Aprender oficios, un camino para salir de situaciones de vulnerabilidad

Todos los lunes, un grupo de personas asiste a los cursos de marroquinería que se dictan en Avome para capacitarse en labores que les permitan tener un trabajo. Están incluidos en un programa nacional.

Aprender oficios, un camino para salir de situaciones de vulnerabilidad

Todos los lunes se realiza, en uno de los salones de Avome, el curso de marroquinería. Foto: gentileza Avome.

Sociedad

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 24 DE MAYO DE 2019

Una oportunidad, eso buscan las mujeres y los varones que asisten todos los lunes al curso de marroquinería que se dicta en la sede de la Asociación Voluntarios Mendoza (Avome). Una oportunidad que les permita encontrar una salida laboral, eso es justamente a lo que aspiran Juan, Antonella, Gisel y Daiana, por lo que intentan aprender ese arte que les permite transformar moldes y telas en carteras, mochilas y otros cientos de productos.

Los asistentes son parte de un grupo de 900 personas que participan en un programa nacional, cuyo objetivo es acompañar en forma directa y cercana a familias que viven en situación de vulnerabilidad, en zonas de Godoy Cruz, Las Heras y Santa Rosa. En Mendoza, ese acompañamiento lo realizan los profesionales de dos organizaciones de la sociedad civil, que desde hace años tienen presencia en distintas comunidades, Avome y la Fundación Vínculos Estratégicos, que firmaron un convenio con el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación.

El acompañamiento a las familias se centra en garantizar el acceso a los programas de salud, de educación y en la capacitación en diferentes oficios.

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Serán parte de un plan nacional que en la provincia llevarán adelante dos organizaciones de la sociedad civil en zonas de Godoy Cruz, Las Heras y Santa Rosa. Pondrán el foco en las áreas de salud, educación, acceso al trabajo e identidad.

 

Objetivo: salida laboral

En uno de los salones que Avome tiene en el predio de la ex-Dinaf, un grupo de personas se reúne cada lunes por la mañana y a las órdenes de la capacitadora, María Alejandra Riquelme, descubre los secretos de la marroquinería, con la intención de transformar esos nuevos saberes en una salida laboral.

Las mujeres y los varones que asisten a las capacitaciones (marroquinería, cocina y panadería) tienen realidades parecidas: viven en situación de vulnerabilidad, tienen hijos e hijas menores de 4 años y la mayoría son el jefe o la jefa del hogar.

Sobre un enorme mesón están dispuestos todos los elementos para comenzar a transformar los recortes de cuero y de tela en cinturones, carteras, mochilas y otros elementos decorativos.

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Mientras termina los últimos detalles de un cinturón, Juan Rosales cuenta que empezó a aprender solo, con un libro sobre trenzado gaucho, y que le gustaría que este saber se transforme en una salida laboral. La razón que brinda no es sólo económica, sino que el hombre está a cargo de sus cuatro hijos y esto le permitiría estar más tiempo en su casa.

Juan realiza changas y además es ayudante albañil, pero dice que muchas veces se encuentra frente a una disyuntiva, porque le ofrecen trabajos mejor pagos, pero todos implican muchas horas fuera de la casa y no tiene para pagar a alguien que se quede con los chicos. Por eso, el curso le abre una alternativa cierta de trabajar en su casa.

El hombre, que vive en la zona de Campo Pappa, dice que el curso no solo le da las herramientas para conocer el oficio, sino que el trabajo de marroquinería es positivo para su cabeza porque se enfoca en una tarea y se olvida de cualquier problema.

Para Antonella Loffredo, la capacitación es otra herramienta para intentar una salida laboral y se asombra de lo mucho que aprendió en poco tiempo. “No tenía ni idea de marroquinería y acá me enseñaron con toda la paciencia”, explica.

Antonella dice que su situación familiar se complicó cuando cerró la fábrica donde su marido había trabajado durante años. Ahora, el hombre hace changas, por lo que es necesario buscar nuevas posibilidades laborales.

Gisel Chaparro cuenta que el curso le abrió la posibilidad de aprender y de superarse, porque nunca pensó que podría hacer piezas como una cartera. La mujer, que vive en Villa Hipódromo, no se queda quieta y busca alternativas laborales, estudió gastronomía y ahora cursa el primer año de Enfermería en el Instituto Patria Grande.

Otra de las asistentes es Daiana Leiton, que cuenta que siempre tuvo facilidad para las labores manuales y artísticas, aunque su sueño es poder estudiar abogacía, algo que no descarta. Por ahora, con la ayuda de la capacitadora, le da el último toque a una pieza y asegura que este nuevo saber es una herramienta válida que puede convertir en una salida laboral.

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