Cambio climático: amenazas y oportunidades

En el Encuentro de Cambio Climático que se realizó en Mendoza los investigadores plantearon un panorama sombrío: aumento de las temperaturas, de las emisiones de dióxido de carbono, escasez de agua y el incremento de los fenómenos extremos. También marcaron la necesidad de tomar decisiones urgentes, de poner en marcha políticas que permitan mitigar los efectos de los fenómenos y potenciar la capacidad de adaptación de los pueblos. El modelo de consumo, en el centro del debate. 

Cambio climático: amenazas y oportunidades

Foto: Gobierno de Mendoza

Sociedad

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 05 DE AGOSTO DE 2014

El cambio climático ya está aquí: en las noches de treinta grados en que no pegamos un ojo, en la escasez de agua, en el aumento de las temperaturas, en la casi inexistencia del invierno, en el recrudecimiento de las heladas y de la sequías, en la reducción de los glaciares, en los problemas que enfrenta la agricultura, en la dificultad de los ciudadanos para adaptarse a estas realidades y buscar nuevas alternativas de subsistencia. 


El cambio climático ya está aquí y no cederá, sino que sus consecuencias se recrudecerán. Por eso, científicos, políticos, integrantes de organizaciones sociales y vecinos escucharon ponencias sobre el tema, hicieron preguntas, discutieron, pero sobre todo llegaron a la conclusión de que es hora de tomar medidas que mitiguen sus consecuencias o generen nuevas alternativas frente a este fenómeno.


El Encuentro de Cambio Climático, organizado por el Ministerio de Tierras, Ambiente y Recursos Naturales, fue el escenario en que profesionales de distintos países y disciplinas analizaron las consecuencias mundiales y locales del fenómeno.


Los expositores señalaron que las consecuencias del cambio climático afectan a las personas, a sus posibilidades de empleo y de crecimiento, por lo que consideraron clave las decisiones que asuman los gobiernos sobre cuáles serán los sectores a los que apostarán para el crecimiento de una provincia o región, siempre con la participación de los ciudadanos.


Es a partir de este panorama que el director del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), Ricardo Villalba, aseguró que es momento de tomar decisiones y de concertar políticas concretas que ayuden a mitigar los efectos del fenómeno.


Los científicos y funcionarios participantes destacaron la necesidad de que Argentina elabore un documento para presentar en la Cumbre Climática que se desarrollará en diciembre en Lima y, sobre todo, que logre una postura consensuada a nivel regional. Esto permitirá llegar con un documento definido a la conferencia global que se realizará en 2015 en Francia, que buscará lograr un acuerdo universal sobre la temática. La apuesta es sumar al compromiso a las grandes potencias, especialmente a Estados Unidos, el país más contaminante pero que no ratificó el protocolo que se firmó en Kyoto. En aquel protocolo acordaron, entre otros puntos, reducir las emisiones que generan.


Además de discutir los temas referidos al cambio climático, el encuentro se transformó en la posibilidad de homenajear a Yolanda Ortíz, la primera secretaria de Recursos Humanos y Ambiente de la Nación, durante el gobierno de Juan Domingo Péron. La doctora en química recibió un ramo de flores de manos del ministro de Tierras, Ambiente y Recursos Naturales, Guillermo Elizalde, agradeció la invitación al encuentro y dijo que todos los esfuerzos de científicos, políticos y ciudadanos deben aspirar a lograr un mundo más humano.



Menos calidad de vida


La directora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Margarita Astrálaga, les habló primero a los incrédulos, a quienes no están convencidos de que el cambio climático existe, sino que es un fenómeno natural. Para rebatir esos dichos comentó que desde el Pleistoceno hay cambios cíclicos, pero que a partir de la Revolución Industrial y especialmente desde 2007 se sobrepasaron todos los límites de las gráficas referidas a temperaturas y a la producción de dióxido de carbono.


Sus palabras fueron apoyadas por los datos de un informe que elaboró el organismo que lidera. En la última década, el número de personas afectadas por estos cambios se multiplicó por ocho, el de tormentas por doce, el de inundaciones por cuatro y la diversidad disminuyó treinta por ciento a nivel global. Esta realidad se acentuará con el tiempo si no se toman medidas urgentes para revertir y, en el mejor de los casos, prevenir este fenómeno que afecta la vida cotidiana de millones de ciudadanos y sus posibilidades de subsistencia.


