El salario y los precios

A propósito del índice de precios en Mendoza.

El salario y los precios

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Especial IBP

Suplementos

Patricia Collado del Incihusa-Conicet

Publicado el 06 DE JULIO DE 2016

Por Patricia Collado, doctora en Ciencias Políticas y Sociales, profesora titular de Teoría Sociológica Contemporánea, UNCUYO.

El salario tiene varias funciones en una sociedad como la nuestra. Para comenzar, es importante establecer que el salario es la compensación por el desgaste de la fuerza y capacidad de trabajo de un/a trabajador/a y que debe contemplar los costos de su reproducción. Por ello debe permitir al asalariado proveer su subsistencia en términos de alimento, vivienda, abrigo y otras necesidades que hacen a los momentos históricos y a su cultura. Esto significa que un argentino no tiene la misma forma de reproducirse y sostenerse, individual y socialmente, que una persona de otra sociedad, por ejemplo, la oriental.

El "poder de reproducción" del salario está afectado, entonces, por la relación social que lo hace posible y que, de partida, es desigual: una persona vende su fuerza de trabajo porque no tiene otra forma de sostenerse para vivir; el empleador se la compra porque necesita del trabajador para desarrollar su actividad y debido a que es el propietario de los medios que hacen posible la producción (desde la tierra hasta las fábricas, pasando por las herramientas y el agua).

Volviendo al salario, su nivel se relaciona con las luchas de los trabajadores y las respuestas que han tenido y tienen: está afectado por los logros de la clase trabajadora en términos de derechos que se reconocen a los trabajadores o, como contracara, por los desconocimientos, los silencios, los ocultamientos a que da lugar una relación desigual de poder. Por todo ello, el salario, su nivel y composición conforman una pulseada permanente entre trabajadores y empleadores.
 

Los precios de los alimentos, una forma de disciplinamiento social

Más allá del nivel que tengan los salarios en nuestras sociedades, hay otras formas de bajar su poder adquisitivo sin tocar su monto. Esto se hace por la vía regia del aumento de los precios de los elementos básicos de consumo (procesos de inflación de precios) y/o por depreciación del esfuerzo del trabajo (salario) en relación con el dólar. En los últimos tiempos nuestros ingresos se han depreciado en relación con ambos parámetros.

Pero sigamos refiriéndonos sólo a los alimentos. El último informe del Índice Barrial de Precios realizado en la provincia arrojó un aumento sustancial en la canasta básica de alimentos (que mide los precios del consumo básico de una familia para subsistir). Este índice precisó que se necesitan $ 4113,14 para comprar una canasta de alimentos que sirva para sostener a un hombre y una mujer adultos y dos niños. Este valor arroja el umbral de ingresos de aquellos que, por debajo del mismo, conforman la población "indigente".

A esta canasta básica se le puede añadir el costo de servicios (aún sin los nuevos ajustes tarifarios) para contemplar lo que necesita una familia para sobrevivir. A esa cifra se la denomina "canasta total" y agrega un conjunto de gastos indispensables que realizan los hogares para subsistir. Nuevamente, para una familia de dos adultos y dos niños, asumió en el mes de marzo de este año un valor de $ 9404,92.

Según estas líneas demarcatorias y los datos disponibles de los ingresos de los hogares en Mendoza (Fuente: Cippes/Isepci con base en datos del IBP e Indec), para el segundo trimestre de 2015 el 21,2 % de los mendocinos era pobre, mientras que los hogares pobres llegaban al 14,8 %. La población "indigente", los que no llegan a cubrir la canasta de alimentos, alcanzó al 3 % de los individuos y el 2,2 % de los hogares.


Las medidas miden... ¿qué?

Si queremos conocer la situación real de la población y los hogares no basta con una medición por más precisa que sea. Toda medición dista de ser 'real'. Como el gran filósofo Franz Hinkelammert ha dicho, lo terrible es el establecimiento del propio cálculo de un "límite de lo aguantable" que sólo se conoce una vez que es traspasado.

En otras palabras, el umbral mínimo de subsistencia se percibe cuando más allá del mismo no se puede vivir. A estos extremos ya hemos llegado. ¿Cuántos niños por debajo de la pobreza y la miseria son necesarios para que percibamos esto como un gran problema social? ¿Cuántos jóvenes y ancianos? ¿Cuántos deben perder trabajo y tocar a nuestra puerta para darnos cuenta de que la pobreza no es un cálculo, un límite o un monto, sino la medida en que una sociedad como la nuestra empeña el futuro y lo lapida hoy, en cada aumento de tarifas, en cada depreciación salarial, en cada comedor sin presupuesto y en cada inacción social? ¿Cuántos cálculos aparentes hay que hacer para arribar a la certeza de la escasa importancia que tiene cada vida humana en nuestra sociedad?