Recuerdo cuando...

Por Jorge Barón, vicerrector de la UNCUYO.

Recuerdo cuando...

Jorge Barón, vicerrector de la UNCUYO. Foto: Archivo - Axel Lloret.

Sociedad

#24 - No es magia, es robótica

Edición U

Jorge Barón, vicerrector de la UNCUYO

Publicado el 29 DE OCTUBRE DE 2017

Recuerdo cuando, a mis cinco años, mi abuela (una “vieja” de 60) me contaba maravillada todos los cambios que había vivido desde el año 1896, cuando nació: el automóvil, la luz eléctrica, el teléfono, los antibióticos, las vacunas, el avión, la radio y la televisión, la novedad de los materiales plásticos y tantos otros adelantos.  Me miraba extasiada y me decía: "¿Qué verás tú en tu vida?". La verdad es que yo no entendía mucho su éxtasis, pero hoy miro a mi nieto de cinco años y me pregunto: ¿qué verá él en su vida?

Los avances tecnológicos no sólo son enormes, sino que cada vez son más acelerados. Internet hará que no visitemos más un supermercado, ya que la heladera evaluará su stock de alimentos por sí misma, encargará la compra y un vehículo sin chofer lo entregará. Ya no manejaremos más, hablaremos directamente con las “apps”, imprimiremos nuestra ropa, zapatos y vajilla con impresoras 3D. También tendremos casas, puentes y casi todo lo manufacturado, elaborado por robots impresores. La producción de alimentos será sin intervención humana; el “médico” será un sistema experto que nos diagnosticará para que, de forma usual y masiva, una máquina nos opere y nos inserte un riñón artificial cuando el nuestro no funcione bien.

Hoy existen varias tareas que ya están siendo realizadas sin intervención de los humanos: reservar un hotel o un vuelo, hacer una consulta jurídica, leer el diario o consultar cualquier tipo de duda sobre cualquier tipo de tema. En breve no habrá más taxistas ni agencias de viajes, y en un futuro cercano los médicos, los abogados, los agricultores, los manufactureros y muchos rubros verán reducidas sus posibilidades de trabajo. No se visualiza un límite técnico para el desarrollo, no hay un horizonte claro. En el mundo, sin embargo, hoy nos enfrentamos con dilemas éticos, legales y filosóficos. Nos volvemos a preguntar sobre nuestra propia existencia.

Yo tengo la percepción de que hemos avanzado tremendamente en aspectos tecnológicos, pero que venimos varios pasos atrás en la generación de los acuerdos para que podamos vivir en paz y de manera sostenible y satisfactoria.  Es alarmante que no hayamos avanzado como humanidad en la solución pacífica de conflictos, en un reparto de riquezas más equitativo, en la eliminación del hambre, en el acceso universal a la educación, en la tolerancia por la diversidad, en el compromiso por los bienes de todos. Aquí sí aparecen límites claros, como el ambiental, en el que no existen soluciones tecnológicas a la vista. El cambio climático, la degradación de la biodiversidad, la contaminación con sustancias tóxicas y muchas actividades humanas atentan contra nuestro propio bienestar.

Hoy, contemplando este futuro inminente, tenemos más que nunca que formarnos y valorar la capacidad de comunicarnos, de acordar, de ceder, de entender al otro. Los que nos formamos en la visión del desarrollo tecnológico estamos viendo que las competencias necesarias para los humanos del futuro (cercano) son de índole social. El único lugar viable para la humanidad en el mundo tecnológico es, justamente, su costado más humano, más multidisciplinario y más social. En la universidad avanzamos en esa dirección: formar personas, no sólo profesionales.

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