Bullying en las escuelas

Un fenómeno prevenible

Bullying en las escuelas

Sociedad

Especial Educación expulsiva

Unidiversidad

Cecilia Beatriz Moreno (Universidad Católica Argentina, sede Mendoza)

Publicado el 23 DE SEPTIEMBRE DE 2016

En los últimos tiempos, nuestra sociedad se ha visto estremecida por noticias acerca de episodios de violencia en las escuelas. Estas situaciones generan una enorme preocupación en los docentes, angustia a los padres de los chicos y chicas y ensombrecen el clima escolar cotidiano. Pero, sobre todo, provocan estrés y aislamiento a los niños y adolescentes que las padecen. No es raro, entonces, que los adultos se sientan impotentes ante una situación que, muchas veces, no se detecta, pero que puede estar presente en la vida cotidiana de los chicos.

Por todo ello, es vital, primero, comprender cuáles son los factores que generan el bullying en las escuelas y, desde allí, poner en marcha los métodos apropiados de intervención y prevención.

 

¿Qué es el bullying?

El acoso escolar o bullying es un problema extendido en muchos países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo. Comúnmente se denomina bullying a todo acto que implique que uno o más chicos o chicas agredan a otro. Esas agresiones pueden ser físicas, verbales, sociales (como hacer correr rumores, ignorarle, dejarle de lado, entre otras). Esto es así, sin duda. Pero debemos prestar atención a lo que nos muestran las investigaciones para comprender este fenómeno y por qué se produce.

Ellas nos muestran algunas pistas para poder "diagnosticar" una situación como bullying. En primer lugar, esas agresiones no son aisladas, no suceden esporádicamente, sino que el chico o chica es agredido/a en varias ocasiones por mes o, incluso, por semana.

Otro aspecto relevante es la relación asimétrica que existe entre quien agrede y quien es víctima. Esto implica que el agresor  tiene cierto poder frente a la víctima ya sea porque es más fuerte física o psicológicamente o porque es muy popular dentro del grupo de compañeros. De modo que existen relaciones de dominio-sumisión entre un agresor/a o varios que se dirigen de forma reiterada y focalizada hacia otros compañeros que terminan obteniendo el rol de víctima dentro del grupo.

La pregunta que cabe aquí es: ¿por qué se produce esta situación dentro del grupo? Existe gran consenso en que la situación de bullying generalmente se produce fuera del alcance de los adultos. Los docentes y padres no se enteran de ello sino bastante tiempo después, cuando los chicos muestran signos de malestar, angustia, bajo rendimiento académico, dejan de asistir a la escuela, entre otras manifestaciones. Sin embargo, es bastante común que el resto de los compañeros sí estén al tanto de lo que sucede y por indiferencia o temor no se involucren.

Se destaca, entonces, que el acoso escolar debe entenderse dentro de la organización socio-afectiva del grupo. Las dinámicas y normas grupales pueden establecer jerarquías de poder implícitas que harán lugar a que el bullying aparezca. Esto último nos da la pista para poder intervenir, precisamente, en las relaciones sociales de los chicos donde se producen esas "reglas". Al existir diferencias de "estatus" dentro del grupo, ellas pueden desencadenar en diferencias de poder  que luego podrán provocar situaciones de agresión.

 

Datos de nuestra provincia

En un estudio realizado por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de UCA-Mendoza, con 2030 alumnos encuestados en escuelas secundarias de Mendoza, durante 2013-2015, el 10,8 % de ellos manifestó haber sido agredido frecuentemente por uno o más compañeros, mientras que el 15,1 % admitió haber agredido con frecuencia al menos a un compañero. Las agresiones predominantes fueron sobrenombres ofensivos, daño a las pertenencias, burlas y hacer circular rumores. Es destacable que las agresiones físicas, amenazas y ciberbullying tuvieron la menor frecuencia de aparición.

Estos datos nos muestran un panorama de lo que sucede en las escuelas de nuestro medio que son comparables con lo que sucede en otros países como España, Hungría o México. Y es menor a los índices de países como Colombia, Chile o Reino Unido.

 

¿Cómo intervenir?

Las intervenciones más eficaces son las que implican programas que estimulen el desarrollo de habilidades sociales y afectivas en los chicos. Tales programas fortalecen los recursos internos en los niños y jóvenes atenuando las conductas problemáticas.

Al fomentar la generación de alternativas no agresivas de resolución de problemas, en el pensamiento y la conducta, se promueve el autocontrol y la convivencia pacífica. Estos programas se desarrollan en las escuelas y permiten entrenar –durante un tiempo determinado– a los chicos para interactuar con un repertorio conductual en el que prevalezcan estrategias prosociales, a la vez que se incrementa la autoconfianza y la popularidad, favoreciendo la autorregulación cognitiva-emocional y el pensamiento reflexivo.

Este fortalecimiento, produce la disminución de los episodios de violencia. Además, si los programas se sostienen en el tiempo funcionan como sistema preventivo y posibilitan la mejora del clima social escolar.