La historia de la inventora del Liquid Paper

En 1954, Bette Nesmith Graham trabajaba como secretaria en un banco en Texas, Estados Unidos. Era pésima mecanógrafa y tenía que encontrar una solución para no perder su empleo.

La historia de la inventora del Liquid Paper

Bette Nesmith Graham, al centro, en 1978. Ella fundó una compañía global de millones de dólares después de inventar el corrector líquido. Foto: Dallas Morning News publicada por The New York Times

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Unidiversidad

Unidiversidad / Fuente: The New York Times

Publicado el 16 DE JULIO DE 2018

Bette Nesmith Graham no le contó a nadie de las primeras botellas. Hizo una mezcolanza blancuzca en la licuadora de su casa y la vertió en frascos de esmalte para uñas. Ocultó el contrabando en su escritorio y lo aplicó a escondidas solo cuando debía evitar el escrutinio de un jefe criticón. Con el tiempo, su mezcla llegó a casi todos los escritorios y gabinetes de suministros de oficinas.

La sustancia era Liquid Paper, el corrector líquido que aligeró el trabajo de secretarias y escritores en todo el mundo ante la presión de alcanzar la perfección.

Graham lo llevó al mercado y, hacia el final de su vida, ya dirigía un negocio internacional desde Dallas que en su apogeo generaba 25 millones de botellas anualmente, con fábricas en Toronto y Bruselas. Vendió la empresa por 47,5 millones de dólares y donó millones a organizaciones benéficas.

Pero en 1954, Graham estaba divorciada, era madre soltera y tanto su hijo como ella dependían de los cheques de su paga de 300 dólares mensuales como secretaria de un banco de Texas. Para colmo, era mala mecanógrafa. Además, un buen día la obligaron a usar un modelo de máquina de escribir nuevo que tenía teclas sensibles y una cinta de carbón en lugar de una de tela. Los errores se acumulaban y, cuando intentó usar un borrador, la tinta de carbón se corrió por toda la página.

Graham también era una artista que observaba a los pintores cubrir sus errores sin borrar su trabajo, sino pintando sobre él.

Así que consiguió a hurtadillas un poco de pintura témpera blanca de secado rápido para llevarla al trabajo y ocultó sus errores con una brocha de acuarela. El nuevo proceso era mucho más rápido y prolijo que usar un borrador y casi no se notaba en la página. Pronto, el resto de las secretarias quisieron su propio suministro de pintura y tuvo que quedarse despierta hasta tarde llenando botellitas en la cocina.

 

Una idea, muchas trabas

Bette Clair McMurray nació en Dallas el 23 de marzo de 1924. Su madre, Christine Duval, fue una artista y empresaria que abrió su propio negocio de tejido y le daba a Bette clases de pintura al óleo. Su padre, Jesse McMurray, trabajaba en una tienda de autopartes.

Era una apasionada de la pintura y la escultura, a pesar de no ser muy diestra. “Cuando descubrí que el talento no me serviría de sustento, me di cuenta de que tendría que dejarlo tarde o temprano”, recordó en 1980, durante una entrevista para Bussiness Archives Project, en la Universidad Estatal del Norte de Texas.

Abandonó la escuela a los 17 años para convertirse en secretaria y, dos años más tarde, se casó con su novio de la preparatoria, Warren Nesmith. Cuando Nesmith partió para luchar en la Segunda Guerra Mundial, Bette estaba embarazada. Se divorciaron poco después del regreso de su esposo, en 1946.

Graham tenía problemas para que le alcanzara el dinero, por lo que realizaba trabajos extra como pintar las ventanas de los bancos, diseñar membretes y modelar pieles. Su hijo, Michael Nesmith, uno de los integrantes del grupo de rock The Monkees, escribió en su autobiografía Infinite Tuesday: An Autobiographical Riff (2017): “Con frecuencia rompía a llorar” por razones financieras.

