Julieta, la enfermera trans que rompió el molde en Mendoza

"A tropiezos me hice coraje", es la frase que tiene Julieta Antúnez Ríos en su Whatsapp. Esta maipucina, licenciada en enfermería y militante por la diversidad, logró crecer y salir de la marginalidad y el prejuicio social en base a esfuerzo y estudio. En diálogo con Unidiversidad Antúnez cuenta su historia.

Julieta, la enfermera trans que rompió el molde en Mendoza

Facebook de Julieta Antúnez Ríos

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Unividirsidad/ Ernesto Gutiérrez

Publicado el 17 DE ENERO DE 2018

Su casa es rústica y femenina; ama las plantas y el buen vino. Le gusta cocinar, pero detesta limpiar lo que ensució. Es alegre, de risa fácil, muy delgada y sexy. Julieta Antúnez Ríos es licenciada en Enfermería y trabaja en el Hospital Italiano hace diez años. Además es la referente provincial del Área de Diversidad del Partido Justicialista que lucha por la defensa de la diversidad. Ya con el DNI que registra el nombre y la identidad que ella decidió tener, trabaja con pacientes y colegas a diario, en un clima de absoluto compañerismo y respeto, según cuenta. 

Tiene más de 500 fotos publicadas en su perfil de Facebook. Amante de las plantas, del color rojo y negro, tiene una inteligencia y elocuencia que  atrapan. Así, Unidiversidad  habló con esta luchadora mendocina. 

"Yo tengo 10 años como enfermera, pero cuando decidí incluirme en mi trabajo como trans eran otras épocas, no existía la Ley de Identidad de Género, era toda una hazaña hacerlo, era irse de boca. Yo ya era trans en ese tiempo y me lookeaba un poco de varoncito para poder ir a trabajar”, cuenta Julieta sobre sus inicios profesionales.

Ante los tropiezos de la vida, Julieta tuvo que afrontar los problemas de la educación universitaria. “En la facultad de medicina no pude estudiar. No me dejaban inscribirme porque mi imagen no se coincidía con mis documentos. No pude estudiar así que me pasé al sector privado”. Ella inició su carrera en la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA) y los concluyó en el sector privado continuando con la Licenciatura de enfermería de la Universidad del Aconcagua. “En ese tiempo trabajaba y estudiaba. Comencé en un geriátrico, luego en una clínica, nunca tuve objeciones de ningún tipo”.

Cuando comenzó su trabajo, allá por 2008, lo hacía vestida de varón. “En aquel tiempo no podía hacerlo como estoy ahora porque no teníamos la ley de Género y encima teníamos en Mendoza el artículo 80 del Código de Faltas, que penaba con cárcel la simulación de sexo. Todo aquel que se vistiera como mujer pertenecía al sexo opuesto, no se podía, así que hice toda la carrera vestida de varón”.

Pero si bien esto no le causaba prejuicios ya que tenía un carácter muy fuerte, no permitía que la gente la discriminara. “Me causaba un daño psicológico porque sentía que me disfrazaba de varón para lograr un objetivo. No vivía plenamente, y al no vivir plenamente. ¿Qué hacía? me escondía en el estudio, en el trabajo, detrás de un uniforme que era el que me daba cierta seguridad o protección. Imponía respeto. Me daba esa protección para no ser dañada”, cuenta.

Julieta se recibió en 2007 y, al año siguiente, comenzó a trabajar definitivamente en el Hospital Italiano. Según afirma nunca se sintió discriminada, ni por los directivos, ni por el cuerpo de profesionales ni por los pacientes, el daño se lo producía ella misma al no poder expresarse y vivir como ella lo sentía porque la misma sociedad no se lo permitía. Porque por los peros de los otros se auto dañó para tratar de complacer. Pero fue en ese entorno laboral de respeto, de profesionalismo y no de ignorancia la que le permitió crecer como persona. “La relación con mis compañeros era muy buena, comenzaron a conocer el profesionalismo en mi más  que la de la imagen” expresa Julieta.

En 2010, comienza a escucharse una serie de leyes, Ley de Identidad de Género y la de Matrimonio Igualitario, que permitieron en Julieta dar un salto muy grande, permitiendo una oportunidad de crecer como persona y hacerse valer como tal, “comencé a hacer ruido, me la tenía que jugar, y al hospital no le gustaba”, es así como ganó las elecciones como delegada gremial durante tres mandatos. Con los fueros ya comenzó a cambiar mi imagen, “decidí voltear el estereotipo cultural que se regía por aquel entonces”.

