El gobernador Criollita

Una pincelada de la imagen del jefe del Ejecutivo después de un año de gestión. El enaltecimiento de la “sencillez” política sin promesas frente a sus pares.

El gobernador Criollita

Gesto elocuente del gobernador durante la mañana del 1º de mayo. Prensa Gobierno Mendoza.

Provincial

Cornejo en la Legislatura

Unidiversidad

Jorge Fernández Rojas

Publicado el 02 DE MAYO DE 2017

Alfredo Cornejo hace un año dijo que era un gobernador “poco sexy”. Esa definición la expuso en las entrevistas con los medios al inicio de su gestión.

Ahora, ante la Asamblea Legislativa, definió a su gestión como la “revolución de lo sencillo”, toda una descripción sintética de cómo pretende trasladarse en los años de en la Historia de Mendoza.

Hay gestos que lo ponen a Cornejo en el plano de la austeridad y enfrente de las descomunales obras piramidales que lo perpetúen como un grandioso hacedor.

Pero también se viste con un traje de creador contracultural y antipopulista, como un valor asintomático para la dirigencia política y que sólo es percibido por el ciudadano común, que es quien demanda esa actitud (anoten en este casillero al ítem “aula”, del cual Cornejo se encargó de facturar como un logro importante).

Por eso ahora, de ser el gobernador “poco sexy” mutó al gobernador “criollita”.

Esta última referencia es una ocurrencia sobre el mismo discurso inspirador de la autorreferencia que hizo Cornejo.

En la década del 80, de donde vienen varios referentes, entre ellos el mismo Cornejo, una publicidad ya enfocaba hacia “la revolución de lo sencillo”. Los creativos posicionaron a las ya famosas galletitas Criollitas con ese sentido de la grandeza de lo cotidiano. En 1988, a fuerza de repiqueteo publicitario, se impuso el eslogan que marcó a las crackers autóctonas y a sus consumidores: “En las cosas simples está el verdadero sabor de la vida”.

 

 

Y esa herencia se nota en esta austeridad acendrada del mandatario. Su mensaje transmite que está haciendo algo importante pero no lo que quiere declamar para no caer en el faraonismo en el que todos desbarracan. Pero Cornejo, de tanto enfatizar en ese contrario, termina por realzar su “sencillez”. O sea, queda al borde del contrasentido.

Claro que también es importante el entorno en que sobresale este perfil que cultiva con esmero. Lo hace en el centro mismo del debate político, o por lo menos el espacio reservado por la Constitución Provincial para ese fin que es la Legislatura (aunque el debate cada vez se ejerce menos en ese lugar sagrado para la Democracia). Traducido, les dice a sus pares que la clase política es la que debe resolver los temas públicos y colectivos, y él es uno de ellos, aunque les aclara que no es igual a ellos a la hora de ejercer el poder.

Redimensiona su rol de ejecutor por encima del planificador para razonar sobre lo realizado más de lo que va a hacer. Está claro que le impone al arco político su agenda en base a no revelar sus proyecciones y así se evita la promesa con tufillo electoral y se resguarda en la política “criollita”.

La llamada “máxima ociosidad” de las cárceles que Cornejo ha anunciado combatir y el intento de limitar la decisión de los jueces de ejecución de la pena, son los aspectos con los que busca sintonizar finamente con el sentir ciudadano de clase media. Para eso denosta el abolicionismo jurídico atribuido al sector de la Justicia que lidera Eugenio Zaffaroni. Además, ponerse en el lugar de la víctima del delito es parte del “criollismo” profesado por el gobernador en este inicio de sesiones legislativas ordinarias.

Se evidencia este posicionamiento cuando no terminan de acallarse los lamentos del femicidio de Micaela García quien murió a manos de un violador confeso y “beneficiado” con un recorte de la condena.

Sobre esos datos y escenarios se apoya este gobernador de crisis y transición quien afirma hoy ser el representante del “ciudadano común”, es decir el representante del que consume las famosas galletitas.

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