La vida como militancia

La periodista y escritora Marta Dillon presentó su libro Aparecida, la historia sobre su madre.

La vida como militancia

Gentileza Red PAR

Derechos Humanos

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 18 DE SEPTIEMBRE DE 2015

 

A lo largo de toda su vida y de su trayectoria periodística, Marta Dillon escribió la historia de su madre, a quien secuestraron cuando ella tenía diez años. Desde ese momento buscó respuestas y dejó de buscarlas con la misma intensidad, según su edad y los momentos políticos. Ella siente que esa ausencia que atraviesa su vida se alivió el día que terminó su libro, Aparecida, que presentó el viernes 18 en Mendoza.

Dillon participó el jueves 17 de un encuentro organizado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO y por Red PAR –Periodistas de Argentina en Red por una comunicación no sexista– Mendoza. Allí reflexionó junto a un nutrido grupo de mujeres y varones acerca del significado y los desafíos de la marcha #NiUnaMenos, que organizó junto a un grupo de periodistas e intelectuales y que se extendió por todo el país.

Luego de ese encuentro dialogó con Unidiversidad sobre su nuevo libro. Para Dillon no había otra manera de reconstruir la historia de su madre que a través de un texto, porque cree que no se trata de una cuestión íntima, sino de un proceso social y político. Aunque siempre pensó en sus hermanos al escribir, dice que no tenía que saldar una deuda con su familia, sino reconstruir esa historia de militancia y darle valor a la búsqueda que hicieron los sobrevivientes que, insiste, no es una historia individual sino colectiva.

Esa convicción de entender lo íntimo como colectivo también atraviesa su vida. Cuando en 1994 dio positivo el resultado de su análisis de VIH escribió Vivir con Virus y habló sobre un tema tabú para ese momento, desde el suplemento Las 12, de Página 12, que edita desde 2002. Su amor con la cineasta Agustina Carri, el casamiento y la historia de su hijo Furio, que tuvieran juntas con el diseñador Alejandro Ros, también fue pura militancia. Militó la idea de que mujeres y varones se libraran de ataduras, de preconceptos, que construyeran una familia a su medida, donde lo único importante fueran los lazos de cariño, de amor. Otra vez, aspectos de su vida íntima que milita, que transforma en reclamos colectivos.

La historia de su mamá también fue una reconstrucción íntima y colectiva. Marta, la mayor de cuatro hermanos, fue testigo en 1976 del secuestro de su madre, Marta Angélica Taboada, una abogada militante del Movimiento Revolucionario 17 de Octubre. Ella y sus hermanos se mudaron con su padre y alternaron su vida entre Buenos Aires y Mendoza.

Marta asegura que su familia se sumió en el silencio, que el relato sobre su madre enmudeció por completo. Y fue en ese momento cuando comenzó a escribir su historia, a reconstruirla, a participar en la agrupación H.I.J.O.S., donde se encontró con personas que entendían y compartían su experiencia.

Aunque Marta asegura que toda su vida buscó y escribió la historia de su madre, el libro se volvió real un día de 2010 cuando, 34 años después de la desaparición, a través de un llamado telefónico le confirmaron que el Equipo de Antropología Forense había identificado sus restos. Los mismos fueron enterrados en un funeral público, que ella sintió como una recuperación de su madre, para luego dejarla ir.
 

La reconstrucción

¿Cuándo nació la idea de escribir la historia de tu mamá?

A lo largo de toda mi trayectoria periodística he estado escribiendo esa historia. Todo mi trabajo está atravesado por esa historia. La identificación de los restos me trajo otra evidencia, me pareció que ahí tenía algo que contar en relación con los restos físicos, con lo que significa un cuerpo, el cuerpo de la madre, con lo que significa la construcción de esa memoria de una madre en ausencia y no una madre muerta, sino desaparecida, que tiene otro peso, porque no hubo nunca el espacio para que, por ejemplo, sus familiares nos juntáramos y lloráramos esa muerte, porque esa muerte se fue diluyendo en el tiempo. La posibilidad de hacer ese duelo trae al presente muchas cosas que se fueron trabajando a lo largo de mi historia, pero ahora necesitaban reunirse, como darle encarnadura a los huesos.

En el libro contás que en la familia hubo mucho silencio respecto de qué le paso a tu mamá.

Eso atraviesa a muchas familias que tienen personas desaparecidas, porque los adultos no sabían qué decirle a los niños y niñas, porque el miedo a la persecución era fuerte. Sobre las desapariciones ha habido múltiples capas de silencio, de sentido, que se fueron desarticulando y rearticulando. Creo que los muros de silencio los hemos atravesado como sociedad, porque creo que recién ahora está habilitada la palabra de testigos presenciales de los secuestros. Siempre hubo esa sensación de que no sabían lo que pasaba, pero ahora en los juicios se vuelve a poner de manifiesto que lo que pasó no sólo le pasó a los afectados directos, porque hubo toda una burocracia del Estado en funcionamiento y de eso sabíamos todos, pero recién ahora todas esas memorias están jerarquizadas.

