"La diferencia entre elegir y sentir es enorme"

La madre de la primera niña transgénero reconocida con DNI visitó Mendoza y contó la historia de su hija.

"La diferencia entre elegir y sentir es enorme"

Gabriela Mansilla (la mujer en el medio) escribió un libro sobre la historia de Luana titulado "Yo nena, yo princesa". Foto: Prensa Las Heras.

Identidad y Género

Unidiversidad

Milagros Martín Varela

Publicado el 09 DE SEPTIEMBRE DE 2016

Gabriela pensaba que tenía dos hijos. Ahora tiene una hija y un hijo, que son mellizos. A Gabriela no le importa lo que le digan, ya le dijeron mucho. Dijeron que tenía esquizofrenia, psicosis y el síndrome de Munchausen porque defendía los derechos de su niña, Luana, a quien ella había bautizado como Manuel. Gabriela no tiene pelos en la lengua. Gabriela no se sonroja por decir pene o vagina. Su hija, con cuatro años, tampoco.

Luana fue la primera niña transgénero reconocida en su DNI por la Ley de Identidad de Género (N.º 26743) y hoy su madre llegó desde Buenos Aires a Mendoza para dar a conocer su historia en primera persona. La cita fue en el Salón Cultural Malvinas Argentinas, ubicado en la calle San Miguel de Las Heras, al lado de la Municipalidad de ese departamento.

Allí, entre periodistas, estudiantes de secundaria, niños y adultos, Gabriela Mansilla contó cómo su hija empezó a manifestar que era una niña en un cuerpo de niño, cómo cada situación de violencia y de discriminación que vivió la llevó a padecer un asma bronquial y ante cada situación de hostigamiento a la nena le daban broncoespasmos. La madre, con los ojos vidriosos camuflados por su flequillo, relató que en el momento en el que comprendió lo que le pasaba a su hija, mientras dormía, le acarició el pelo y le dijo: “La mamá te va a ayudar a que seas la princesa más hermosa del mundo”.

Si una de las luchas de Gabriela fue lograr el reconocimiento de la identidad de género de su hija, otra fue contra los estereotipos. Porque ella sabe que ser princesa no es estar vestida de rosa, ni vivir en un castillo ni ser rescatada por ningún príncipe. Ella siempre supo que Luana era la princesa más hermosa del mundo pero no por vestirse de rosado –color con el que la niña empezó a sentirse aceptada mientras lo usaba– sino por ser la nena luchadora que resultó ser. Porque incluso cuando entre tres médicos la sostenían para coserle el mentón y le decían: “Quedate quieto, Manuel”, ella, con cuatro años, se escapó de los brazos de los doctores y con toda seguridad les dijo: “No me llamo Manuel, me llamo Luana”.

No hay palabras para describir la fortaleza de Gabriela ni la admiración que genera con sólo escucharla hablar. Pero lo importante es saber que ella vino a dar un mensaje: la perversión, el juicio y el morbo están en los adultos. Vivimos en una sociedad que, si bien ha tenido grandes avances, aún carece de respeto por los derechos humanos –sobre todo por el derecho a la identidad y más aún cuando se trata de la identidad de género– y le sobra ignorancia como para juzgar que una niña, sólo por haber nacido en un cuerpo equivocado, tiene problemas y enfermedades psicológicas.

La transexualidad no es una enfermedad. La transexualidad no es algo que se deba corregir. La orientación sexual se elige; la identidad sexual se siente. Y esa diferencia es abismal.
 

El DNI de Luana

Lulú se puso su nombre de nena a los cuatro años. Tras sufrir bullying extremo en su primera escuela, fue trasladada a otra. Pero su padecimiento no terminó ahí. Las psicólogas decían que los niños transgénero no existen y los medios se referían a ella como “el nene que se quiere hacer nena”, como mínimo.

Un día su madre se cansó y luego de que se aprobó la Ley Nacional de Género fue al Registro Civil. Su pedido de cambio de DNI de Luana fue negado por el “asesor de menores capaces”, quien le dijo que la niña era una “menor impúber” porque tenía menos de ocho años, cuando la ley especificaba que incluso menores de 14 años podían cambiar su identidad sexual si las tres partes (madre, padre y menor) estaban de acuerdo.

Ante el desconocimiento total del funcionario, Gabriela le mandó una carta a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner para que alguien con mayor jerarquía institucional revocara esta decisión. Así fue, y en 2013, Luana obtuvo su DNI. Se transformó así en la primera menor de edad en gozar de la que fue, en entonces, la nueva Ley de Ientidad de Género.

La lucha de madre e hija está magníficamente relatada en el artículo “Lo que devuelve el espejo”, de Mariana Carabajal, publicada en Página/12 en 2013, pocos meses antes de que a Lulú le dieran su DNI.

 

Podés leer más en Unidiversidad: UNA MADRE EN LUCHA.

identidad, sexualidad, genero, caso luana, gabriela mansilla, cristina fernández de kirchner,