¡No ve que es preciosa!

“Era muy linda, fresca, de pelo oscuro, largo como la lucha”. Así era Graciela Santamaría, estudiante de Artes Plásticas de la Universidad de Nacional de Cuyo, según el recuerdo del artista plástico Gastón Alfaro. La siguiente es una crónica sobre los testimonios aportados en el juicio a raíz de su desaparición en mayo de 1976.

¡No ve que es preciosa!

En la imagen ,Graciela Santamaría, desaparecida en mayo de 1976.

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Publicado el 17 DE NOVIEMBRE DE 2012

Se abrió la ronda de testimonios referentes a la desaparición de Blanca Graciela Santamaría, quien fue secuestrada de su hogar, en el Barrio UNIMEV de Guaymallén, cuando tenía 24 años y cursaba quinto año de la carrera de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo. Su detención se dio en el marco de un gran operativo que duró varios días y en el cual numerosos militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) corrieron la misma suerte.

Al momento del secuestro, en la casa familiar vivía Blanca Lidia con su esposo, Luis Antulio Santamaría, sus hijos- Luis Beltrán y Blanca Graciela- y su nieta –Ana Graciela-. Otra de sus hijas, María Florencia (madre de Ana Graciela), estaba en ese momento presa.

Blanca Lidia del Valle Calderón de Santamaría, madre de Graciela, se presentó con sus 88 años y las huellas del tiempo y la lucha frente al Tribunal. Sin que sus dificultades para escuchar -atendidas por su nieta Ana Vera, que la acompañó durante todo el testimonio- fuesen obstáculo para revivir y contar una vez más su historia, Blanca Lidia relató cómo alrededor de la 1.45 de la madrugada del 15 de mayo de 1976 “sonó el timbre de mi casa, y mi hija (Blanca Graciela) que estaba durmiendo conmigo me dijo ‘Mamá, la policía´...”. Cuando Calderón abrió la puerta, ya había agentes en el fondo de la casa que habían accedido por la del vecino. Se trató de un gran operativo que contó con cerca de veinte personas encapuchadas, la mayoría con uniformes verdes, con armas de diversos tipos y que se movilizaban en, al menos, cinco autos Ford Falcon verdes sin matrícula. Cuando los secuestradores ingresaron violentamente a la casa, le preguntaron a Blanca Lidia quién era la joven en el dormitorio. Les contestó que era su hija Blanca.

Los captores dijeron “Venimos por ella”, “¿por qué?” preguntó la señora. “Porque ha traicionado el movimiento”, respondieron. Luego obligaron a Calderón a encerrarse en el baño con su nieta, menor de dos años, donde estuvieron apuntadas permanentemente. Su marido fue obligado a punta de arma a mantenerse acostado. Se llevaron a Blanca, de quien escuchó por última vez “un grito desgarrador de ‘¡Mamá!”. Al rato de la partida del operativo, volvieron a la casa de la familia en busca de un joven que había sido albergado por los Santamaría y que, aunque Calderón no recordó de quién se trataba, según consta en la querella se trata de Osvaldo Zuin Michelan. El joven ya había logrado escapar a la casa del vecino Héctor Toledo, donde pudo esconderse en la primera parte del operativo, y desde donde el hombre lo ayudó a huir por una pared hacia otra calle, con lo cual se salvó de ser detenido. Zuin cayó en las garras del terrorismo de Estado en enero de 1977 en Córdoba, tras lo cual estuvo en el Centro Clandestino de Detención “La Perla” y luego habría sido trasladado a Mendoza a “Las Lajas”. Integra la lista de detenidos-desaparecidos.  Tras la lectura del nombre de los imputados, Calderón expresó que conocía a Juan Agustín Oyarzábal -Jefe de operaciones policiales-, porque la madre y la hermana del mismo vivían frente a su casa. Comentó que luego de la desaparición de su hija se lo cruzó y le consultó si él no podía hacer o averiguar algo. La respuesta del represor fue: “Deje de pensar esas cosas y críe a esa niñita”, en referencia a la nieta.

Héctor Toledo, jubilado y dirigente gremial y vecinal desde aquellos años, también prestó testimonio en esta audiencia. Ratificó las características y dimensiones del operativo, así como la pertenencia militar y/o policial de los captores. Comentó cómo ingresaron a su hogar y desde allí pasaron a la casa de su vecina. Explicó que luego se encontró con el joven Zuin, quien pudo esconderse en la habitación de Toledo cuando pasaron por allí los efectivos. Cuando vio que los vehículos se marchaban, Toledo fue a la casa de al lado, donde encontró muy maltratado al matrimonio. En ese momento volvieron los efectivos, lo metieron al baño, indagaron violentamente a Blanca Lidia y a Luis, y se fueron. Supo que pasaron nuevamente por su casa y amenazaron con armas a su esposa, hijos y familiares.

Al igual que Blanca Lidia Calderón, reconoció de la lista de imputados a Oyarzábal, por el mismo motivo que la testigo que lo precedió. Pero agregó que desde unos tres meses previos al secuestro de Santamaría, el represor dormía entre semana en la casa de la madre, a donde llegaba y de la que se iba siempre con el mismo auto. Esto, en el marco de la declaración de Toledo de que hacía tiempo ya que venía captando algunas actividades de vigilancia en el barrio. De la lista, dijo conocer también a Fernando Morellato Donna y a Aldo Patrocinio Bruno, en ambos casos, por sus participaciones en clubes deportivos donde se han cruzado.

Blanca Lidia comentó que, tras el secuestro de su hija, hubo presentación de Habeas Corpus y otros trámites de averiguación que realizaron su esposo y su hijo -el abogado Luis Beltrán Santamaría, recordado por apañar al camarista Luis Francisco Miret, destituido en 2010 por denuncias de complicidad con el terrorismo de Estado-. Sin embargo, ella no pudo explayarse al respecto porque no fue informada de los pasos que se siguieron. Sí recordó que tras algunas “cosas” que hizo Luis Beltrán, “alguien lo paró” y le dijo “no te metás con el asunto de tu hermana, no averigües tanto, acordate que vos tenés atrás una familia”. También pudo recordar que durante algunos días, desde su casa se comunicaban con una persona “que estaba en el ambiente” pero que no identifica, y quien les decía no saber nada. Finalmente esa persona dijo que la “habían ubicado”. Al otro día de eso, recordó de manera significativa que un cura del supuesto lugar en el que estaría Blanca “amaneció muerto” por lo cual ella “calcula” que ese informante podría tratarse de él.

El fiscal Dante Vega consultó a Blanca Lidia cómo era su hija menor. La madre describió: “un poco más alta que yo, era muy bonita, muy blanca, y tenía el pelo oscuro y los ojos oscuros”. Tras esto, Vega alzó una foto de Blanca Graciela y su madre exclamó: “¡No ve que es preciosa!”.

 

 

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