La realidad de Julieta que pudo estudiar, realizarse personal y profesionalmente no es realidad de todas las chicas trans de la Provincia. 

Ella analiza: “no es que no quieran, es que muchas veces no es sencillo, después de que sos grande y que ya estás definida. Y en segundo lugar porque el concepto que tiene la sociedad de las transexuales siempre está ligado a la prostitución, a los líos, a la noche. A esta sociedad le cuesta todavía mucho ver que una transexual puede estudiar, que puede ser una profesional y que puede vivir en un barrio lindo como el que vivo yo". 

Y añade: “Creo que sí se puede. Una, cuando quiere cambiar algo lo cambia. Si querés que la gente empiece a verte de otra manera, empezá a cambiarlo vos”. "Yo no reniego de lo que hacen otras chicas y no sería honesto de mi parte discriminarlas si ejercen la prostitución”, aclara y agrega: "Yo creo que con los ejemplos alcanza, ya estoy viendo más chicas trans estudiando y esforzándose”.

Su vida no fue como la soñó y su relación con su familia no fue buena, como lo es hoy la relación de tantas trans con sus familias. "Con mi familia también fue progresivo. Le costó al principio, algunos bien y otros no. No fue color de rosas, es todo un tema manejarlo, sobre todo con los más grandes”, cuenta la enfermera. "Siempre fui muy femenina desde chica. La escuela primaria la hice en la escuela Moyano, mientras que al secundario lo hice en la escuela Padre Vázquez, de Maipú. Pero, como era un colegio muy muy religioso, llegó un momento en que no podía reprimir más lo que sentía y me fui; terminé la secundaria en un Cens, el Francisco Orellano”.

En relación a las medidas implementadas del nuevo código civil de convivencia, alega que hay un terrible código que se contrapone con la ley vigente. "Se tiene un código que sigue hablando de homosexualismo, al mismo tiempo que se tienen leyes de identidad de género y de matrimonio igualitario, además de un Código de Faltas que penan las leyes nacionales, afirma Julieta. “Tenemos un código que es anticonstitucional, si dos tipos se están besando en una plaza pueden ser penados, eso es aberrante”.

 

Crítica de la educación

Pero lo que preocupa a la enfermera y referente del área de diversidad del PJ mendocino es la actual situación que vive hoy la educación en Mendoza. “Hoy me doy cuenta que estudiar te da muchos frutos”. Expresa que la educación no está capacitada para contener a los compañeros y compañeras trans y al colectivo de la diversidad en general. Hoy y siempre, nunca estuvieron capacitadas. “Han pasado ya casi 6 años de las leyes implementadas en 2012 y hay docentes que siguen apuntando a la bi-norma: la fila de nenes, las fila de las nenas; el nene juega con la pelota y la nena, con las muñecas; se juega a la mamá y al papá”. Alega que siguen existiendo docentes que continúan dañando a nuestros hijos con esa bi-norma.

“Veamos el alto índice de suicidios de niños y jóvenes trans o la violencia que la sociedad les genera. Si sos gay y no sabes cómo expresarlo, te sentís mal,  lo estas reprimiendo y en tu casa no lo podes hablar, vas a la escuela y la maestra te pone en la fila de nenes y no te sentéis como tal o te coloca en la fila de nenas y pasas lo mismo. Inconscientemente pues no se ha blanqueado el tema en escuelas y colegios de la provincia”, apunta Julieta, quien también formula que uno como docente debe tener la capacidad de descubrir lo que pasa dentro de la persona y si no se tiene esa capacidad, el que termina sufriendo es la persona atentando contra su vida o siendo un violento social, ya que expresa para afuera esa violencia que está recibiendo del entorno. “Creo que es muy importante inculcar la educación de identidad de género en las escuelas mendocinas para terminar con tanta violencia”.

Julieta se agradece a sí misma, y no es soberbia. Pues sólo ella sabe los dolores, los llantos y los complejos que sufrió. “Hay un montón de compañeros y compañeras que siempre han estado al lado mío, soportándome, aguantándome, conteniéndome, pero la que siempre tuvo la fuerza fui yo, fui yo la que dio el paso firme. Me considero una luchadora, no encuentro sentido a la vida si no lucho, y es lo que le digo a las compañeras y compañeros: que luchen, que no caigan”.

 

 

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