Meriendas en la escuela: rápidas y fáciles, pero insalubres

El 75 % de los niños que hace colaciones entre comidas no ingiere los nutrientes necesarios. La importancia de una buena alimentación. Mirá lo que recomiendan los médicos.

Meriendas en la escuela: rápidas y fáciles, pero insalubres

Imagen ilustrativa tomada de esmas.com.

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Unidiversidad / Mariano Rivas

Publicado el 05 DE ABRIL DE 2018

Alfajores, chocolates, golosinas, jugos artificiales, gaseosas... La lista sigue. Los chicos en edad escolar están familiarizados con ciertos snacks que son fáciles de conseguir en el quiosco del colegio o que se llevan desde sus casas, pero estas meriendas no son las ideales.

Así lo manifestó en un artículo el pediatra porteño Diego Montes de Oca –conocido en los medios por ser columnista en el canal América de Buenos Aires y por su página web – en el que resaltó que ocho de cada diez niños come un snack todos los días, y en al menos seis casos es de muy mala calidad y afecta su salud. “Es fundamental que sea un alimento sano, que ayude a mantener la energía para que los niños puedan rendir todo su potencial”, justificó el médico.

¿Qué debe aportar la merienda para ser considerada saludable? Vitaminas y minerales, como son las vitaminas A, D o B12; ácido fólico, hierro, calcio y zinc, además de proteínas y fibras. No debe tener muchas calorías ni grasas.

Estos alimentos pueden ser:

  • Lácteos
  • Frutas frescas 
  • Frutos secos
  • Verduras
  • Cereales integrales

La doctora María Eugenia Pignolo se desempeña en el Servicio de Pediatría del Hospital Universitario de la UNCUYO. En el mismo sentido, destacó que las familias recurren mucho a bocados rápidos, fáciles de adquirir, y que los chicos los prefieren porque los encuentran más ricos. “Hay un aumento en la cantidad de niños obesos que tenemos a nivel mundial, y la Argentina también sigue las tendencias mundiales”, puntualizó.

De todas formas, la pediatra remarcó a Unidiversidad que “no es solo lo que come en la escuela […] Todo ayuda, estamos de acuerdo, pero podríamos reforzar en la escuela lo que hacemos en la casa. No es por lo que come en el colegio que el niño está mal nutrido”. El mismo ritmo de vida que hace que los chicos consuman snacks rápidos, provoca que en el hogar se prioricen opciones similares.

El trabajo externo y las múltiples actividades que ocupan nuestro tiempo se suman a la responsabilidad de preparar la comida para la familia. “Y a la hora de organizar la comida familiar es más fácil hacer fideos con manteca y queso que ponerse a cocinar una sopa de verduras”, ejemplificó Pignolo.

 

Opciones sanas para alimentarse

Una propuesta que podría contribuir a solucionar el problema de la mala alimentación en los establecimientos educativos es la de reemplazar el contenido de los quioscos o establecer dispensadores de comida saludable.

“Podrían tener en esa máquina expendedora frutas como bananas, manzanas, mandarinas, peras; se pueden tener pochoclos, galletitas integrales, copitos de maíz, cereales inflados, del tipo trigo inflado natural o levemente azucarado, y ofrecer más que nada agua como medio de hidratación”, detalló la pediatra.

Además, Pignolo señaló que “podría ser una estrategia también dar talleres mensuales o cada dos meses, tanto a los padres como a los maestros, sobre alimentación saludable”.

 

 

No es sólo la comida

En pos de un crecimiento y desarrollo adecuado, un rendimiento psicofísico óptimo y una reducción del riesgo de enfermedades crónicas durante el resto de la vida, la alimentación –en los niños en edad escolar y en cualquier persona– solo es uno de los factores que intervienen.

A grandes rasgos, el triángulo se completa con la actividad física y los hábitos de sueño. La doctora Pignolo acusó el reemplazo en los niños de la actividad al aire libre por horas “sedentarias” de juego, sentados frente a una pantalla. Incluso, “la actividad al aire libre secreta endorfinas, y la secreción de endorfinas también tiene que ver con el humor”.

Por el lado del sueño, su falta “se nota más” que la mala alimentación en lo que hace al rendimiento escolar, destacó Pignolo. Sin embargo, van de la mano: “Hay un estudio que dice que el niño mal descansado también aumenta su ingesta de alimentos con rápida disponibilidad energética, como los azúcares, porque eso te energiza en el momento […] entonces uno recurre al hidrato de carbono fácil, al chocolate, al alfajor, algo que rápidamente le aporte azúcar a las neuronas”, subrayó la doctora.

 

Los niños, los más vulnerables

La pediatra explicó que los chicos tienen un mayor gasto energético por peso corporal y poseen más necesidad de proteínas. Sumado a esto, usan en forma relativa más cantidad de grasas, tienen más necesidades de calcio, la termorregulación de su cuerpo (control de la temperatura) no es óptima y son más vulnerables a los factores externos, como los golpes de calor y la deshidratación resultante.

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