El invento del corrector líquido de Graham le dio una pista de cómo podía superar sus dificultades e intentó formar la empresa Mistake Out Company, pero no pudo pagar la cuota de 400 dólares por los derechos de propiedad. De cualquier modo, siguió adelante, leyendo cuidadosamente libros de la biblioteca pública para estudiar las fórmulas de la pintura témpera y trabajando con un profesor de química para mejorar la consistencia de su producto.

“Nuestro laboratorio está trabajando para crear una solución de secado más rápido”, escribió Graham a un cliente. El “laboratorio” eran la cocina y la licuadora de su casa.

Cada noche regresaba a casa del trabajo a seguir tratando de mejorar la fórmula, escribir cartas y enviar muestras a posibles compradores.

“Durante esa época, me sentí desilusionada en varias ocasiones”, comentó en 1979 a la revista Texas Woman. “Quería que el producto fuera perfecto antes de distribuirlo, y parecía que aún faltaba mucho tiempo para lograrlo”.

Contactó a mayoristas y viajó de Dallas a San Antonio y Houston durante los fines de semana para comercializar su producto.

Sus primeros empleados fueron su hijo adolescente y sus amigos. Por un dólar la hora, trabajaron en su cochera, usando botellas de ketchup para verter la sustancia en pequeños envases de esmalte para uñas, colocando etiquetas a mano y cortando en diagonal las puntas de los pinceles adheridos a las tapas.

Graham se volvió tan dedicada a su empresa que accidentalmente firmó una carta de su trabajo con “The Mistake Out Company”. De inmediato la despidieron, lo que le dio la oportunidad de volverse propietaria de tiempo completo de su pequeña empresa en 1958. Ese año, presentó una solicitud para patentar el producto y cambió el nombre de su empresa a Liquid Paper Company.

 

La llegada del éxito

El producto de Graham comenzó a cobrar popularidad. Escribieron acerca de ella en una revista de productos para oficina, sostuvo una reunión con IBM y recibió un pedido cuantioso de General Electric.

Con cada nuevo avance necesitó de más empleados y mayor espacio. Mudó sus operaciones de la cocina a un tráiler y luego a una casa de cuatro habitaciones, hasta que finalmente se mudó a su sede en el centro de Dallas. En 1968, inauguró una planta automatizada. En 1975, Liquid Paper producía 25 millones de botellas anualmente y tenía la participación más grande de un mercado multimillonario que había engendrado muchos competidores, como Wite-Out.

Bette Graham ahora era adinerada, tenía joyas extraordinarias y un Rolls Royce. Creó dos fundaciones: la Fundación Gihon y la Fundación Bette Clair McMurray, que ofrecían becas y apoyos financieros con el fin de promover a las mujeres en las artes y los negocios, respectivamente.

Pero su poder y su capital tuvieron algunos reveses. En 1962, Graham se casó con un vendedor de alimentos congelados, Robert Graham, quien adoptó un papel activo en la empresa, incluyendo un puesto en el consejo. En 1975 tuvieron un amargo divorcio. Su ex marido organizó a un grupo de ejecutivos para excluirla de todas las decisiones de la empresa.

“No me permitían entrar a las instalaciones ni a nadie que tuviera relación conmigo”, comentó Bette Graham. Para colmo, intentaron cambiar la composición del Liquid Paper para poder quitarle los derechos a las regalías de la fórmula que había creado en su cocina.

En medio de esa lucha de poder, y a pesar de su deteriorada salud, Graham logró mantener el control de la empresa y concertar su venta a Gillette por 47,5 millones de dólares en un acuerdo que le devolvía las regalías.

Falleció seis meses más tarde, el 12 de mayo de 1980 a causa de complicaciones por una embolia. Tenía 56 años.

Heredó su fortuna a su hijo, quien se hizo cargo de las fundaciones y continuó dando apoyos económicos a mujeres que luchaban por salir adelante.

“La mayoría de los hombres son ignorantes. En realidad no comprenden”, dijo en 1977 en una entrevista para Business Archives Project. “Así que las mujeres deben ser fieles a su determinación e incansables. No debemos rendirnos”, cierra la nota con que el New York Times rescata del olvido a esta mujer.

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