¿Cómo fue ese proceso de silencio en que se sumió tu familia?

Lo que pasó es que en mi familia también había disputas sobre de quién era la culpa de lo que había pasado, que creo que es algo que atraviesa a muchas familias. Frente a un hecho tan dramático al que no se le encuentran respuestas, se intenta darlas a partir de culpabilizar a la víctima, que es un mecanismo que conocemos bastante bien.

¿Cómo fue el proceso de investigación?

Ese camino fue a lo largo de los años, ahora lo puse todo junto, pero yo he ido buscando y dejando de buscar alternativamente durante toda mi vida, con las posibilidades según la edad y según el tiempo político. No es lo mismo salir a buscar testimonios cuando estás dentro de una organización como H.I.J.O.S., donde te reconocés en el mismo pasaje del silencio a la acción y a la puesta en palabras, a cómo se revalorizaron sus historias como colectivos políticos y como personas individuales. Entonces, más allá de que hubo un proceso de investigación específico para este libro, muchas de esas voces ya me habitaban.

¿Sentís que reconstruiste la historia de tu mamá con esas voces?

Creo que la reconstruí y sé que estoy eligiendo un recorte de esa historia, como siempre que se hace literatura. También está la pregunta válida de si yo no construí una madre a mi medida, y puede ser que sea así. Y también soy consciente de que, más allá de cómo haya sido ella, sé que hay un lenguaje del amor y de la maternidad que se inscribe en el cuerpo y por eso también la puesta en valor de lo que es un cuerpo y el cuerpo de la madre. Más allá de que es un recorte, esa es la madre que he tenido y con la que he convivido durante todos estos años de ausencia.

¿Y cómo es la convivencia con una ausencia?

Es difícil porque, al no haber un cuerpo, muchas veces una es la que pone el cuerpo y se complica la necesidad de poder construir tu propia voz a pesar de sentir, como en mi caso, que tenía la obligación de transmitir su historia a mis hermanos y a todos los que no habían querido escuchar lo que yo sí escuchaba. Y puesto ahora en un libro, en esa construcción, a mí me alivia, porque ya no es que la cargo en mis espaldas o le pongo el cuerpo para sentir el dolor donde no había dónde sentirlo, sino que da la posibilidad de poner a circular esa voz, que se escuche y que cada uno haga el proceso que pueda.

¿El libro ayudó a romper el silencio?

Yo lo hice pensando principalmente en mis hermanos. Creo que para ellos se abrieron muchas cosas y para cada cual será distinto, no sé si se terminó el silencio, pero sí algo se movió.

¿Qué sentiste cuando terminaste el libro?

El día que lo terminé me di cuenta de que era 2 de febrero, la fecha en que mataron a mi mamá, según su partida de defunción. Después me tomé dos o tres días más y el día que lo envíe a la editorial me llaman del Juzgado Federal para decirme que tenían la partida de defunción definitiva de mi madre. Eso te da la pauta de cierta sincronía, del orden del alivio. Ahora es hora de vivir mi propia vida. No es que no la haya vivido, pero sí como de separarse, que es una de las tareas principales cuando uno nace.
 

La militancia

¿Por qué escribir un libro con tu historia?

Porque esto no es una cuestión íntima, esto es un proceso social, político, es una memoria que nos afecta a todos y todas y porque creo que lo íntimo y personal es político, es algo que llevo en el cuerpo. No es que tenía que saldar algo solamente con mi familia, lo que quería era reponer la historia de un corazón generoso, esa experiencia de la militancia y también esta búsqueda que llevamos adelante los sobrevivientes, pero que es una historia colectiva, sin dudas.

¿Te sentís una sobreviviente?

Sí, en el mejor sentido, porque llevo las cicatrices en el cuerpo y no es que me hayan torturado, pero sí estuve presente en ese momento, fui víctima de los muros de silencio, de las versiones políticas que se dieron sobre lo que pasó en los 70, sobre quiénes eran los desaparecidos, sobre la impunidad. A todo eso sobrevivimos y en ese sobrevivir está la resistencia de haber seguido pidiendo justicia, de haber seguido haciendo memoria.

¿Por qué elegiste esa foto de tu mamá para la tapa y la contratapa, la de ella entrando y saliendo del mar?

Me parece que es representativa en el sentido de que la identificación de los huesos la trajo de nuevo a nosotros, a sus hijos, su familia, amigas; la trajo para despedirla. Y de alguna manera es eso, la vemos para despedirse.

 

 

Escuchá la entrevista que le hizo Radio Universidad a Marta: Debate, reflexión y militancia feminista, Marta Dillon en Mendoza

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