El múltiple femicida Ricardo Barreda murió en un geriátrico el lunes 25 de mayo. En 1992 asesinó a su mujer, Gladys Margarita Mac Donald; a sus dos hijas, Cecilia y Adriana, y a su suegra, Elena Arreche. Estuvo preso 18 años, pero llevaba varios años en libertad condicional.

Barreda murió por "causas naturales", a los 85 años, en un geriátrico de José C. Paz, en Buenos Aires, según fuentes policiales. Era odontólogo de profesión y se encontraba desde el 10 de marzo viviendo en ese lugar tras obtener el alta médica en el Hospital Castex, donde estuvo siete meses por un cuadro de neumonía; también padecía Alzheimer. Sus registros previsionales indican que cobraba una jubilación del Anses desde 2018.

En 1995, Ricardo Barreda fue condenado a prisión perpetua por asesinar a su mujer, sus dos hijas y su suegra. El cuádruple femicidio ocurrió en su casa ubicada en La Plata el 15 de noviembre de 1992. Estuvo preso 18 años en el penal de Gorina por cometer tres homicidios agravados y un homicidio simple. En 2008 obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria y en 2011 se le concedió la libertad condicional.

El 22 de diciembre de 2014, a Barreda se le revocó la libertad por una denuncia de maltrato hecha por su pareja. El juez Raúl Dalto determinó como de peligro inminente la relación y lo mandó a la cárcel de Olmos. "La señora de Ricardo", como la llamaban en el barrio, falleció en 2015. A fines de ese año, el asesino volvió a salir porque se consideró que su sentencia estaba cumplida.

Barreda asesinó a su esposa, Gladys Margarita Mac Donald (57); a su hija Adriana (24), abogada de profesión; a su suegra, Elena Arreche (86); y a su otra hija, llamada Cecilia (26), que era odontóloga. 

Gladys, a la que llamaban "Beba", se encontraba lavando los platos porque recién terminaban de almorzar. Adriana, que estaba sentada a la mesa de la cocina, por esos meses planificaba su casamiento. Cecilia, por su parte, ese día dejaba la casa para irse a vivir con su novio. Elena estaba en su habitación y bajó las escaleras tras escuchar los disparos, informó Página/12.

Tras asesinar a su familia, Barreda arrojó la escopeta a un arroyo, durmió la siesta, fue al cementerio a visitar las tumbas de sus padres y se reunió con su amante. Intentó fingir un robo en la casa y desordenó los muebles para aparentar que los ladrones habían revuelto la vivienda en busca de objetos de valor. Al llegar al lugar, al subcomisario Ángel Petti le sorprendió que Barreda dijera "Ahí están los cuerpos", y no "Mi mujer, mis hijas, mi suegra". Ante el cuestionario policial, confesó su culpabilidad y contó cómo había recogido cuidadosamente cada uno de los cartuchos para llevarlos al baúl del auto y deshacerse de ellos.