Funk y metal

El sábado 23 de febrero, acompañando al recital de Illya Kuryaki and the Valderramas en el Espacio Le Parc, se realizó la muestra del escultor en metal-mecánica Marcelo Riga, un apasionado por el funk. “Yo soy a la inversa de Michael Jackson: él se quería hacer blanco, si fuera por mí me hago negro”.

Funk y metal

Foto: Axel Lloret

Sociedad

Unidiversidad

Analía Martín

Publicado el 27 DE FEBRERO DE 2013

El funk es un género musical que nació entre mediados y finales de los años 60, cuando diferentes músicos afroamericanos fusionaron soul, soul jazz y R&B dando lugar a una nueva forma musical rítmica y bailable.

Dicen los que saben que la palabra funk en inglés se refiere originalmente a un olor fuerte, generalmente ofensivo. No era de extrañarse, allá en la década de 1960, cuando tras alguna puerta despintada se oía el ritmo jazzero confundido entre tambores africanos. En una década en la que ser de raza negra era ofensivo para la moral cristiana imperante, la colonia negra se reunía en algún tugurio para hacer música, bailar, y así ahuyentar por un buen rato tanta pena, discriminación y añoranza. Cuando el deseo de sacudir el cuerpo imperaba se decía “échale más funk”, y el sudor empapaba instrumentos, cuerpos y paredes.

El funk, como buena música marginal, salió de los cuchitriles donde la gestaron, atravesó las barreras de la academia e influenció a la música disco y el afrobeat, y más tarde al hip hop, house, y drum and bass. Las influencias del funk trascendieron fronteras y llegaron a los oídos del autodidacta (como prefiere llamarse a sí mismo, en lugar de artista) Marcelo Riga. Un mendocino funkero de ley.

El funk y Marcelo Riga

“Hace 35 años que vengo escuchando esa música. Allá por el año 1979, cuando fue el Año Internacional del Niño, se juntaron los músicos más importantes de esos años y entre esos músicos estaba la banda Earth, Wind & Fire; ícono de la música en los años 70. En su momento, no existía nada como lo que hacían, parte de sus espectáculos los producían junto a David Copperfield, entonces en los show veías al bajista, Verdine White, volando por el escenario con el bajo”. Marcelo Riga era apenas un niño cuando se encontró por primera vez con el funk, pasión que lo acompañaría de ahí en adelante.

“Lo primero que me atrapó del funk fue el ritmo, el sentimiento que tienen al cantar. Después, con los años, me fui interiorizando y descubrí que sus letras son impresionantes. La estética también es un mensaje en si mismo: los pelos, así como una esfera grande, significan ‘tener la mente abierta’, las plataformas son una manera de representar un acercamiento a Dios. Es todo un conjunto de cosas que cuando empezás a absorberlo y se te mete adentro ya no podés volver atrás”, dijo apasionadamente el escultor en metal-mecánica.

“Las tapas de los discos tiene toda una simbología, una información, cuando vos ves la tapa del disco ya te podés imaginar lo que viene adentro. Empecé a comprar música desde muy chiquito. Con esas portadas que me fascinaban, empecé a hacer decoraciones en mi casa, había decorado toda mi habitación con las tapas de los discos. En su momento había una portada de un disco que me llamaba más que la atención [se trata del LP “As One” de Bar Kays], el cual era un sacerdote egipcio que estaba agachado y en la mente se le ve una ciudad del futuro; entonces pensé que sería fantástico traer eso a la vida. Estuve con esa idea en mi cabeza durante 10 años, y un día empecé a hacerlo; así fue como hice mi primer cuadro que me llevó casi un año”, contó el mendocino funkero en una entrevista con Edición Cuyo.

“Mi vida es la música”

El pasado sábado 23 de Febrero, en las afueras del centro cultural Le Parc, la muestra de escultura de Marcelo Riga acompañó a una de las bandas más funk del país, Illya Kuryaki and the Valderramas. Todo un orgullo para el autodidacta mendocino.

“La muestra que estuvo en el Le Parc se llama ‘Mi vida es la música’. Hice una selección de distintas esculturas que apuntan a diferentes personajes que tienen que ver con la música, como un trompetista, un negrito del ghetto con su radio, hasta una sacerdotisa espacial de dos metros con más de 700 piezas hechas a mano y más de un año y medio de trabajo. También seleccioné portadas de George Clinton, The Parliaments, etcétera”, explicó Riga. “Sobre todo, lo que quiero es que la gente se lleve alegría. El funk, esa palabra, significa contagio, alegría, diversión”.

La misma historia de siempre

La obra de Marcelo Riga es única tanto en la provincia como en el mundo. Ha alcanzado reconocimiento a nivel internacional y, según él mismo expresó, ya cuenta con la posibilidad de llevar sus esculturas a otras partes del mundo. Pero, al igual que a cualquier artista, Riga también padece el terreno infértil que puede ser la provincia de Mendoza cuando de vivir del arte se trata.

“Hay un circuito muy cerrado de artistas y cuando presentas algo diferente no quieren dar lugar. Si no hacés algo que tenga que ver con la Vendimia, no hay mucho campo. Más porque yo hago 3 o 4 obras por año. Entonces, que se pueda hacer esta muestra en el Le Parc, que está administrado por gente joven, es sin duda algo muy valioso. Ojalá sea la apertura a más oportunidades”, dijo esperanzado el escultor.

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