Nueva editorial con vuelo cósmico

Se trata de Desvío Cósmico Ediciones una propuesta literaria que busca lograr un espacio de difusión que priorice la producción local de obras muchas veces desplazada por circuitos tradicionales. 

Nueva editorial con vuelo cósmico

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Sociedad

Unidiversidad

Federico Lorite

Publicado el 04 DE ABRIL DE 2012

Una nueva editorial hace pie en Mendoza de la mano de jóvenes desfachatados que buscan un lugar en los espacios de difusión muchas veces negados a obras jugadas, con chispas de humor y relatos de la vida cotidiana.

Se trata de Desvío Cósmico Ediciones que este fin de semana debutó presentando "Cinco Plumas Silbando Bajito": una composición cósmica que reúne relatos breves de cinco autores mendocinos: Claudio Fernández, Fernando Timoner, Javier Piccolo, José Luis Pachmann y Marcos Pérez Lineres.

La presentación de este nuevo proyecto se realizó en el salón Draghi Lucero de radio Nacional, y contó con una propuesta minimalista, con luces ambientales para entrar en la danza del Aquelarre que propuso este colectivo literario que nació como fanzine Desvío Cósmico allá por el 2009.

En su blog desviocosmico.blogspot.com.ar, el grupo nos dice: … “La noche se fue caldeando de a poquito, a las 21:15 nos dieron aire y luego de los anuncios pertinentes a cargo de la locutora de Radio Nacional, se dio paso al desfile de muñecos. El primer invitado especial fue Tomás Fadel, joven y reconocido emprendedor de producciones relacionadas con la literatura, y ahí no más, antes que se arrepienta o algo peor, lo empujamos al escenario a nuestro querido amigo Dani Poxner, que se despachó con sobradas y elegantes alegorías sobre el mal estado de conservación de los hacedores de desvío cósmico…”

Una vez hechas las presentaciones de rigor comenzaron a poblar el escenario los propios autores. Marcos Pérez Linares cruzó varias veces los cuatro puentes del tiempo y nos dejó helados con sus cambios de tonos y la efusividad de su voz. Luego Timoner relató en detalle la vida y obra de Cósimo Andrea Galiani y logró una vez más hacer sonrojar a las señoritas de la primera fila. Javier Piccolo demostró que es la aplanadora de la poesía y el propietario del más fino sentido del humor, un humor agridulce y medio picante. La noche continuó con José Luis Pachmman quien regaló una escena urbana en donde un viejo y rutinario jefe de oficina se deja acariciar su trompa de elefante por su delicada y estúpida secretaria rubia.

En el medio se ensayó una pieza teatral del grupo "La Gironda", cortando un poco el típico ambiente de los letrados y las letristas.

“El principal objetivo de la editorial es lograr un espacio de difusión de obras que de otra manera no lograrían editarse. La difusión, edición y publicación se hace muy difícil en una provincia como Mendoza, en donde el público está cautivo de las propuestas que llegan desde las grandes urbes, principalmente Buenos Aires, y desconoce la producción local, y en donde además no existe apoyo definido y sostenido por parte del estado en lo que respecta a la producción cultural”, explicó Fernández, alias Cosme.

Desvío Cósmico Ediciones piensa seguir editando la producción de autores mendocinos, no sólo en formato de libro, sino también producciones audiovisuales y digitales, provocando además la realización de eventos en donde las letras se conjugan con la música, el teatro, el diseño y la animación. 
“La propuesta está abierta la producción de obras de autores mendocinos que crean en un proyecto autogestionado y auténtico”, agregó el escritor.

Para conocer un poco más de la literatura de esta editorial les presentamos algo de su obra.



Sociologías de la Vida Cotidiana
Por Claudio Fernández

Se dice que somos lo que comemos, es decir que depende lo que ingerimos, bebemos, chupamos y mordemos en eso nos convertimos. Es una fórmula simple, simplista, una receta para describir situaciones sociales y psicológicas complejas con el modesto argumento de saber qué come determinada familia, pueblo, nación o región del mundo. Esta máxima también funciona como moraleja que aconseja comer sano, liviano y poco, medir las colorías y las grasas, saber de dónde provienen los productos y no abusarse de los postres.

A fin de poder dar alguna certeza, y buscando un poco más allá del plato de comida, podemos decir que comer es una parte fundamental de la existencia, es una necesidad básica, una acción que nos permite sobrevivir. Cómo bien lo saben los moribundos, tener apetito es un deseo que nos aleja de la muerte. Si hablamos de deseo hablamos del placer, y si hablamos de placer hablamos del goce, y ahí recién entonces la fórmula ser-comer adquiere un sentido existencial más interesante: como lo que deseo- soy lo que como-deseo lo que soy.

A pesar de la simplicidad de esta fórmula, o quizás justamente por eso, saber a ciencia cierta lo que comemos no da por sí mismo demasiadas respuestas. Hoy soy un hueso de osobuco, mañana un guiso de lentejas, más tarde una pastaflora, el domingo que viene una molleja. De esta manera sigo sin entender nada de mi existencia. Esta receta no me está dando soluciones sino más bien certezas y pistas que no me llevan a ninguna parte. Siguiendo la máxima que me asegura que soy lo que como no puedo llegar muy lejos, este adagio no me sirve para lidiar con los problemas cotidianos, no me da garantías de poder aliviar la angustia, el sufrimiento o el dolor de espalda. Estoy saciando mis deseos, estoy salvando mi vida, me alejo de la muerte, pero sigo sin entender el porqué de tantas cosas.

Ahora bien, si hacemos el ejercicio y nos tomamos el trabajo de leer las cajas de cartón y los latas que contienen los productos alimenticios, nos daremos cuento que es muy difícil saber qué estamos comiendo, y en consecuencia, saber quiénes somos. Un afán cientificista se nos apodera de golpe y nos propone buscar las etiquetas y leer los ingredientes. Este afán de certidumbre tiene la medida de la estupidez y nos decepciona al instante. Para saber quién soy tendré que acudir a un químico, bromatólogo o a un médico que me ayude a descifrar el acertijo de aminoácidos y glucosas que se mezclan en mi estómago. Los alimentos empaquetados y cerrados al vacío contienen algo que jamás sabremos bien que son, pero que tal vez en ellos está la respuesta.

Sin querer darme por vencido en la primera lata de sardinas, seguí buscando, y en esa exploración que dejó patas para arriba la alacena, me encontré con una pista, una iluminación, una esquiva explicación, que si bien sigue siendo compleja me ha calmado en algo la incertidumbre. Me he dado cuenta que comer el contenido de algunos envoltorios resulta ser una fantasía. Si no me creen hagan la prueba o confíen en mi experiencia. Tengo en mi mano una caja de Gelatina Exquisita sabor Cereza, según reza las letras grandes, pero ese es sólo el nombre comercial, porque debajo, bien chiquito, se puede leer: polvo para preparar jalea de fantasía dietética de contenido glucidico reducido sabor a cereza. Esta caja me está diciendo que mis deseos de comer gelatina son exactos pero no son posibles, lo que en realidad voy a comer es jalea de fantasía con gusto a cereza. No es una gelatina lo que quiero comer, lo que necesito, lo que deseo, en definitiva lo quiero ser es más bien una fantasía de gelatina. No hay engaño, no hay mentiras, tampoco gelatina, simplemente una certeza: hoy mi existencia es una fantasía con gusto a cereza.