“Muero por volver a filmar”

El realizador cinematográfico y hoy presidente de Radio y Televisión Argentina, Tristán Bauer, llegó hasta Mendoza para hablar de la importancia de democratizar el conocimiento desde los medios públicos. Además, hizo un recorrido exhaustivo por los medios de la universidad y fue entrevistado para el programa En la caja, que se ve por Señal U. Un artista que sobrelleva en su cotidianidad la tensión interna entre sus roles creativo y político.

"Muero por volver a filmar"

Foto: Cristian Martinez

Cultura

Unidiversidad

Emma Saccavino

Publicado el 05 DE DICIEMBRE DE 2013


Disímiles engranajes nos ponen en movimiento. Curiosidad, inquietud, asombro, motivación, funcionan como propulsores vitales. En el cineasta y militante Tristán Bauer opera el motor de la fascinación. Ese sentimiento que involucra una atracción a la que es imposible resistir es, tal vez, el que lo condujo a vislumbrar con solo 14 años la idea de hacer cine.

“Estaba totalmente convencido. Veía a mis amigos que dudaban, hacían tests vocacionales; yo, en cambio, tenía la certeza de que lo que me conmovía, el deseo y la voluntad, iban por ese lado”, confirma el también actor y hoy presidente de Radio y Televisión Argentina SE (sociedad del Estado que aglutina la TV Pública, Radio Nacional y Radiodifusión Argentina al Exterior), que la semana pasada llegó hasta la Universidad Nacional de Cuyo para visitar el nuevo sistema de medios públicos y dar una charla en una materia que, desde que inició su camino político, se ha convertido en su meta: “La democratización del conocimiento en los medios públicos”:

Pasamos, en modo paneo, por su activo movimiento como artista: en 1982 se graduó como director en el Centro Experimental del Instituto Nacional de Cinematografía. Fundó junto con otros documentalistas el grupo Cine Testimonio, que buscó evidenciar desde su mirada la realidad social argentina. Creó filmes como Después de la tormenta (su premiada ópera prima), la célebre Iluminados por el fuego y documentales como Cortázar; Evita, la tumba sin paz; Los libros y la noche, y Che, un hombre nuevo.

Pero muy lejos de quedar encorsetado, y tal vez impulsado por idéntica fuerza, expandió su pasión más allá de las fronteras de la cinematografía y llevó a la experiencia palpable un sueño de muchos. Así nació el Sistema Nacional de Medios Públicos, que convirtió a la Argentina en un horizonte a seguir por el resto de los países de América Latina. La primera evidencia fue abrumadora por su contundencia: Encuentro, el primer canal federal que demostró que se puede construir una “caja viva”.

Pensaba Tristán que con esto cerraría su paso por la militancia política para volver a su amor primario, pero el proyecto lo abdujo: “Sigo teniendo la fantasía de volver al cine. Lo que pasa es que estamos inmersos en una dinámica histórica, tanto aquí como en América Latina, que me obliga a seguir aportando desde este lugar. Y no lo digo como sacrificio, porque a pesar de las dificultades tengo un profundo agradecimiento a ser parte de esta transformación. Me sigo considerando un animal cinematográfico, pero siento que es muy importante lo que estamos haciendo”, le decía hace un tiempo a un cronista de Página/12.

Esta misma tensión se reflejó en la charla que mantuvo con el periodista mendocino Alejandro Rotta en el set del ciclo de entrevistas dirigido por Chino Flores En la caja (se ve por Señal U). Nos asomamos desde las letras al episodio que la audiencia del canal de TDA verá en unos meses.

Estructurado en bloques temáticos, el diálogo entre estos congéneres se tornó cálido, profundo. Al hablar de su vocación como creador de mundos alternativos audiovisuales, todo en Tristán se tiñe de spleen. Conozcamos, entonces, a este cineasta militante desde su voz.

   

La pasión de Tristán Bauer

Tendría 12, 13 años y estaban dando Milagro en Milán cuando descubrió qué quería hacer con su vida. Si bien sus padres siempre lo apoyaron, recuerda que era una época complicada. “La más terrible, porque terminé el secundario durante la dictadura”. La única escuela de cine era por  entonces la Nacional, que dependía del Instituto, con un examen muy difícil. “Había sesenta aspirantes y entraban solo quince. Al principio pensé que no había pasado y por eso me anoté en la Escuela Panamericana de Arte. En aquel entonces había 40 personas estudiando cine en el país”.