La bióloga mostró un panorama de la situación mundial y, pese a la crudeza de los datos, aseguró que las consecuencias de este fenómeno se pueden ver sólo como una amenaza o incluir una nueva perspectiva que las transforme en una oportunidad de cambio.


La científica colombiana eligió comenzar por las buenas noticias. Explicó que, de acuerdo a una evaluación que realizó el organismo, hubo avances a nivel mundial en áreas consideras críticas. Estas son: la eliminación en la producción y el uso de sustancias que agotan la capa de ozono;, el aumento en la supresión de combustibles con plomo; el acceso al agua potable,y el fomento de la investigación para reducir la contaminación causada por los accidentes petroleros en los mares. En otros puntos los progresos fueron menores. Por ejemplo, se incrementó la cantidad de bosques nacionales y áreas protegidas, pero esto no fue acompañado por un buen plan de manejo y conservación.


Ante los participantes que colmaron uno de los salones del Centro de Congresos y Exposiciones, Astrálaga enumeró los riesgos crecientes. La afectación de los arrecifes de coral, que no sólo representan un desastre natural sino pérdidas económicas, sobre todo para el turismo; los cambios radicales en el sistema hidrológico que son fundamentales para la subsistencia y la agricultura; la afectación de la cuenca Amazónica, y la disminución de la masa de los glaciares, que también afectó a la cordillera de Los Andes y dentro de ella a Mendoza.


La bióloga destacó que las amenazas son muchas y señaló que los ciudadanos del mundo tenemos prácticas insostenibles para la gestión del territorio. Y si no cambiamos, señaló, si seguimos por el mismo camino, para 2030 la demanda de energía aumentará 45 por ciento, un porcentaje similar tendrá el incremento de los gases de efecto invernadero, el precio del petróleo subirá, la temperatura media mundial aumentará 6 grados, estará en riesgo la seguridad alimentaria y las especies animales se desplazarán. Cada uno de estos problemas genera pérdidas económicas millonarias y los más afectados, como siempre, serán los que vivan en situaciones más vulnerables y en países más vulnerables.


Frente a esta realidad, Astrálaga, señaló que a nivel mundial se siguen concentrando los esfuerzos en actuar después de la catástrofe y no en medidas de prevención, que por otro lado resultan más económicas.


Para la científica, si bien es indispensable contar con información que sirva para elaborar diagnósticos mundiales y nacionales, las acciones que se concreten deben ser regionales, locales, municipales y esas decisiones no deben ser impuestas por un gobierno, sino consensuadas con las comunidades. Por eso, festejó que Mendoza haya logrado delinear un plan de ordenamiento territorial, que está siendo analizado en la Legislatura.


Astrálaga fue clara. Dijo que los efectos del cambio climático no son un tema que puedan revertir un gobierno ni un ministerio, aunque cuenten con un presupuesto infinito, sino que cada ciudadano debe asumir su responsabilidad en lo que tenga al alcance, como el cuidado del agua o el descenso de los niveles de consumo, entre muchas posibilidades.


Cuando concluyó su exposición, la profesional contestó a las preguntas del público. Uno de los presentes consultó cuál era la relación del incremento de la población mundial y del modelo imperante de consumo sobre el cambio climático. Astrálaga agradeció la pregunta y dijo que el tema de la población está en el centro de muchas discusiones, consideró que tiene un componente ético y que no es fácil adoptar una posición. Dijo que por un lado están los países que pusieron en marcha medidas de control de la natalidad, pero se enfrentan a otro problema y es quién cuidará a los ancianos. Por el otro, están los que tienen una gran cantidad de población, como China e India.


Para la especialista, el tema del crecimiento poblacional requiere analizar ideas polémicas y de avanzada. La de ella reunió ambas características: piensa que es necesario un planeta sin fronteras, donde la gente se pueda trasladar a los países donde se los necesite, ya sea por la falta de población o por la necesidad de contar con trabajadores.


En cuanto a los patrones de consumo, la bióloga fue clara. Dijo que llegamos hasta este punto por eso, que seguimos copiando modelos ajenos, que no aprendemos de los errores y que la única forma de intentar modificarlos es por medio de la educación. Explicó que en algunos países ya se idearon programas para comenzar el cambio, como iniciativas vecinales cuyo lema es que es un buen negocio consumir menos.


Otro de las preguntas que contestó Astrálaga es por qué América Latina no puede acordar una política común para presentar en los encuentros internacionales. La científica comentó que las prioridades de los países son distintas, aunque pidió que los gobiernos se centren en las similitudes y no en las diferencias, como son la inequidad, la situación de pobreza en la que viven miles de campesinos y la escasez de agua, entre otros ejemplos.


