allá de lo establecido.

El 9 de julio de 2016 implicó para los argentinos reafirmar el mismo sentimiento de unidad, ser más solidarios, estar más convencidos de que la fuerza popular puede más que las banderías políticas. Creo que eso quedó demostrado en esto festejos del Bicentenario de la Independencia en la provincia de Tucumán, en la que durante tres días se pudo apreciar que los actos oficiales, pese a la austeridad de los mismos, no dejaron de ser emotivos para muchas personas.

Fue una revisión de nuestra historia y una mirada de nuestro futuro, siempre que logremos mantener vigentes esos sentimientos.

En esta oportunidad no se vio la presencia de la tecnología en 3D, puestas en escena de grupos prestigiosos de teatro ni recitales de grandes personalidades de la música local. Simplemente fue un conjunto de obras y actividades seleccionados a partir de ciertos criterios de organización que le dieron un carácter nacional; esto es, es una conmemoración de la Nación toda en el “Jardín de la República”. Por ello, la mayor parte de los eventos estuvieron directamente apuntados a la manifestación y participación de ciudadanos de todo el país.

El casco cívico de la ciudad de San Miguel de Tucumán y alrededores estuvieron vallados para albergar una gran cantidad de personas. No sólo la colapsada plaza hotelera sino también la imposibilidad de moverse cómodamente por las calles sugirieron que el país estaba en Tucumán.

La vigilia frente a la Casa Histórica, cantar el Himno a las 0.00, algunos pasajes del tedeum y el desfile cívico-militar, entre otros, fueron los momentos más fuertes de este Bicentenario.