Su obra cinematográfica está atada a la memoria, y esto tiene que ver con una búsqueda de la identidad que, en definitiva, es una construcción. “Soy de los que piensan que no podemos avanzar ni como individuos ni como sociedad si no somos capaces de evaluar nuestro pasado. No con ánimo de fijarnos en la nostalgia ni en el regodeo de una herida, sino para proponer una mirada sobre el pasado, con voluntad de avanzar hacia el futuro. Hay que analizar los errores, los aciertos y los conflictos, y las dificultades para verlos”.

¿Cómo fuiste definiendo tu perfil?

Me siento muy hijo del neorrealismo italiano; su textura, su propuesta formal, las temáticas que abordan. Además, nací en el 59 y me tocó conocer el cine de autor más conmovedor. Me refiero a aquella etapa de (Luis) Buñuel, (Luchino) Visconti, (Ingmar) Bergman, Robert Bresson. Realmente una maravilla lo que suscitaba en nosotros esa sala oscura, las discusiones posteriores… Era algo muy profundo e intenso, la verdad me marcó mucho.

Pueden establecerse en tu cine dos líneas: el cine como herramienta de cambio social y el cine como vehículo de profundización ideológica. ¿Eso viene también de esa época o es parte de ese resabio dictatorial?

Pienso que está asociado a la militancia política. Desde muy chico me apasionó la realidad, el momento que nos tocaba vivir: aquel momento de Salvador Allende, la llegada de Cámpora, las posibilidades de transformación en América Latina. Y después, como un golpe terrible, el haber vivido la dictadura, que conllevó una ferocidad espantosa y la pérdida de muchos compañeros cercanos que me ha marcado hasta el día de hoy. Todas estas huellas quedan inevitablemente en tu obra.

Sos también docente de la escuela de cine. ¿Cómo ves la evolución desde la creación de la carrera, cuando había pocos alumnos, a hoy, una etapa en que las aulas desbordan? ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Cambió todo. El cambio ha adquirido tal profundidad que me cuesta expresarlo. Para empezar, cuando nosotros estudiamos no teníamos video, por lo que no podíamos hacer prácticas de ese tipo; todas eran en cine, muchas en 35 milímetros. Solo esto ya es un cambio enorme. Pero lo que se transformó profundamente es la concepción acerca de lo que consideramos como cine: hoy el mundo audiovisual es radicalmente distinto de lo que conocimos como cinematografía clásica. Estamos en otra era en materia de comunicación y, aunque me gusta ir al cine, lo veo y me sigue resultando fascinante la sala oscura, puedo decir que el cambio se ha dado en todos los terrenos, es radical.

A los de nuestra generación, el haber acompañado el avance de la tecnología nos ha hecho crecer, ¿cómo te llevás?

Para mí es como una bendición. Yo fui el que traje el primer AVI  (por Audio Video Interleave, un formato contenedor de audio y video lanzado por Microsoft en 1992, y un sistema de edición) a la Argentina. Nosotros editábamos en moviolas, esas máquinas enormes. Un día agarro un folleto y veo este sistema nuevo, que era básicamente lo que trabajábamos con los rollos y la cinta de sonido llevado a la computadora. “¡Es una genialidad, no lo puedo creer!”, me dije. Y con ese catálogo, pensemos que estoy hablando de un tiempo en que no existía Internet, traje el primer equipo a la Argentina, y cuando me senté frente a eso estaba maravillado. A partir de esto se generó un avance muy grande en el lenguaje y se abrieron muchísimas posibilidades.

Iluminado por la memoria

Sobre el rodaje de Iluminados…, Bauer recuerda que con el viaje a las Islas Malvinas sintió una fuerte conmoción. “Filmar allí fue una de las experiencias dramáticas más intensas que he vivido”, dice. Iluminados por el fuego recibió 15 galardones y ocho nominaciones de distintas instituciones y festivales nacionales e internacionales, como el Goya a la mejor película extranjera de habla hispana.