Medidas urgentes

A la presentación de Astrálaga le siguieron las exposiciones de expertos que hablaron sobre los impactos del cambio climático en Mendoza, la desertificación y la adaptación al fenómeno, el financiamiento para mitigar esta problemática y cómo afecta a la agricultura.


El director del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), Ricardo Villalba planteó la necesidad de tomar decisiones y poner en marcha políticas concretas para mitigar los efectos del cambio climático.


Villalba basó su exposición en seis preguntas. La primera fue si realmente existe este fenómeno; para los incrédulos, destacó que todos los documentos científicos demuestran que la tierra está sufriendo un proceso de calentamiento sin precedentes.
 

El segundo cuestionamiento fue si se podía hablar de cambio climático en Mendoza. Su respuesta fue que sí, que sólo hace falta recordar cuántas noches de verano no podemos dormir porque la temperatura supera los 20 grados, la retracción de los glaciares que hay en el territorio, los desafíos que enfrenta la agricultura, la escasez de agua. También se preguntó cuál es la característica de nuestro clima; después de mostrar documentos y mapas concluyó que el recurso hídrico es escaso, pero sobre todo muy variable.


Otro de los disparadores que le planteó Villalba a los presentes fue cuál es la principal fuente de agua de la región. La respuesta fue que el caudal de los ríos depende de la nieve, además de la importancia de los glaciares como reguladores naturales. El último interrogante fue dónde se genera ese recurso vital, y explicó que la cordillera sigue siendo nuestra principal fuente de agua.


Villalba concluyó su conferencia con una última pregunta y fue qué muestran los modelos climáticos en relación con el futuro. Explicó que el análisis de los mismos permite determinar que las precipitaciones disminuirán en invierno sobre la cordillera (los ríos reducirán su caudal) y que aumentarán en verano en el llano, así como la ocurrencia de fenómenos extremos, como el caso de los aludes que se produjeron al costado de la ruta internacional.


La directora del Instituto Argentino de Zonas Áridas (Iadiza), Elena Abraham, también compartió su visión sobre el fenómeno. Dijo que el reto es relacionar tres problemáticas, como son el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la degradación de las tierras secas. A estas últimas se refirió y pidió que dejemos de lado los preconceptos, porque las tierras secas proveen múltiples bienes y servicios; sobre todo, un enorme bagaje cultural de sus pobladores y una gran capacidad de resiliencia.


Abraham comentó que el 75 por ciento del territorio nacional corresponde a tierras secas, mientras el 100 por ciento del territorio mendocino es considerado dentro de esta categoría, que depende de los ríos andinos. En este escenario, la mayor concentración de la población vive en los oasis irrigados.


La científica fue clara. Dijo que las principales políticas públicas macroeconómicas apuntaron sólo al desarrollo de los oasis irrigados y que hoy el desafío es lograr una complementación entre todas las zonas y no una competencia.


Abraham comentó que cuando nos paramos frente al dilema del desarrollo de las tierras secas podemos elegir entre varios modelos. Al primero lo llamó "Cadillacs", porque responde a Las Vegas, donde el consumo es el dios y donde manda el derroche de agua y de recursos; el segundo es el ambientalista extremo, que plantea que no se puede hacer nada; el tercero es una posición intermedia, que permita el desarrollo del ecosistema respetando sus características.


A la exposición de las científicas le siguieron las palabras de dos expertos de la Comisión Económica para América Latina y Caribe (Cepal), José Samaniego y Luis Galindo, quienes expusieron sobre los aspectos económicos y financieros del cambio climático. Los profesionales mostraron estudios que permitieron traducir a valores económicos las pérdidas que ocasionaría el fenómeno, la vulnerabilidad de las poblaciones, de sus empleos, las necesidades de relocalización y los problemas que acarrearía mantener el mismo nivel de consumo.


Samaniego planteó otro aspecto interesante. Explicó que al generar mejores condiciones de vida y de salario de las poblaciones, las mismas acceden a nuevos bienes, por ejemplo un auto, lo que provoca la emigración del sistema público de transporte al privado, que aumenta la congestión y la contaminación. Por eso planteó que el desafío es mejorar el sistema público, lograr que sea de calidad, para que la población no se vea en la necesidad de migrar de uno a otro sistema e incluso que los que siempre utilizaron su auto, puedan optar por el servicio público.


