Gustavo Chávez Pavón y los colores de la Revolución zapatista

El prestigioso muralista mexicano estuvo en Mendoza adonde pintó varios murales y dejó la huella de la revolución zapatista. En una entrevista con NU digital, el artista, cuya obra se puede ver en las paredes de Chiapas,habló del arte como una forma de cambio social y político y dejó en claro que los muros pueden decir mucho más que lo que se piensa si se las transforma a través del color.

Gustavo Chávez Pavón y los colores de la Revolución zapatista

Cultura

Unidiversidad

Alejandro Rotta

Publicado el 22 DE JUNIO DE 2011

El hombre parece tímido, observa con mucha atención todo lo que lo rodea y uno sabe al instante que esa mirada no es superficial, sino que está indagando en lo más profundo de los queewstamos cerca. Quizá haya que buscar la razón de esa mirada en siglos de sojuzgamiento de su raza, en el descrédito producido por aquellos que no gobiernan a favor del pueblo sino, al decir de él mismo, “son gerentes de las multinacionales, puestos al servicio de intereses foráneos”. Y allí es donde se descubre  porque este artista se identifica tanto con el zapatismo, cuya estética ha detallado no sólo en los muros chiapanecos sino en todo el mundo.  

Gustavo Chávez Pavón está en Mendoza y su arte de mil colores se refleja en varios muros. Hablaremos con él de educación, de política, de Chiapas, de gobiernos latinoamericanos, de cambios profundos, de esperanza, y por supuesto de muralismo. A decir verdad, hablaremos de muralismo, que para él trae implícito todo lo demás.

Quizá uno de los murales más famosos que Chávez ha pintado es el de la Escuela Secundaria Rebelde Autónoma Zapatista 1° de enero, ubicada en Oventik, en Los Altos de Chiapas.

El mural refleja a una preciosa niña “del color de la tierra” con los cabellos azules. Ella está leyendo un libro que le tapa la mitad inferior del rostro; y este trabajo se ha convertido en algo así como “el símbolo de la educación rebelde”. La niña -nos explica Chávez- “no se está cubriendo el rostro con un paliacate, sino con un libro; entonces el conocimiento viene a ser un arma poderosa para ser libres; es decir, el conocer nos da acceso a ejercer nuestro derecho a la libertad. Por otro lado los cabellos de la niña tienen muchos simbolitos o dibujos de la naturaleza que nacen de la necesidad de imaginar, de soñar, de pensar y de querer, de los niños y promotores de educación zapatistas, pues fueron ellos quienes dieron las ideas”.

Chávez tuvo su primer acercamiento con el movimiento zapatista en 1995, cuando se organizó una caravana de artistas nacionales e internacionales organizada por el Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística (CLETA), y aunque se encarga de repetir que se siente independiente y no parte del zapatismo, lo cierto es que desde entonces pasa uno o dos meses al año pintando en las comunidades “en función de lo que he vivido y veo al convivir con ellos, del espíritu revolucionario de ellos y del movimiento, de esa rebeldía tan necesaria y urgente que les ha llevado a avanzar tanto”.

Para Gustavo el pintar en los muros es una forma de integrar a la gente, de mostrarle que aún sin saber arte es posible crear, es posible hacer de un muro frío una proclama. Porque no hay que pensar en el arte decorativo. Hay, dice, "que ponerle conceptos a las paredes, hay que hacerlas que griten a los vientos las verdades de un pueblo que no tiene muchos canales de expresión."

Los murales son símbolos de existencia, de resistencia, de identidad, son trabajos que hablan de una cultura liberadora y son una manera de hacer política, de participar en la vida de la comunidad.

“A muros que no dicen nada, los transformamos en mensajes coloridos, los convertimos en una pared viva que se transforma, y si eso se puede transformar, también se puede transformar el mundo. Así, los muros son como migajitas de pan que se van quedando, y cuando la gente viene y ve esto dice: este territorio colorido es territorio de los zapatistas, es territorio de los soñadores”.


La  idea de un arte despojado de la realidad que lo circunda, no lo seduce. “Yo asumo el arte como un acto político, no creo que esté desligado de la política. Somos parte de una sociedad, y cuando vivimos en una sociedad todo lo que hacemos es político. Lo que yo pinto, lo que la comunidad pinta, está impregnado de lo que sucede en la sociedad, en los pueblos, en la calle. Habla de lo que queremos y de lo que padecemos.”

Los muros pintados se multiplican por todo el mundo, distintos países europeos han recibido al artista con sus pinceles. Los muros de la muerte que separan Israel y Palestina también tienen su marca. “Fuimos allí para dejar bien claro el mensaje zapatista de liberación, invitados por la resistencia palestina, nunca antes había trabajado bajo tanta presión, con los fusiles del sionismo apuntándonos permanentemente”, cuenta.

Chávez Pavón también ha dejado su marca en distintos establecimientos públicos de México, lo que  se constituye en una paradoja.”Mi país es ciertamente surrealista, por el mismo trabajo, cuando no te pegan, te pagan”, asegura al hablar de su puesto en una institución educativa.

Los muros hablan, cuentan la historia, reivindican a sus dioses, los colores enaltecen la obra del artista. “La vida está llena de colores”, dice Gustavo y se le iluminan los ojos, “nosotros, los indios, los obreros, los campesinos que pintaban Diego Rivera o Siquieros en sus murales, también contamos nuestra propia historia con los colores, y descubrimos que mucha gente tiene esa capacidad de expresión artística”.

La revolución puede tener muchas caras, y después de admirar la obra de Gustavo Chávez Pavón, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos que cada una de esas caras tiene, aunque a veces no se vean, mil colores que la embellecen.