Otra de sus creaciones más celebradas fue Cortázar (1994), un documental biográfico sobre la vida y obra del cronopio eterno. El relato está construido a partir de sus textos y sus testimonios, y ensambla la entrañable voz de erres arrastradas con la voz del actor Alfredo Alcón.

En 2010 dio Tristán su, hasta ahora, último y brillante paso por el cine con Che, un hombre nuevo, que les demandó a Tristán Bauer y a Carolina Scaglione  más de 12 años de investigación. Considerada la biografía más completa que se haya hecho sobre Ernesto Guevara, traza una nueva mirada sobre este admirable personaje, asesinado a los 39 años.

Desde el sillón de la escenografía de En la caja, Tristán mira atento los fragmentos de sus películas. La nostalgia se torna perceptible en su mirada. Sus últimos años como funcionario público le han exigido ralentizar su marcha creativa como realizador. Y así lo vive: “¡Cuántas películas!...”

Me imagino que estas imágenes motivan profundos recuerdos…

Sobre todo, el deseo de volver al filmar. Muchas veces sueño con esto. Con las nuevas tareas que tengo no dispongo de tiempo, tengo la responsabilidad centrada en todo lo que estamos haciendo, pero aun así este aparece como un deseo muy fuerte.

Hablemos de una de tus películas más populares. ¿Cómo llegaste a la historia de  Iluminados…?

Un día llegó a mis manos un libro de un excombatiente en el que cuenta su experiencia. Conocí al autor, y ese encuentro se transformó luego en una profunda amistad, viajamos a Malvinas y decidí entonces contar ese conflicto desde los ojos de un joven que fue llevado allí. Creo que la narración de Edgardo (Esteban, autor del libro homónimo) es, en este sentido, muy vívida, muy atractiva.

Hoy hablamos mucho de Malvinas, pero hasta no hace tanto era un tema que casi no se tocaba. Incluso algunas situaciones terribles, como la cantidad de suicidios que hubo en la posguerra, que estaba absolutamente tapado, tiene que ver con la investigación que hicimos para esa película. Aparecieron también los datos matemáticos que hablan de cómo los argentinos le dimos la espalda a Malvinas en todo el período de “desmalvinización”. Elegí mostrarlo desde la forma de la ficción y no desde el documental, que es el otro terreno en el que me muevo.

Siempre voy a estar agradecido de Néstor Kirchner. En ese momento él era gobernador de Santa Cruz, y recuerdo que apenas le conté del proyecto me ofreció su total colaboración. Sin su ayuda, la película no existiría.

Como parte de una generación que fue susceptible de ser embarcada en un avión para ir a Malvinas, ¿cuánto de ese Tristán hay en el filme?

No tanto. Si bien últimamente sueño de forma recurrente con hacer una película sobre mi militancia en los 70 en la escuela secundaria y me siento íntimamente vinculado a ese mundo, con cómo eran las relaciones humanas, cómo las amorosas, cómo esa cuestión de la adolescencia y la militancia política, y soy eso, y podría contarlo, veo la de Malvinas como una historia de otros compañeros, y por eso justamente mi atracción hacia el libro de Edgardo. Parece mentira, pero hay una ruptura generacional entre los que nacimos en el 59 y los que nacieron en el 62: yo soy el último eslabón de aquella generación de los 70, y Edgardo, por una cuestión simplemente de edad, es el primero de esa generación que vos estás describiendo.

Tomaste también personajes como Borges o Cortázar. ¿Hay algún otro escritor que ande dando vueltas?

La verdad, me gusta muchísimo la relación entre cine y literatura, he hecho también un video sobre San Juan de la Cruz y el gran poeta Juanele Ortiz, pero no es un campo en el que piense volver a ahondar. Estoy pensando más en ficciones en estos tiempos.

¿Podés adelantar alguna que se te esté ocurriendo?

La que te acabo de contar es algo que tengo pendiente: tomar la adolescencia y el amor bajo la militancia política. Nosotros trabajamos ya en este campo desde la producción con la Televisión Pública y una productora en Infancia clandestina. Es una película excelente y muy rica en la reconstrucción conceptual de la época. Y ese es un mundo que me interesa abordar en este momento.

