La abogada y el médico

A mediados de mayo de 1976 se realizaron varias detenciones ilegales, algunas de las cuales se enmarcaban en un operativo que resultó en el secuestro de al menos diez personas. En el 4° Juicio por delitos de lesa humanidad se indagó sobre las detenciones de Carrer y Scafatti.

La abogada y el médico

La abogada Teresa Carrer. Fotos: Guadalupe Pregal

Derechos Humanos

Unidiversidad

Guadalupe Pregal

Publicado el 12 DE SEPTIEMBRE DE 2014

A mediados de mayo de 1976, la abogada María Teresa Carrer se encontraba en su casa del Barrio San Ignacio con su esposo, su suegra y su hijo, cuando una persona vestida de civil y sin identificación se presentó a buscarla. Estando embarazada de seis meses, Carrer fue trasladada al Palacio Policial (D2) donde se encontró con el psicólogo Rafael Fornés y con el profesor Mario Franco, a quienes conocía de la Escuela de Antropología Social donde se desempeñó como directora. En esa dependencia le solicitaron su documento, el cual nunca recuperó.

En el D2 la llevaron a una celda muy pequeña con un camastro de cemento. Unos muchachos que estaban detenidos por un problema con el Banco de Previsión lograron hacer que le entregaran un colchón. Carrer relató que en una ocasión la retiraron de la celda para que la revisara un médico, pero no tenía recuerdos de la situación. También explicó que el Comandante Segovia de Gendarmería, que se desempeñaba como interventor de ATE y casualmente era vecino de sus suegros en Buenos Aires, se presentó en el D2 a pedido de su suegra.

A los días fue trasladada a una celda más grande junto a la Licenciada Julia Fernández, a quien también conocía de la Escuela de Antropología. Allí contaban con dos colchones en el piso. Carrer permaneció sólo una semana en el D2. Relató en su testimonio que, luego de obtener la libertad, se fue de Mendoza. También recibió amenazas, tanto en su domicilio como en su automóvil. La fiscal le preguntó si había realizado alguna denuncia sobre las amenazas, a lo que Carrer contestó: "No. ¿A quién? No había garantías en ese momento de que alguien hubiera podido tomar intervención para defenderme”.

El médico Scafatti prestando declaración testimonial.

El tercer testimonio de la audiencia del 4° Juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Mendoza fue el del médico Alberto José Guillermo Scafatti. El 14 de abril de 1976 se encontraba trabajando en el Matadero Frigorífico Mendoza, cuando el tesorero lo llamó para informarle que había dos personas del Ministerio de Economía esperándolo, quienes lo detuvieron y lo interrogaron en su consultorio. Recordó que los militares habían rodeado el edificio y lo trasladaron en un camión del Ejército al Palacio Policial, lo que le pareció excesivo, teniendo en cuenta que lo iban a detener.

Apenas llegó a las instalaciones se dio cuenta de que las condiciones de detención no eran las normales. Scafatti mencionó que había una joven de apellido Peña, que se encontraba en muy mal estado. “Yo sentía que entraba gente a su celda y, no sé qué pasaría, pero ella se quejaba. En un momento salgo al baño y ahí veo a Sánchez, que estaba muy deteriorado”, relató el médico.

Si bien fue interrogado, Scafatti aseguró que no usaron la picana en el procedimiento, sino que lo golpeaban. Su cautiverio en el D2 duró 37 días, por lo que recordó que mucha gente pasó por las celdas donde se encontraba detenido. En algunos casos había personas muy maltratadas. “Cada vez que llegaba un contingente nuevo de presos la cosa se ponía muy mal para todos”, evocó.

Cuando fue cuestionado por la fiscal sobre las razones de su detención, Scafatti respondió: “Ellos querían saber en qué andaba yo, pero no tenían nada firme”. Intentó adivinar si era por su participación en un grupo peronista que se reunía en el matadero, por su trabajo comunitario en un grupo junto al Padre Contreras o porque asistía a unas reuniones del peronismo de base. “Yo creo que más o menos sabían todo de mí y que yo no aporté nada nuevo”, concluyó.

Scafatti aseguró que recordaba a quienes se encargaban de custodiarles, e incluso habló con algunos de ellos, por lo que la fiscal solicitó que se le mostraran las fotos incluidas en la causa. También reconoció a un médico que conocía del Hospital Central.

El 25 de mayo lo trasladaron a la Penitenciaría, donde lo alojaron en el pabellón de presos políticos, que tenía "un régimen mucho mejor que en el D2”, pero “también había episodios de violencia, había requisas donde te rompían todo lo que vos tenías o te robaban cosas”, relató el médico. Estos procedimientos los realizaban los penitenciarios.

Entre los meses de junio y septiembre le armaron una causa de asociación ilícita junto a otras tres personas y lo llevaron al Juzgado Federal, que se ubicaba en Las Heras y 9 de Julio. A mediados de septiembre los llevaron fuera del pabellón a un salón donde les ataron las manos con alambre y los dejaron durante toda la noche en esas condiciones. Al día siguiente los trasladaron en camiones al aeropuerto, donde los ingresaron en un avión Hércules para llevarlos a Buenos Aires. En el viaje “marcaron” a algunos, a quienes golpeaban con ensañamiento. Al llegar también les dieron una golpiza, en una especie de túnel de golpes y patadas. Cuando ya estaban en la celda también ingresaron a golpearlos como “bienvenida”. Scafatti recordó: “Lo mejor de esa cárcel era que tenía régimen de visita, pero había un régimen de castigo bastante fuerte”.

Scafatti cerró su testimonio diciendo: “30 años después, creo que por ese infierno que pasamos en alguna parte de nuestra conciencia no hemos salido de allí. Es decir: el que estuvo en el D2 fundamentalmente, y en las cárceles, hay una parte de él que queda para siempre ahí adentro, que no puede salir. Pero, bueno, 30 años después veo que la utopía esa que decían que nosotros creíamos, los jóvenes de los años 70, no era tan utopía, porque cuando nos tocó a nosotros ser prisioneros nos trataron con alevosía, nos trataron pésimamente, algunos haciéndolo materialmente y algunos porque dejaban hacer, y yo veo que hoy ellos, que les toca estar presos, reciben el trato que nosotros debimos haber recibido. Yo pienso que el hombre nuevo por el cual muchos de nosotros pensábamos que podíamos transformar de alguna manera está llegando, 30 años después”.

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