La mentira del periodismo objetivo

Con un breve cuento acerca del pecado del no vivir, rodeados con gente de la cultura de Mendoza, Rodolfo Braceli se unió  los festejos de los 15 años de "El Candil", programa de radio de Julio Rudman. NU Digital charló unos intantes de periodismo, subjetividades, objetividad y literatura.

La mentira del periodismo objetivo

Sociedad

Unidiversidad

Publicado el 08 DE NOVIEMBRE DE 2010

Rodolfo Braceli. Poeta, ensayista, novelista, dramaturgo, cineasta, periodista. Nació en Luján de Cuyo, Mendoza, en 1940. Vive y trabaja en Buenos Aires desde 1970. Varios de sus libros fueron traducidos al inglés, francés e italiano. Algunos son texto de estudio en escuelas de periodismo, talleres de teatro y en universidades argentinas y de los Estados Unidos. Sus Reportajes Latinoamericanos aparecieron en diarios y revistas de 23 países y en 9 idiomas. Aquí algunas palabras con NU Digital.

- En este marco de literatura, radio, y narración, ¿de qué se tiene que servir el periodismo de la literatura?

 Yo creo que si estamos aquí, la primera obligación es escribir en castellano. Siempre se habla de la ética, pero también existe la ética de la sintaxis. Es un pequeño detalle, bastante olvidado, por los que escriben, por los que están en la televisión y por los que están en la radio. Creo que hay que volver a escribir y a hablar en castellano.

Tenemos comunicadores, periodistas estelares, súper premiados, muy famosos, muy exitosos que dan pena como se expresan. Es decir, por ejemplo, mueren 18 personas en un accidente en la ruta y desemboca la noticia con la frase “que terrible”, se roban un cuadro del museo nacional que terrible, hay una inundación que terrible, el tomate subió a $13 el kilo que terrible, es decir, es terrible la anemia.

Un periodista tiene que leer, tiene que mirar, tiene que tener me parece los cinco sentidos despiertos todos los días. Antes de irse de la casa así como uno se fija si se lleva el pañuelo y el documento de identidad, tiene que fijarse si lleva los 5 sentidos; porque sino estás distraído, y un distraído es cómplice de todas las macanas y barbaridades que pueden suceder en el mundo. La distracción es peor que la censura.

-  A raíz, quizás, de la pelea entre medio y gobierno la sociedad se plantea más la subjetividad de los medios y de los periodistas…

Es que el asunto de la objetividad es un gran trampa, la objetividad es imposible, cuando yo elijo hacer esa nota y no otra ya es un hecho subjetivo. Cuando yo estoy haciendo un reportaje y pongo esta pregunta al comienzo y aquella al final, es un hecho subjetivo. No creo que haya nada más tramposo que un periodista que se dice objetivo, yo preferiría hablar de la buena fe, de la buena leche o de la mala leche. Es lo mismo que las críticas, hay críticas gozosas y hay críticas preocupadas; uno puede criticar a algo celebrándolo, gozándolo como hacen determinados políticos o políticas que anuncian catástrofes con sonrisas en los labios y en la mirada, o puede criticar eso de una manera preocupada. Entonces para mí la objetividad es una trampa y no existe. Lo que existe es la mala leche o la buena leche. Yo creo que un error desde la buena leche no es dañino.

-  ¿Cómo cree que colabora este actuar con buena leche o mala leche de los periodistas en la sociedad?

 Bueno, yo hablo de los medios de descomunicación. Hay medios de comunicación, de incomunicación que te atoran y te distraen y medios de descomunicación. Han influido desde siempre. Han manejado la comunicación, cuatro o cinco pulpos, el 80% de la comunicación y han dicho con impunidad lo que se les ha dado la gana; y bueno, la nueva Ley de Medios Audiovisuales, que dicen “no, la tendríamos que haber discutido más” pero si hace décadas que se viene discutiendo y tirando al cajón. Se podrá mejorar la ley, porque una ley es una cosa viva, pero con  la reacción de los pulpos demuestra lo necesaria que era la ley.

 Analía Martín