Despabílate, tele

Tristán entiende que los medios públicos tienen que desempeñar una función social que apunte fundamentalmente hacia el aprendizaje, la autoestima y la construcción de identidad de los argentinos.

Las primeras concreciones de este proyecto ideológico fueron Encuentro y Paka Paka, cuya intención era y es “romper con los modelos que nos vienen del Norte, generando una TV donde nuestros chicos se vean identificados, que se abra a la diversidad de la niñez argentina y donde no todo esté tamizado por el español neutro”. Fue entonces cuando llegó la convocatoria de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para asumir la conducción de la TV Pública.

Bauer reconstruye los avances: “Cayó en un momento muy importante de transformación tecnológica en el mundo. Cuando empecé, todavía estaban operativas las cámaras del Mundial 78; ahora transmitimos casi íntegramente en alta definición. En aquel entonces ni siquiera medíamos, y hoy en día marcamos rating hasta en Ibope. Hicimos una tarea grande en la instalación de la TV digital terrestre en escuelas rurales, hay más de 10 mil que ya están conectadas. En este momento, gracias a este sistema, que cubre el 70 por ciento del país, más el satelital, llegamos de La Quiaca a la Antártida”.



Mientras vos soñás con hacer cine, nosotros soñamos con que sigas en esta función…

Es una tarea muy ardua. Estoy muy agradecido por todos estos años, que han significado un esfuerzo tremendo. Claro que vale la pena, pero bueno, el amor al cine sigue vivo.

¿Cuál es el escollo más grande que has encontrado en tu camino como funcionario?

Creo que la tarea del constructor está directamente asociada a la palabra "dificultad". Siempre hay dificultades en el hacer. Mucha gente mira desde la crítica y reposa sentada, pero cuando asumís la tarea de construir, sabés que la obra que estás haciendo implica un avance para los niños, para la educación, para un país, para la democracia.

Cuando trabajás desde esa conciencia aparecen muchos escollos, pero sabés que son parte del desafío. Y en este camino vas dejando señales en todo sentido: señales de televisión y señales simbólicas de ese cambio. Y en este sentido creo que lo audiovisual, el cine, la fotografía, el video, los canales de televisión tienen un rol fundamental en nuestra sociedad. Lo que puede una imagen, ¿no? Igualmente no creo en aquello que dicen de que vale más que mil palabras, porque llega ahí el poeta y con dos palabras construye millones de imágenes, y a vos como ser humano te coloca frente al infinito.

¿Cómo creés que debería ser un canal universitario?

Creo que debe reflejar lo que es esa universidad. En estos canales lo fundamental es la identidad. Y para eso hay que pensar qué es lo que da identidad, cuál es la razón de ser de la universidad. La universidad es un volcán de conocimientos. Ahí están los científicos que investigan, están los docentes, la presencia de los estudiantes, que son el cuerpo. Una universidad es también uno de los motores fundamentales de la sociedad. Cuántas ideas, cuántos procesos, cuántas revoluciones han surgido de ellas.

Entonces tenemos que ser capaces de transformar ese pensamiento, que a veces se hace palabra, esa energía creadora, en imágenes y sonidos, y ponerla en la caja con un determinado branding para fortalecer esa identidad. Quien tiene que ser muy hábil en esto es el conductor del proceso. Porque nosotros, los que venimos de la televisión o del cine, somos muy propensos a cerrarnos, a decir: “Esto es nuestro y vamos a trabajar con este lenguaje determinado”, sin tener en cuenta que ante todo se necesita apertura.

La tarea aquí, sin duda, es esta. No en vano, y considero que es una de las cosas más inteligentes de la nueva ley, se le ha otorgado a cada universidad una licencia. Creo que, bien desarrolladas, tienen una potencia muy fuerte, y te aseguro que cuando estás haciendo no ves estas cosas. Cuando hicimos Encuentro éramos 33, la mayoría mujeres muy jóvenes, y sumergidas en la vorágine como deben estar ustedes ahora con Señal U. No ves lo que estás haciendo, no terminás de tomar total conciencia. Luego, cuando pasa el tiempo y te paran, te agradecen y se dan cuenta de lo que se puede generar con un programa, con una idea, es extraordinario.

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