Certezas e interrogantes

Resulta difícil delinear un perfil claro de la política internacional del próximo gobierno. Intentemos una aproximación.

Certezas e interrogantes

Susana Malcorra, futura canciller de Argentina (foto publicada por sumarium.com).

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Opinión

Unidiversidad

Tomás Múgica para El Estadista

Publicado el 09 DE DICIEMBRE DE 2015

La campaña no abundó en definiciones sobre política exterior. Por ello resulta difícil delinear un perfil claro de la política internacional del próximo gobierno. Podemos, sin embargo, intentar una aproximación con base en la información disponible.

Digamos en primer lugar que, más allá de los títulos de algunos medios, que suelen hablar de un giro radical en política exterior, es factible esperar algunos cambios significativos, pero también continuidades importantes. El 10-D llegará al poder un Gobierno con una orientación ideológica distinta al actual, que propone un modelo de desarrollo con mayor protagonismo del mercado en la asignación de recursos y de la agroindustria como motor productivo, lo cual tendrá un impacto sobre la estrategia de inserción global. Pero estamos también ante un presidente que deberá lidiar con los límites impuestos por el contexto político local y deberá tomar en cuenta la nueva distribución del poder en el sistema internacional.

El país, la región y el mundo con los cuales se encuentra Mauricio Macri configuran un contexto que moldeará su política internacional, más allá de las preferencias del presidente electo y de su equipo, en parte desconocidas. A nivel nacional, Macri deberá lidiar con un Congreso en el cual no contará con mayorías propias, algo importante teniendo en cuenta que decisiones como la firma y la denuncia de tratados internacionales requieren su aprobación. A ello se suma una opinión pública que después de 2001 ha retomado un tradicional sesgo antinorteamericano y en la cual subsisten recelos respecto al rol de los organismos internacionales de crédito.

El nuevo presidente también se encuentra con un sistema internacional crecientemente multipolar, en el cual la distribución del poder ha variado significativamente en los últimos años por el ascenso de los emergentes. A ello hay que agregarle la creciente influencia de actores no estatales, como las organizaciones terroristas y el crimen organizado. A nivel regional, la multipolaridad se expresa en una mayor autonomía internacional de los Estados sudamericanos, especialmente en relación con Estados Unidos, cuya influencia, aunque aún significativa, es decreciente.

Durante la campaña y en sus primeras declaraciones, Macri se pronunció sobre dos temas de fuerte contenido simbólico, buscando dar señales tanto hacia la opinión pública nacional como hacia actores externos. En primer lugar, Venezuela: reafirmó su decisión de solicitar la aplicación de la cláusula democrática del Mercosur con el fin de excluir del bloque a Venezuela por el tratamiento dado a la oposición por el gobierno de Nicolás Maduro.

En segundo lugar, Irán: anticipó que remitirá al Congreso un proyecto de ley para la derogación del memorándum, que nunca entró en vigencia, firmado con ese país en 2013. Además de estas definiciones, Macri y sus asesores suelen afirmar que Argentina debe “volver al mundo” y que “no podemos estar peléandonos con todo el mundo”.  Más allá de la noción equivocada que subyace a esas consignas, tratemos de ver qué se propone.

En primer término, habrá un cambio de estilo. Durante su campaña, Macri se presentó como cultor de un estilo menos confrontativo y más dialoguista que el del gobierno saliente. En materia externa, esto puede significar una retórica menos encendida, especialmente en la relación con Estados Unidos y otros países occidentales. Más allá de estas definiciones, la confrontación no estará ausente, como lo demostró el fuerte mensaje enviado al Gobierno venezolano aun antes de asumir el poder.

Segundo, cabe esperar una reinserción en los flujos financieros globales. Cuando se plantea que Argentina debe “regresar al mundo” se está pensando, entre otras cosas, en un regreso a los mercados de capitales. La negociación con los fondos buitre y la reconstrucción del vínculo con el FMI, que el nuevo gobierno emprenderá, van en esa dirección. En este terreno, queda en lo inmediato un interrogante: todavía no está claro si la nueva administración buscará financiamiento del FMI para salir del cepo cambiario. De hacerlo, marcaría una clara ruptura con la política exterior seguida desde 2003.

Tercero, a nivel regional el nuevo gobierno posiblemente se concentre en avanzar en materia de acuerdos comerciales y de infraestructura. Macri se ha pronunciado a favor de un fortalecimiento del Mercosur –léase, al menos en lo inmediato, solucionar diferendos comerciales con Brasil– para, desde ese bloque, cerrar el pendiente acuerdo de libre comercio con la UE y avanzar hacia una “convergencia” con la Alianza del Pacífico. Esto último resulta menos claro. ¿Se está hablando de un acuerdo entre bloques o de una especie de Mercosur a varias velocidades en el cual cada miembro pueda negociar acuerdos comerciales por separado? Habrá que esperar definiciones más precisas. Por otro lado, Argentina continuará formando parte de los organismos regionales, como UNASUR, aunque con un perfil crítico hacia los llamados gobiernos bolivarianos.

Cuarto, el nuevo gobierno buscará un acercamiento a Estados Unidos. Además del cambio de estilo, está por verse cuál es su significado concreto. Al respecto, cabe recordar que desde 2003 –más allá de una cierta tendencia a la sobreactuación y ciertos conflictos puntuales– nuestro país y Estados Unidos han mantenido una agenda positiva en temas sensibles, como la no proliferación nuclear y el perfil del voto en Naciones Unidas. En todo caso, podemos esperar que el nuevo gobierno se centre en la búsqueda de mayores oportunidades comerciales y de inversión, aunque sin llegar a plantear un acuerdo de libre comercio, que generaría fuertes resistencias internas.

Quinto, China continuará ocupando un lugar muy importante en la agenda externa. Segundo socio comercial, tercer inversor externo en Argentina y segunda economía global, cabe esperar que la relación bilateral continúe su marcha ascendente en los próximos años. Subsisten al menos dos interrogantes: qué sucederá con los últimos acuerdos firmados durante el actual gobierno, que han sido cuestionados por Macri, y cuál será el perfil político de la relación, es decir, si la relación con China girará casi exclusivamente alrededor de la agenda económica o tendrá también un componente político significativo. Asimismo, aunque asesores de Macri han señalado que también se revisarán los últimos acuerdos firmados con Rusia, podemos prever que el nuevo gobierno buscará una relación sólida con ese país, como con el resto de los emergentes, en materia de comercio, inversiones y cooperación tecnológica. El interrogante, nuevamente, se centra en el perfil político de esas relaciones.

Sexto, en cuanto a la cuestión Malvinas existen indicios de una política más conciliadora, como la anunciada decisión de disolver la Secretaría de Malvinas de la Cancillería, creada por el actual gobierno. De todos modos, no hay líneas de acción concretas conocidas.

En resumen, aunque subsisten importantes interrogantes, podemos prever un Gobierno de Macri que, en materia de política exterior, posiblemente implemente menos cambios que los esperados por los críticos de CFK, al tiempo que exprese más continuidades que las esperadas por los críticos del propio Macri. Así de insatisfactoria suele ser la política internacional.

 

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