Los viejos oficios resurgieron con la crisis que arrastra la pandemia

Con la caída del poder adquisitivo y ante el aumento de precios en los artículos nuevos, modistas, zapateros y técnicos de electrodomésticos son algunos de los trabajos con mayor demanda. Unidiversidad rescató algunas historias.

Los viejos oficios resurgieron con la crisis que arrastra la pandemia

Foto: Unidiversidad

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Efecto pandemia

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Unidiversidad / Ernesto Gutiérrez

Publicado el 11 DE OCTUBRE DE 2020

La mayoría de la gente diría que llevar a reparar un electrodoméstico, reciclar un vestido o un par de zapatos eran tareas del pasado. Pero en estos tiempos de crisis, con los precios cotizados en dólares y una inflación en suba, esas tareas han regresado y hoy se piensa dos veces antes de tirar o regalar algo que se pueda arreglar.

A raíz de los recientes ajustes económicos, profundizados aún más por la cuarentena, algunos viejos oficios comenzaron a resurgir en los últimos meses. Entre ellos se destacan los zapateros, modistas y técnicos en electrodomésticos  quienes afirman que, en el último tiempo, incrementó exponencialmente su clientela.

A pesar de la liquidación anticipada y las superofertas, las ventas en ropa cayeron hasta un 32% en comparación con el año anterior, según dio a conocer en su último informe de septiembre, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). Esta situación, en la industria de la moda, favoreció a las modistas, prestas a zurcir, remendar, achicar y agrandar aquellas prendas que continuarán luciéndose en la pasarela de la vida.

“La crisis me benefició totalmente, los trabajos aumentaron en un 40% desde comienzo de año”, aseguró María Luisa (69), modista con más de 40 años en el rubro a Unidiversidad.

Jubilada ya como docente, decidió retomar este antiguo y olvidado oficio. Sus manos y máquina de coser se las ingenian para crear y arreglar todo tipo de atuendos. “Lo que más trabajo sale son los arreglos, pero también tengo mucha gente que me trae telas para confección. Digamos que trabajo hubo siempre, pero la verdad que en este último tiempo hay mucho más. Casi que una no da abasto”, afirmó la experta en corte y confección.

Para esta modista de medio tiempo, la situación de los chicos es especial: “Desde principio de año los padres le compran los guardapolvos, uniformes y equipos de gimnasia grandes y vienen para que les haga el ruedo, y después vuelven para que les alargue el ruedo, porque no se puede estar comprando cada vez que los chicos crecen. Con esto de la pandemia, varios padres me han hecho llegar mucha ropa de chicos que han heredado de los hermanos mayores y hay que hacerles unos arreglitos para que queden perfectos. Ellos me cuentan que la situación esta mala. Se hace difícil comprar ropa para todos, por eso tratan de hacerle algunos arreglos a la ropa de entre casa”, relató María Luisa.

Además precisó que los pedidos alcanzan también a la confección y arreglo de cortinas, sábanas y fundas de sillones, cuyo costo representa sólo el 30 % del de un producto ya manufacturado.

Zapatero en tus zapatos

Por su parte, los zapateros también sienten los cambios. “Tiempo atrás, cuando el cambio nos favorecía mucha gente viajaba a Chile y compraba allá. El calzado era casi descartable. Si se rompían, la gente los tiraba, chuzaba la cordillera compraba uno nuevo y listo. Hoy en día, por la crisis que afronta el país, ha hecho que nuestro trabajo sea sumamente necesario para estirar la vida útil del zapato y por eso estamos cargaditos de trabajo. Te diría que aumentó un 30% la gente que llega por el arreglo de un zapato”.

La afirmación pertenece a Juan Carlos (63) quien desde hace más de 35 años se dedica a reparar calzados. Retirado de esta profesión de familia en 2012 por cuestiones de salud, decidió retomarla luego de su trabajo como metalúrgico por las mañanas. En su viejo garage repara los cientos de calzados que llegan por semanas. “Hacía más de 8 años que había colgado los guantes de esta profesión. En abril retomé este trabajo de familia y me ha ido muy bien. Unos pesitos extras no vienen mal en estos momentos de incertidumbre que se viven”, expresó Juan y sumó: “La decisión de retomar esta profesión vino de la gente del barrio. Un día un amigo me pidió que le arreglara los borcegos del trabajo, luego una mamá con unas zapatillas y así comencé hasta que en abril arranqué”.

