La pareja de Bahía Blanca

En la última audiencia del IV Juicio por delitos de lesa humanidad atestiguaron Olga Salvucci y su esposo Horacio Leceta, víctimas de las fuerzas de seguridad que operaban en Mendoza durante el terrorismo de Estado.

La pareja de Bahía Blanca

El matrimonio Leceta-Salvucci en una de las audiencias del IV Juicio, realizado en Mendoza, por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura

Derechos Humanos

Unidiversidad

Guadalupe Pregal

Publicado el 22 DE MAYO DE 2015

Olga Salvucci había llegado a la provincia de Mendoza unos seis meses antes del 29 de julio de 1976, día en el que fue secuestrada por efectivos del Ejército Argentino. Luego de casarse con Horacio Antonio Leceta, ambos se instalaron en la ciudad de Mendoza. Al joven geólogo lo habían transferido a la provincia cuyana para ser parte de un equipo de exploración que llevaba adelante la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) en el departamento de Malargüe. Antes de trasladarse, habían establecido amistad con otro geólogo de YPF, Horacio Oscar Nacuccio, quien también se mudó a Mendoza junto con su esposa.

Salvucci y Leceta se habían conocido en la Universidad Nacional del Sur, en la ciudad de Bahía Blanca, Buenos Aires, donde cursaban sus estudios. “Yo tenía militancia estudiantil. Era presidente del Centro de Estudiantes de Bioquímica, donde cursaba mi carrera, y también era presidente del COMACHI, que era una asociación de ayuda a Chile”, explicó Salvucci en la audiencia del martes 19 de mayo de 2015.

Unos días antes de la detención de Olga Salvucci, la Marina había realizado un allanamiento en su casa paterna en Bahía Blanca, donde ella había vivido hasta su traslado a Mendoza. Cuando le avisaron que la estaban buscando, y como su marido se encontraba en Malargüe, ella decidió irse a la casa de Horacio Nacucchio, amigo del matrimonio. Cuando llegó al domicilio descubrió que había sido allanado la noche anterior, por lo que la puerta estaba destruida y había una especie de faja que decía “Clausurado por el Ejército”.

Al ver a la mujer acercarse la vivienda, una persona que realizaba una guardia en el lugar le pidió sus pertenencias y la detuvo. Esa mañana fue llevada a la Comisaría 4ta., donde permaneció un día entero en una celda. A primera hora del día siguiente fue vendada, esposada y trasladada en una camioneta del Ejército al Casino de Suboficiales. En ese viaje vio a Nacucchio, quien había sido detenido antes que ella y quien, luego de estar en algunos centros de detención, fue llevado a Campo de Mayo, en Buenos Aires.

Mientras, Horacio Laceta se encontraba en el pozo de exploración cuando le informaron telefónicamente que su mujer había sido “detenida”, por lo que la empresa dispuso de una camioneta con chofer para que pudiera trasladarse a la capital de la provincia. “Cuando llegué a la casa de Nacucchio me gritaron desde una estación de servicio que se encontraba en la vereda de enfrente, donde había un grupo de policías”, recordó el testigo. Se acercó a los oficiales, lo hicieron tirarse al piso, lo golpearon, le gritaron y, luego de amedrentarlo por unos minutos, le indicaron que su esposa estaba bajo la custodia del Ejército Argentino. “Ahí comenzó todo un periplo para tratar de averiguar dónde estaba mi señora, por qué estaba presa y demás”, recordó. Laceta pidió asesoramiento legal al doctor De la Vega, abogado del Partido Comunista en el cual el matrimonio militaba, quien le aconsejó que presentaran un recurso de habeas corpus en la Justicia federal, “del cual no recibí ninguna respuesta”.

