De militancia y otros “demonios”

La terrible esperanza (Notas sobre la militancia revolucionaria de los años 70) es el libro que viene a presentar a Mendoza, este miércoles, la docente y periodista Marta Vasallo. Qué pusieron en la palestra los revolucionarios setentistas y cuál es el cuestionamiento hoy.

De militancia y otros "demonios"

Cultura

Unidiversidad

Natalia Bulacio

Publicado el 17 DE NOVIEMBRE DE 2014

El Grupo de Trabajo Experiencia Política, Género y Memoria (INCIHUSA-CONICET) convoca a la periodista e invita a la presentación del libro La terrible esperanza (Notas sobre la militancia revolucionaria de los años 70) este miércoles 19 de noviembre a las 20.00 en la Sala Elina Alba (España y Gutiérrez, Mendoza).

“Tengo algo así como una sorda esperanza en la fructificación de la historia, en una combinación de racionalidad y solidaridad", se adelanta a decir Vassallo después de dedicar gran parte de su vida a la docencia, la militancia y los derechos humanos. Una mujer comprometida con la vida.

Esta profesora y licenciada en Letras graduada de la Universidad de Buenos Aires, docente, traductora y periodista fue desvinculada de la UBA a partir de la intervención en 1974, que desplazó al rector Rodolfo Puiggrós. Después de la dictadura, de regreso de Barcelona, ejerció la comunicación en el semanario El periodista de Buenos Aires, la revista Crisis, la agencia de noticia Reuters, los diarios Nuevo Sur y Clarín. Desde abril de 1999 hasta marzo de 2008 integró la redacción de Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur, donde sigue colaborando. Entre 2008 y 2010 estuvo a cargo de la Biblioteca "Obispo Angelelli" en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en la ex-ESMA.

Autora de numerosos artículos e investigaciones, publicó Eclipse parcial (Simurg) y En nombre de la vida (Católicas por el Derecho a Decidir). Realizó la Introducción y la edición de Grietas en el silencio, de Analía Aucía y otros. Este año publicó en Colisión Libros La terrible esperanza..., obra que busca compartir con los mendocinos y mendocinas.


Según ha trascendido, diversos sectores nucleados en la Mesa de Encuentro por la Educación de Mendoza han propuesto que se eliminara la palabra «laica» en la futura ley provincial de educación. ¿Cuál es tu opinión, teniendo en cuenta que es conocida tu coherencia laica?

No conocía ese proyecto de la Mesa de Encuentro por la Educación. Por lo que pude ver fue la propuesta de un grupo de entidades empresariales unidas a miembros de la Universidad Católica. Tanto los empresarios como los académicos son visiblemente integristas religiosos, que intentan incidir con su poder en áreas vitales como la educación, la salud o la justicia. La presidenta de la Comisión Bilateral de Educación, Lorena Saponara, parece haber rechazado la propuesta y se ha declarado favorable al laicismo.

También hay una larga tradición, en mi opinión muy negativa, de la dirigencia política argentina, que no tiene nada que ver con lo religioso y que consiste en ampararse en la autoridad de la Iglesia para fortalecerse en el poder político. De nuestra parte, se trata de resistir y crear sin desmayo. El laicismo hoy afronta un mundo muy diferente al de hace más de un siglo, no puede quedar esclerosado en una suerte de religión laica. Precisa reflexionar y elaborar la coyuntura actual de revalorización de la fe y de vínculos entre religión y política para dar respuestas adecuadas.

Fuiste la editora de Grietas en el silencio, un trabajo en el que analizan el tema de la violencia sexual en el marco del terrorismo de Estado. ¿Cómo fue indagar en ello y qué sensación te dejó?

La colaboración con Cladem (una red feminista que trabaja para contribuir a la plena vigencia de los derechos de las mujeres en Latinoamérica y el Caribe) en la investigación sobre los delitos sexuales en el marco de la represión ilegal me dejó una impresión agobiante. Yo sabía de la gravedad de esos delitos y su impunidad, pero no imaginaba la dimensión, la sistematicidad y la ferocidad que adquirieron esos crímenes.

¿Cómo surge la iniciativa de hacer el libro? ¿Cuál es el “para qué” de La terrible esperanza (Notas sobre la militancia revolucionaria de los años 70)?

Nunca será bastante valorado el gesto de Néstor Kirchner de combatir la llamada “teoría de los dos demonios” y hacer justicia con los crímenes de lesa humanidad. Creo que no se ha hablado suficiente de la transformación cualitativa que ese gesto operó en la sociedad; quienes fuimos tratados como delincuentes durante veinte años nos dimos a nosotros mismos el permiso de acordarnos de quiénes fuimos y de elaborar de alguna manera esa situación. 


Mi libro surgió de una acumulación de ideas que durante mucho tiempo habían sido una nebulosa más que ideas, una suerte de estremecimiento ante las versiones que circulaban sobre la militancia de aquellos años, ante estereotipos que se iban consolidando y que en buena parte eran falaces: ni meras víctimas de crímenes atroces, ni psicópatas sedientos de sangre, ni idiotas útiles manipulados por líderes maquiavélicos. Los militantes eran heterogéneos, en sus adhesiones y en sus comportamientos particulares. Hubo en sus filas gente impulsiva y gente reflexiva, gente de una integridad insobornable y oportunistas, gente frágil y gente muy sólida, gente de muy diversos orígenes sociales y experiencias, de muy diversas motivaciones; pero todos ellos, hijos de un tiempo de dictaduras más o menos desembozadas y también de una concepción de la política como algo que podía imprimir un sentido a la vida, como algo que podía transformarla. Traté de situar aquella militancia en el campo de ideas de los que, sin que nosotros lo sospecháramos, fueron los últimos años de la guerra fría, de introducirme racionalmente en el concepto de violencia política, en las ideas que se asumían tácita o explícitamente sobre la historia, sobre el progreso, sobre el destino colectivo. La nebulosa no se disolvió nunca del todo, pero logré enfocarme en tres puntos: la polémica sobre la violencia, la concepción de la historia de militantes que actuaban en una región a la que el pensamiento dominante excluía de la historia y el rol de las mujeres en esa militancia, particularmente la que más ásperamente desmentía los presupuestos vigentes sobre la formación y aptitudes de las mujeres, que era la militancia en organizaciones político-militares.

¿Cómo es la mirada crítica a esa militancia revolucionaria de los años 70, o cuál es su reivindicación de esa práctica?

Reivindico esa voluntad desafiante de llegar a ser históricamente, esa audacia de rechazar el binarismo de la guerra fría para proponernos un país, una región que no obedeciera a poderes ajenos. Encuentro una continuidad en los actuales planteos de soberanía y de integración regional.

Entre los factores donde naufragó esa voluntad y esa capacidad de entrega, para dar lugar al tiempo cínico y conformista que vino después, están los errores de las principales organizaciones militantes en cuanto a las formas de conciencia y voluntad de las masas, que se refleja en la ceguera creciente y dolorosa de su accionar. No sé si al día de hoy hemos aprendido algo sobre cómo construir y organizar un poder popular.

¿Cuál es su “terrible esperanza”, Marta?

La esperanza de los 70 es “terrible” en la perspectiva histórica que nos dan el tiempo y la experiencia. No sé si se puede vivir una esperanza sabiendo que es terrible. Seguramente tenemos esperanza en la medida en que la vivimos como fundada, medianamente racional. Tengo algo así como una sorda esperanza en la fructificación de la historia, en una combinación de racionalidad y solidaridad que pueda configurar una alternativa al darwinismo social, y que constituya el instinto de supervivencia que el sálvese quien pueda es incapaz de satisfacer.

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