El final del Che Guevara en Bolivia

El final del Che Guevara en Bolivia

Cultura

Aniversario de la muerte del Che

Especiales

Elizabeth Auster

Publicado el 09 DE OCTUBRE DE 2015

Se cumple un nuevo aniversario y se aproximan las cinco décadas del fallecimiento del Che en Bolivia. Es un buen momento para volver a reflexionar sobre los efectos ideológicos y materiales que su lucha tuvo en el continente. Para el caso boliviano, se puede contrastar la palabra oficial, que durante décadas marcó la historia de su captura y ejecución -“La CIA sólo está en la imaginación de quienes difaman a Bolivia y a los bolivianos”, decía entonces el presidente Barrientos- con los testimonios más recientes acerca de la participación de esa agencia en su ejecución.

El general retirado Gary Prado es el autor del libro Che, traición y muerte. Se trata de un militar defensor de la democracia formal, una democracia de minorías más que de mayorías, como puede apreciarse en el hecho de que, a los 76 años, y confinado a una silla de ruedas, cumple prisión domiciliaria por haber asesorado a un integrante de una célula terrorista que planeaba matar a Evo Morales.

En su libro, Prado hace una valoración nacional e internacional del momento de los hechos, que muestra un panorama mucho más conflictivo en lo exterior que en la misma Bolivia. Considera que su país estaba en gran medida pacificado, viviendo en democracia, cuando llegó el Che con su gente para promover, desde allí, la insurrección que extendiera el proyecto revolucionario por Sudamérica. El Gobierno, constitucional pero represivo, estaba a cargo del general René Barrientos, ganador de las elecciones después de participar del golpe de Estado durante el cual se dictó la Ley de Seguridad.

Prado, capitán da la Compañía B del Ranger-2, responsable de la captura del Che durante la emboscada en El Churo, reconoce que se pidió ayuda a los Estados Unidos -acuerdo realizado en abril de 1967- pero bajo premisas bastante estrictas que impedían la participación de agentes estadounidenses en las operaciones. Además de instructores y cierto equipamiento militar, sólo admite que los agentes de la CIA que llegaron a fines de septiembre de 1967 a Bolivia -Félix Ramos y Eduardo Gonzáles, ambos de origen cubano- tenía como misión la de identificar a los guerrilleros. Sin embargo, la presencia de Ramos (su apellido real era Rodríguez) estaba destinada a garantizar que Guevara fuera ejecutado y que los disparos pudieran pasar por heridas en combate.

Prado se sorprende, sobre todo, al contrastar la calidad estratégica del pensamiento del Che con sus decisiones efectivas en territorio boliviano. Un punteo de las principales observaciones de Prado muestra su admiración y su desconcierto.

  • La elección de Bolivia como espacio estratégico. Había un gobierno de apariencia constitucional y una urbanización creciente de la población, características contrarias a la teoría guevarista de lo que pudiera ser un terreno propicio para la lucha armada: gobierno represivo y un campesinado abundante y predispuesto. Además, el mutuo ocultamiento de información entre la guerrilla internacionalista y la izquierda nacional creó, entiende Prado, un clima de desconfianza y desinteligencias entre ambos.
     
  • Las bases de la estrategia guerrillera. Golpes permanentes, escaramuzas, ataques a blancos importantes como las vías de transporte, junto con una fuerte y permanente comunicación interna, son pilares de la acción armada por el desgaste que producen sobre un ejército regular. Ninguna de estas acciones ocurrieron en el rectángulo formado por la carretera de Santa Cruz a Cochabamba, la línea del ferrocarril Santa Cruz-Yacuiba, el río Parapetí y el río Mizque.
     
  • La composición de la guerrilla y el apoyo popular. Lejos de integrarse con campesinos naturales de la región, el grupo del Che estuvo formado por un gran número de extranjeros. Los bolivianos, detalla Prado, provenían del Altiplano y las montañas, por lo que la adaptación al trópico para ellos fue lenta, dificultosa y desgastante.
     
  • La organización de la guerrilla y de sus recursos. Garantizarse el abastecimiento de alimento y medicinas, así como una comunicación permanente, con planes alternativos y puntos de encuentro bien establecidos, son primordiales en la teoría guevarista. Según observa Prado, nada de esto se dio en la práctica. El abasto fue complicado todo el tiempo, sobre todo por el desconocimiento del terreno y sus condiciones, y el error de no establecer puntos de encuentro resultó fatal.

 

Para Prado, haber capturado al Che es un motivo de orgullo. La derrota de la guerrilla en su territorio, con una instrucción breve y modestos recursos armamentísticos, es ejemplo de la valentía y la capacidad de los soldados bolivianos. La falta de apoyo popular a los extranjeros y la delación permanente de los pobladores -el exmilitar niega que se haya usado la fuerza contra ellos- señalan un fuerte sentido de nacionalismo y convicción democrática.

Mirado el asunto desde la perspectiva de quienes accedieron a investigar los archivos de la CIA, la falta de claridad respecto del origen de la orden de ejecución del Che cuestiona ese logro nacional y es un testimonio de la permanente interferencia de Estados Unidos en la política regional. Una interferencia completamente naturalizada como “ayuda”, al mismo tiempo que las acciones cubanas de apoyo al movimiento revolucionario en el continente tuvieron para la isla caribeña el costo de figurar durante más de 30 años en el listado de países promotores del terrorismo, listado que, por supuesto, confecciona Estados Unidos.

Imagenes del Che

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