La invisibilidad es peligrosa para la salud

Una mujer se infectó con VIH a través de las relaciones sexuales sin protección que mantuvo con su pareja estable, también mujer. El trasfondo de este caso médico excepcional demuestra las enormes falencias que atraviesan la investigación y la práctica de la medicina en lo que se refiere a la salud de las mujeres en general, y el grave problema que implica la invisibilidad de la sexualidad lésbica en particular.

La invisibilidad es peligrosa para la salud

Identidad y Género

Unidiversidad

Elizabeth Auster - Guadalupe Pregal

Publicado el 19 DE MARZO DE 2014


Hace unos pocos días se celebró el Día de Lucha por la Visibilidad Lésbica. La fecha fue el 7 de marzo y conmemoró el crimen de Natalia “Pepa” Gaitán, asesinada por el padrastro de su novia. Este caso, en el que la familia de la víctima, junto a su equipo letrado y organizaciones militantes de diversidad, dio una dura pelea para que la justicia reconociera el crimen de odio sufrido por Gaitán, se volvió emblemático por la dificultad que representó hacer evidente que la joven era lesbiana y que por eso había sido asesinada.

La invisibilidad es un problema con el que las lesbianas deben luchar más que ningún otro sector del colectivo LGBT. A las dificultades que vive cualquier mujer heterosexual para que se entienda y atienda su salud como un conjunto que excede la gestación y el parto, las mujeres lesbianas tienen que lidiar con un sistema de salud que no conoce y, por lo tanto, no contempla sus prácticas sexuales y necesidades específicas.

La revista Morbidity and Mortality Weekly Report (MMWR), del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDCP, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, informó este fin de semana acerca de la confirmación de un caso de transmisión de VIH de una mujer a otra a través de relaciones sexuales sin protección. Es el primer caso en el que se establece esta vía de transmisión con certeza: la mujer recientemente infectada no había tenido otra pareja sexual en los meses previos, no usaba drogas inyectables ni estaba expuesta a la sangre de otras personas de otras maneras, y la cepa con la que estaba infectada era 98 por ciento similar genéticamente a la de su pareja. Además, se sabe que ninguna de ellas había recibido consejería en salud sexual y que la mujer que infectó a su pareja no usaba antirretrovirales desde 21 meses antes del diagnóstico de su compañera. Tanto el uso de métodos de barrera como la adherencia al tratamiento antirretroviral hubieran prevenido la transmisión. El hallazgo derriba un mito sostenido durante 30 años, el de la imposibilidad de la transmisión del virus entre mujeres por la vía sexual, pero además pone en evidencia las múltiples formas de abandono que hacen los sistemas de salud de cualquier país o nivel (público, privado o mixto) que no considere las prácticas lésbicas.

La deficiente atención sanitaria a las lesbianas se reconoce en las diferentes conductas que los y las profesionales adoptan a la hora de recibir, escuchar, aconsejar, diagnosticar y prescribir. Algunas de estas conductas son: actitud no explícita de rechazo; atención mediada por prejuicios; desconocimiento general de las prácticas sexuales entre mujeres; diagnósticos  carentes de profundización; consejerías que desinforman porque parten de la ignorancia, y prescripción de estudios invasivos a mujeres que no tienen prácticas penetrativas, como las más notorias.

El caso obliga a los Estados a revisar y corregir el persistente abandono de la salud de las mujeres lesbianas que en cada país y en cada consultorio deben encarar una lucha particular y desde cero para el reconocimiento de sus derechos y para el goce de una atención sanitaria eficiente e integral. La comunidad científica, por su parte, tiene la tarea de reconocer los prejuicios y las falencias que la atraviesan en el abordaje de la investigación y de la práctica médicas, para extender a este colectivo los avances que, en materia de salud sexual, alcanzan a otros sectores de la diversidad.

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