 

El Centro Clandestino de Mujeres

Desde 1975 y durante todo el último gobierno militar, además del conocido Centro Clandestino de Detención D2 y de la Penitenciaría de Mendoza, varias dependencias policiales y militares fueron utilizadas para albergar personas secuestradas. En el transcurso del presente juicio por delitos de lesa humanidad cometidos desde ese año y hasta el retorno del gobierno democrático, se han nombrado además de la Comisaría 7ma. de Godoy Cruz, la 10ma. de Maipú, Contraventores (que funcionaba en el Palacio Policial), Campo Las Lajas (dependiente de la Fuerza Aérea), el Liceo Militar General Espejo, la Compañía 8va. de Comunicaciones y el Casino de Suboficiales, entre otros. Este último se utilizó en varias ocasiones para albergar diferentes grupos de mujeres secuestradas por las fuerzas de seguridad operativas en el marco del terrorismo estatal.

Olga Salvucci describió que el Casino de Suboficiales habían dos o tres habitaciones donde había otras detenidas: “Todas estábamos sin vendas, nos movíamos libremente en esas habitaciones, siempre custodiadas por un guardia”. Allí estuvo junto a Cora Cejas, Liliana Buttini, “Estela Isaguirre, que fue una de las que más torturaron, al igual que a Vilma Rúpolo”, recordó la testigo.

Durante la noche, algunas detenidas eran vendadas y sacadas en una camioneta en la que daban vueltas durante un tiempo variable. Luego las llevaban a los interrogatorios, en los que “nos ponían en una cama, nos ataban de pies y de manos, totalmente desnudas, y nos sometían a picana por todo el cuerpo”. Salvucci especificó que fue puesta en esta situación al menos cinco veces durante su cautiverio en la dependencia militar.

Lacetta explicó que el único contacto que tenía con su esposa era a través de cartas. Así fue como tomó conocimiento de que Salvucci estaba siendo torturada. El geólogo explicó que en una de las misivas ella le hizo mención a que “estaba en las mismas condiciones que la tía Tita de Córdoba". Se trata de un familiar que era militante y que luego de ser secuestrada y torturada duramente en Córdoba “había quedado muy mal físicamente”.

Al enterarse de las condiciones de detención de su compañera, Lacetta presentó una denuncia por apremios ilegales y torturas en el Comando del Ejército. Por algunos contactos que tenía, logró que su nota llegara al despacho del Coronel del Ejécito Tamer Yapur, pero la única respuesta que recibió fue a través del hermano de la docente y sindicalista Nora Cejas, que se encontraba detenida junto a su esposa. El joven, con el que se encontraba cuando iba al Casino de Suboficiales a llevar ropa, comida y algunas cartas a las detenidas, le trasmitió el mensaje: “Me dijo que retires la denuncia o te van a matar. Eso le dijeron los que torturaban”.

Además de que la sacaban para los interrogatorios, Olga Salvucci atestiguó que en una ocasión fue retirada del Casino de Suboficiales y llevada al domicilio que compartía con su marido para realizar un allanamiento. Relató que fue trasladada por un grupo de personal del Ejército, vendada y atada. Cuando ingresaron al domicilio le quitaron la venda y pudo ver cómo se llevaban algunos libros de contenido político.

“Yo no quise volver a mi casa porque tenía temor. Durante los meses que mi mujer estuvo detenida estuve deambulando por otras casas”, relató Leceta. En la única oportunidad que fue en busca de ropa y otros elementos, la propiedad ya había sido allanada, por lo que decidió que no era seguro quedarse a vivir allí.

Luego de permanecer dos meses en el Casino de Suboficiales, Salvucci fue trasladada a la Penitenciaría de Mendoza, en la calle Boulogne Sur Mer, junto a las otras detenidas, pero permaneció incomunicada. A principios de diciembre de 1976 la trasladaron al Penal de Villa Devoto, donde recuperó su libertad el 14 de mayo de 1977. A su ingreso a esa cárcel bonaerense, le informaron que había quedado a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y recuperó la comunicación con su familia.
 

En la recta final

La etapa de testimonios presentados por el Ministerio Público y la parte querellante en el IV Juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en la ciudad de Mendoza está llegando a su fin, por lo que el juez Alejandro Piña, presidente del Tribunal Federal Oral N.°1, solicitó a las partes defensoras que aporten los datos de contacto de las personas que presentarán sus testimonios a favor de los imputados. Las audiencias continuarán hoy y mañana.

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