Ana Prada cambió

Ana Prada se presentó en el Teatro Universidad, como cierre del Ciclo de Autores e Intérpretes 2013 de la Secretaría de Extensión de la UNCUYO. Frente a un público cada vez mayor, recorrió parte de su repertorio de la triología Soy y se adentró en las canciones de Soy otra, su último trabajo con el que cierra el camino recorrido por Soy Sola y Soy Pecadora. Edición UNCUYO la entrevistó al finalizar su recital.

Ana Prada cambió

Foto: Axel Lloret

Cultura

Unidiversidad

Guadalupe Pregal

Publicado el 28 DE NOVIEMBRE DE 2013


Ana Prada tiene un sello particular, una calidez que recorre todas sus canciones y enamora con cada acorde. Estar en sus presentaciones hace que den ganas de dejar la butaca y sentarse en el escenario, cual fogón entre amigxs, para escucharla mientras cuenta anécdotas de sus canciones, de cómo las compuso, de lo que significó la gente con la que trabaja, de las fuentes de inspiración. Sus canciones hablan de amor, de la tierra, de los orígenes, de la infancia. Hablan de lo cotidiano, de lo que le pone colores a la vida.

¿Cómo llegás a cada canción?

Es complejo, porque tiene que ver con cada una de las canciones. No es que exista una fórmula infalible, no sé, tomo medio vaso de vino o veo un árbol… A mí no me funciona mucho así. Tiene que ver con lo que vengo viviendo, con las circunstancias de vida que se van como acumulando, y de repente eclosionan en una canción. Sobre todo cuando estoy en proceso de componer el disco, estoy más con las antenitas paradas para ir captando cositas y de pronto una canción surge por un estado de ánimo, que estoy medio angustiada, o con mal de amores, otras canciones en coautoría son en función de que surge una idea. Ahí va, creo que lo que tenés que tener es una idea clara de hacia dónde quiere ir, qué es lo que quiere decir. Entonces, a partir de ahí empezás a tirar acordes, a tirar melodías, palabras. A veces tenés algo escrito y te sirve, a veces empezás con la música, a veces empezás con la letra.

¿Cuánto revelás de tu historia en cada canción?

Muchísimo, en realidad. Como que cada disco de estos tres Soy (tararea: “Soy, soy, soy”) hay mucho de mi vida. No podría hablar de algo que no tuviera que ver, por lo menos, con lo que creo, lo que pienso y lo que siento. No podría decir: “¡Ay, qué lindo mi marido! ¡Y mis hijos, cómo están creciendo!”, porque no tengo marido ni hijos, entonces trato de ser fiel a mí misma, a mis sentimientos.

La triología Soy, ¿cómo surgió?

El primero disco fue primero ese solo. Después surgió Soy pecadora como canción y fue como una cuestión de chiste interno ponerle Soy pecadora en función del otro ya existente. Y con Soy otra sí, ya hubo una intencionalidad de decir: “Bueno, como estos tres discos me han puesto en un lugar donde quizás yo no me hubiera imaginado estar, me he afianzado en esta profesión, y me he decidido y asumido que esto es lo que hago y quiero seguir haciendo, soy otra, de alguna manera. Y también soy otra porque quien se sube a un escenario y muestra un poco su vida, genera depositaciones (sic) de los demás que no tienen que ver con uno. La gente te ve en un escenario y te pone cosas que no te pertenecen a vos, que le pertenecen al imaginario del otro. Estoy jugando un poco con eso, como filosofando con eso de ser otra.

¿Qué hay de diferente hoy con la chica que salió de Paysandú a los 18 años?

Muchísimo, una vida vivida. Más allá de la infancia que te marca y te determina muchas cosas, pues una vida entera, una vida de amor, de desamor, de lucha, de vencer prejuicios propios y ajenos.

Con este disco se nota mayor juego.