Los expertos también plantearon la importancia que tiene en esta problemática el financiamiento para proyectos de desarrollo sostenible. Explicaron que adoptar estos nuevos modelos o seguir en el mismo camino tiene consecuencias económicas y sociales distintas: en el primer caso ayudan a mitigar los efectos del cambio climático y en el otro, los potencian.


Científicos comprometidos

La segunda jornada del encuentro se inició con la exposición de la directora del Programa de Ciencias, del Instituto Interamericano para el Cambio Global (IAI), Elma Montaña. Su visión fue especialmente enriquecedora, teniendo en cuenta que es mendocina, que durante más de 25 años fue investigadora independiente del Conicet y conoce la problemática local.


La doctora en Geografía planteó la diferencia entre cambio climático y uno global con un ejemplo. Dijo que en el primer caso un agricultor debe enfrentar factores externos como la sequía y el granizo y tomar medidas para enfrentarlas. Mientras en el segundo caso, además de soportar los efectos del cambio climático ya fue afectado por la globalización.


Montaña señaló que existen dos posibilidades frente al cambio climático: mitigar sus efectos o adaptarse a los mismos, no sólo para volver al estado anterior de cosas, sino incluso para mejorar la propia situación como ciudadano.


La científica planteó que hay adaptaciones que son directas, como la colocación de la malla antigranizo para evitar la pérdida de la cosecha; y otras indirectas, que son igual de importantes, como abrir una escuela en la zona para que los niños y adolescentes puedan estudiar en su lugar y no tengan que migrar a las ciudades. En cualquiera de los casos, esas adaptaciones deben ser locales, acordadas entre los ciudadanos y quienes tienen a cargo la administración del gobierno.


La especialista en planificación urbana fue clara. Dijo que la única certeza en este tema es que cada vez habrá más fenómenos extremos y para responder a ellos es necesario contar con información, analizarla, compararla. Señaló, a modo de ejemplo, que no vale sólo tener el dato de que habrá un descenso en el caudal de los ríos, sino cruzarlo con la demanda prevista de agua en los próximos años. Ese análisis –comentó será el que nos brinde una dimensión del problema y la que nos mostrará la necesidad de buscar alternativas.


Montaña planteó un dilema: ¿mitigar o adaptarse a los fenómenos? Se mostró convencida de que es necesario implementar políticas en ambos sentidos y aprovechar al máximo el capital social de cada una de las comunidades. Y subrayó la necesidad de construir una agenda sobre las iniciativas en marcha.


La investigadora recalcó que los efectos del cambio climático afectarán a los más vulnerables, no sólo a las comunidades que están en situación de pobreza, sino a los países que aún están en vías de desarrollo. Frente a esto, cree que es indispensable aprovechar la capacidad de resiliencia de los pueblos, así como su enorme bagaje cultural.


Montaña también explicó cuáles son las labores que realiza el instituto, un organismo intergubernamental que financia equipos de investigación. La especialista señaló que aportan fondos cuando los investigadores no sólo tienen el factor de excelencia, sino que el trabajo se orienta hacia la toma de decisiones de una problemática puntual, lo que los obliga a trabajar en forma interdisciplinaria.


Trabajo en el terreno

Luego de la exposición de Montaña, los presentes escucharon a Liliana Sevilla, la directora del centro educativo Arco Iris, ubicado en el corazón del piedemonte de Mendoza, en Godoy Cruz.
Liliana comentó que hace años trabajan en el barrio, donde los vecinos siempre vivieron de la basura, con las consecuencias que eso acarrea para salud. Dijo que en un primero momento pensaron en cambiar las cosas, en sacarlos de la actividad, y que después se dieron cuenta que los ciudadanos tenían un saber, que debían aprender de ellos y ayudarlos a mejorar su labor. 


Fue así como, con la dirección de Adriana Reales, los adolescentes del lugar formaron el grupo Los Triunfadores, que recicla los residuos pero sin los riesgos del pasado, haciendo alianzas con los vecinos de distintos de distintos barrios que preclasifican su basura y se comprometen cada día para intentar reducir la cantidad de residuos que ponen en el cesto.


Las profesionales le pidieron a los científicos que democraticen el conocimiento, que no hablen en un lenguaje inentendible y que colaboren en la resolución de problemas concretos, para ayudar a descubrir junto a los vecinos cuáles son los mejores caminos a seguir.

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