Acabar con la mezcla de servicios de espionaje y poder judicial

Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y Dr. en Psicología

Acabar con la mezcla de servicios de espionaje y poder judicial

Nacional

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Roberto Follari para Unidiversidad

Publicado el 22 DE MARZO DE 2019

Parece ser un sector minoritario, pero altamente decisorio dentro del Poder Judicial a nivel nacional, el que está fuertemente entramado con los servicios de espionaje (piadosamente denominados “de inteligencia”). Para quienes no somos expertos en temas de tribunales, al comienzo la mezcla nos resultó sorprendente, pero ya cuando Martins –cuyo nombre aparece ahora en alguna de las escuchas a D'Alessio– fue acusado por su propia hija de combinación de espionaje con proxenetismo, la cercanía de espías con algunos fiscales y jueces empezó a salir a la luz.

Martins regenteaba un lugar de prostitución “cara” en Capital Federal al cual concurrían políticos, empresarios y figuras del jet set. El lugar se adornaba con algunos espejos que detrás tenían cámaras con las que se filmaba a los concurrentes en sus encuentros non sanctos, lo que luego se usaba como material de chantaje. Parte de ese chantaje –operado por espías de la entonces SIDE– se relacionaba con la posibilidad de enviar a “periodistas amigos” las filmaciones, otra; con pasarlo a miembros del Poder Judicial como modo de apriete a actuales o potenciales sujetos de causas tribunalicias.

Esa cloaca de la vida institucional terminó con la hija de Martins viviendo en España para protegerse por haber denunciado y luego con el padre en México, de donde llegó una fotografía de él junto al presidente Macri, la que ha aparecido en alguno de los pocos espacios de comunicación dispuestos a informar tal tipo de contenido.

Luego vino el ruido en torno de Stiuso –un ministro del interior, Béliz, había caído en su momento por pretender enfrentarlo– y las dificultades que encontró Cristina Fernández para removerlo. Después, la espesa trama judicial de estos últimos años, en la que hay muchas acusaciones contra el actual gobierno sin un solo preso del mismo, y muchas contra el anterior con decenas de presos, la gran mayoría sin condena definitiva y, en numerosos casos, sin siquiera la existencia de juicio.

Así se explica que el perito que determinó en la causa que llevó preso a De Vido esté ahora procesado por falsedad en la prueba. O que la causa de los supuestos sobreprecios en hidrocarburos haya sido comenzada por una acción del espía D'Alessio. O que este –pasmosamente– tuviera en su celular la sentencia que una semana después daría la Cámara Federal, mostrando que él le daba órdenes, o cuanto menos era informado y “notificado” a priori de esas decisiones. Esto, dentro de la meneada causa de las fotocopias, la que oficialmente se denomina “de los cuadernos”.

Mientras tanto, un juez de la servilleta como Bonadío sigue procesando a diestra y siniestra (siempre a los del mismo lado político), sin que nadie investigue su patética foja de servicios. En cambio, Ramos Padilla, el primer hombre del Poder Judicial que se ha plantado en la denuncia de la situación, es perseguido desde voces oficiales, siendo que ofrece una oportunidad única para acabar con esta siniestra y lamentable convergencia entre espionaje y cúpula judicial.

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