Si, como mayor libertad. Laburamos mucho eso con Ariel Polenta, mi pianista y arreglador del disco. Hemos compuesto algunas canciones y me decía: “Che, ¿te parece ponerle esto o ponerle lo otro, este instrumento?”. “Mirá, soy otra, vamos a ponerle lo que la canción nos pida. No tengamos que trabajar en función de que tenemos que ser del folclore o del esquema que te dé la disquería, seamos libres”. Y así se trabajó el disco, con absoluta libertad y amparados por el “Soy otra”, ¡y cambié! ¡Mirá! ¡Antes hacía esto y ahora cambié! Aunque hay una cuestión como muy de raíz, que tiene que ver con mi decir, con la voz que puede ser un hilo conductor en toda la triología. No se ha despegado tanto, pero sí hemos trabajado con mucha libertad. Había como otros ritmos, era lo que la canción nos pedía, digamos.

¿Cuál es tu influencia, a nivel musical?

No siento que haya una cosa que me haya influenciado, creo que soy de una generación en la que nací y no había televisor color, teníamos tocadiscos y después casetes y ahora tenemos Internet, entonces como que somos una generación medio coctelera de influencias. Además del folclore y la música latinoamericana, en mi adolescencia escuché mucha música anglosajona, desde los Beatles, hasta Bob Marley y los Rolling Stones. Nunca fui muy rockera tampoco, aunque sí me gusta en el escenario rockearla un poco, que suene. Creo que todo lo que uno va viviendo y escuchando te va determinando a la hora de componer o de sacar lo tuyo. Creo que a mi generación, como otros músicos contemporáneos, amigos uruguayos, somos un poco así. Así pueden salir varias cosas, porque yo puedo hacerte una zambita, pero con guitarra eléctrica que no es propia del género puro, o con guitarra de cuerdas de acero. Creo que muchos compositores de ahora estamos tomando cosas con nuestras raíces, con otros lenguajes sonoros.

¿Qué significa para vos cantar contra los vestidos prohibidos y con esas mujeres empoderadas?

(Risas) Como mujer tengo que defender a la mujer, tengo que defender la lucha de género. Creo que las mujeres estamos todavía en pañales en un montón de cosas. En los años 50, la mujer no podía salir a trabajar, no podía tener una cuenta bancaria, en muchos países no podía votar. Como que nos fuimos haciendo sujeto de derechos con el tiempo y con la lucha, entonces yo adhiero a esas luchas. Creo que hemos conquistado cosas, igual falta muchísimo. Basta ver en cualquier ámbito laboral quién tiene el poder. Recién ahora nos estamos acostumbrando a que hay mujeres que pueden ser presidentas (sonríe). Pero fijate en los festivales de música cuántos varones hay programados y cuántas mujeres, y no necesariamente quiere decir que haya pocas mujeres en la música, cada vez somos más, cada vez nos vamos afianzando más y nos hacemos conocer, apoyándonos entre nosotras también. Creo que, como todo ámbito laboral, la mujer va conquistando espacios y la música es uno de ellos, el arte en general.

¿Tenés una idea de lo que vas a hacer ahora, a futuro, o estás disfrutando de lo alcanzado?

Estoy disfrutando esto y estoy pensando en lo que se viene ahora, las dos cosas. Este es un trabajo que no para. Yo no puedo cerrar la puerta de la oficina e irme, porque la oficina soy yo, es mi cabeza, son mis emociones. Entonces, ni bien termina el disco una descansa un poco porque cerró un ciclo, pero tiene que abrir inmediatamente otro. Ya estoy tratando de ir empapándome de cosas, ir escribiendo, no dejarme estar demasiado entre un disco y otro, y pensando en los shows, en lo que se viene, en qué canciones nuevas ir incorporando. No para nunca esto, no cerramos nunca. Ni cuando me voy de vacaciones, que me voy con la guitarra, por supuesto, y estoy: “Uy, hoy no toqué en todo el día la guitarra. Ay, no estoy componiendo nada.” Es como que a veces es más fácil decir “¿Por qué no trabajaré en algo que cierre la puerta de la oficina y me olvide?”, pero estoy muy feliz con mi trabajo, y agradecidísima.