Este provecho colateral del aumento en los precios, se evidencia en los más de 15 pares semanales que Juan Carlos recibe para remendar, reparar, teñir y hasta modernizar. “Debido a la crisis económica, antes de tirar un par de zapatos porque la suela está gastada, o deshacerse de un bolso o mochila a la que se le rasgó una correa o a la que hay que cambiarle el cierre, son muchos los mendocinos buscan repararlos a fin de cuidar el bolsillo. Por ejemplo una bota en la que estoy trabajando ahora, le saqué el taco que tenía y estaba gastado. Tengo que ponerle un taco chino, que ahora está de moda. Así la misma bota se puede usar varios años”.

En un par de meses se empezó a incrementar más los pedidos. Lo que se puede arreglar, se arregla y lo que no… bueno, la gente insiste. Sabemos que la situación es complicada y que la gente no sabe cómo llegar a fin de mes. Hacemos lo que se puede. Incluso antes, cuando teníamos el taller, solíamos tener miles de pares de zapatillas y zapatos apilados que no se retiraban y que con el paso del tiempo los tirábamos, nadie los quería. Hoy muchos chicos de bajos recursos pasan y pregunta si tenemos algún zapato para dar. Es un verdadera tristeza”, relató el zapatero.

Pero la tarea de Juan no termina ahí, el hombre que se considera un artesano del calzado agregó que la demanda además de crecer también se diversificó: “Además de botas, zapatos y zapatillas se suman las composturas de bolsos deportivos, carteras, portafolios, valijas y hasta mochilas ahora que los niños, niñas y adolescentes no concurren a los colegios. Hasta me traen pantalones para que le cambien el cierre”, afirmó.

Juan Carlos resaltó que las zapatillas y los zapatos escolares son los calzados que más reciben. “El arreglo de una zapatilla o un cambio de suela puede costar entre 700 y 1000 pesos y queda como nueva. Un arreglo de botín de futbol rondan los 1200 pesos, dependiendo del material que se utilice en su reparación. Un cambio de taco o suela, sea de hombre como mujer ronda los 700 a 1000 pesos, y en este momento uno no puede comprarse una zapatilla por ese costo”, precisó.

En relación al incremento en los precio, Juan indicó que prefiere mantenerlos estables y conservar a los clientes, “todo sube, pero nosotros mantenemos los mismos precios desde el comienzo”, y agregó: “Para iniciar el trabajo hacemos lo que siempre se hizo: pedimos una seña del 50%, y el resto cuando se retira; porque nosotros tenemos que comprar los elementos que usamos para los arreglos, suelas, plantillas y pegamento, además hay que asegurarse”, concluyó el zapatero Juan.

Los técnicos de electrodomésticos se suman a la lista de beneficiados por la crisis

Ya no es momento de comprar; ahora se arregla y se recicla y esto se nota en el rubro. Martín (35), técnico especializado en refrigeración y electrodomésticos, afirma que hay una tendencia marcada en arreglar los electrodomésticos viejos antes que comprarlos. “Con el aumento de precios que han tenido lavarropas, cocinas y televisores, ni hablar de las heladeras, sumado a la pérdida del poder adquisitivo que impide adquirir uno nuevo, en los últimos meses ha repuntado un 70% la actividad dedicada en arreglar aparatos de uso hogareño”, afirmó.

Aunque en los artefactos económicos es casi impensado que se hayan incrementado los arreglos. Sorprende saber que también se registró una suba. “Si bien es cierto que el costo de las reparaciones también se incrementó bastante, en la crisis actual aún sigue siendo más barato llevarlos al taller, que tirarlos y comprar uno nuevo. Los costos de reparación aumentaron mucho, también los repuestos. Por ejemplo un cambio de rulemanes de un lavarropas pasó de 1000 pesos hace 3 años a casi 6000 pesos. Un costo muy distinto a lo que sale un nuevo lavarropas que no baja de los 30 o 40 mil pesos", dijo el técnico.

Además, agregó que lo que se ha incrementado también es el arreglo de aparatos estándar, cuya reparación sale más barata que la de los premium. “Con las heladeras pasa lo mismo. Hoy una básica nueva ronda los 39 mil pesos y reparar el motor con frezzer cuesta unos 8000. En cambio cuando se rompe un lavarropas, heladera o un equipo premium que va desde los 60 mil en adelante, mucha gente decide comprar un lavarropas común, de menor calidad, pero más accesible. La tendencia de arreglar lo usado se nota solamente en los equipos indispensables, ya que ante la crisis, la gente dejó de arreglar los más pequeños como son las licuadoras, secadores de pelo o afeitadoras”, finalizó Martín.

 

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