La educación Pro

A un mes de su estreno, La educación prohibida fue vista por más de 2 millones de personas y tiene miles de fanáticos. Una película sobre la educación centrada en la libertad individual, que huele a individualismo liberal.

La educación Pro

La educación prohibida

Cultura

Unidiversidad

Valentina González

Publicado el 13 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Es un viejo cliché decir que todo cine es político. Las películas, incluso las que explícitamente tienen objetivos políticos, rara vez inciden en las decisiones concretas sobre la realidad. Podríamos decir que la historia argentina sería la misma si no existiera La hora de los hornos, Perón, sinfonía del sentimiento, Los traidores, El fusilamiento de Dorrego, El estudiante o Putos peronistas, ya que ninguna influyó por sí misma en un estado de las cosas a nivel concreto. Pero, así cómo la historia no hubiera cambiado de no existir alguna de ellas, seguramente la historia no sería la misma si no hubiera existido ninguna. Ya que esas películas crearon un mundo de simbolismos y formas de entender el cine político, y la política.

Pero sobre todo, una película es un acto político porque es un ejercicio de poder que actúa en la realidad. Y además, es un ejercicio de poder que cuestiona al poder.

¿Cuál es, entonces, el poder que cuestiona La educación prohibida?

La educación prohibida es una película documental que cuestiona el modo tradicional de entender la escuela y pone el foco en sistemas educativos alternativos en donde la sensibilidad esté al servicio de una educación más libre, con cabida de los intereses personales de los alumnos.

Su estructura es tradicional, simple, televisiva. Se trata de una gran cantidad de bustos parlantes que explican por qué la escuela tradicional es mala, atenta contra la imaginación, contra la libertad, contra la solidaridad y el amor. Y, paralelamente a estos bustos parlantes, hay una ficcionalización en donde un grupo de estudiantes secundarios hacen un ejercicio indicado por Gastón Pauls, que es un profesor. En ese ejercicio los alumnos cuestionan el sistema educativo en el que están insertos escribiendo una especie de declaración de principios que dice más o menos lo siguiente:

“Hoy en día la educación está prohibida, muy poco de lo que se enseña en la escuela es verdaderamente importante, y lo que realmente importa no lo anotan en ningún cuaderno ni en ninguna carpeta. Cómo encontrarnos con la vida, cómo enfrentarnos a las dificultades, no lo sabemos. Nos enseñan a competir por cosas que no tienen valor. No tienen idea de qué pensamos, ni que queremos hacer. ¿No sería maravilloso elegir día a día ir a la escuela? Que sea elección nuestra, no de nuestros padres. Que la escuela sea un lugar hermoso, donde disfrutar, donde ser libres, y donde elegir qué aprender y cómo aprenderlo.

Por todo esto decimos basta. Basta de decidir por nosotros. Nosotros vamos a decidir que queremos hacer, saber, decir o pensar. Creemos que la educación está prohibida, no es culpa de los padres, ni de nosotros, ni de los docentes, a la educación la prohibimos todos”

 

La película entonces pasa dos horas y media escuchando a personas que están en proyectos educativos alternativos que de algún modo justifican la afirmación de la carta de los alumnos.

Lo que dicen estas personas se podría resumir en la siguiente lista:

Que los niños repiten fórmulas en lugar de incorporar conocimiento

Que los niños son para los profesores un mero objeto con el cual se trabaja en lugar de un sujeto de aprendizaje.

Que los niños no tienen interés en la educación porque el sistema educativo no tiene interés en los niños.

Que aprender, entonces, se convierte en un proceso fastidioso y difícil, sin interés para nadie.

Que el conocimiento no es información que uno pueda almacenar.

Que la educación es igual para todos cuando los alumnos son todos diferentes.

Cualquier persona que haya dado clases, que tenga hijos en edad escolar o que se interese de algún modo en el sistema educativo no podrá estar en desacuerdo con estas afirmaciones. Efectivamente la educación adolece de cierta, digamos, sensibilidad. El ritmo de trabajo, los planes de estudio, el bajo rendimiento escolar, son algunos de los factores que van minando un sistema que necesita repensarse. Hasta ahí todo bien.

El problema de la película no es lo que dice sino lo que oculta.

Oculta, por ejemplo, que el sistema educativo tal como lo conocemos fue concebido con la idea de igualdad, igualdad entendida como justicia y no como homogeneidad. Que la educación, además, está hecha para crear memoria y para crear futuro, y que las dos cosas sólo pueden conseguirse pensando no individualmente sino como sociedad.

La película desarrolla la teoría de que si nos inspiráramos en la naturaleza todo sería mejor, pues el “orden natural” de las cosas no es aprender, no es dar órdenes, sino producir conocimiento a través de la experiencia. En ese sentido, el estímulo es algo innecesario ya que ellos deberían ir aprendiendo de forma instintiva y con libertad plena.

Dice la película: la creatividad es algo que surge como respuesta del organismo a sus propias necesidades.

Y cuando llega la naturaleza como ejemplo todo empieza a oler a liberalismo. No puedo evitar recordar una publicidad de la Universidad de Congreso en donde se veían dos lobos corriendo en la nieve, los dos corren tras una presa, los dos buscan sobrevivir mientras un off nos alecciona sobre la importancia de ser más fuerte que otros para sobrevivir en la sociedad, como en la naturaleza.

Qué la película tiene buenas intenciones, no lo dudo, que es necesaria una mayor sensibilización en los docentes y mayor participación de los alumnos en lo que se enseña y se aprende, seguramente. El problema es que la película adolece de aquello que exige: no contextualiza. Se olvida, u oculta, que el sistema educativo está en el contexto de un Estado, de un presupuesto y de una responsabilidad: dar a todos las mismas oportunidades.

Y que la construcción de identidad no se logra sólo obedeciendo a las intereses personales sino que, como diría Zygmunt Bauman, “implica un triple desafío (y riesgo): el de confiar en uno mismo, en otros, y también en la sociedad”

Entonces, si La educación prohibida es, como todas las películas, un acto político y un ejercicio de poder, habría que pensar qué poder cuestiona, y qué poder defiende.

 

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