Nuevos testimonios prueban la activa participación policial en la dictadura

El sentido relato de Georgina Ramona Vuletich, cuyo marido fue secuestrado y asesinado durante la dictadura, refleja la sistemática participación policial en los hechos más sombríos que atravesó la provincia y el país. En la jornada de ayer del juicio contra los represores completó el duro testimonio de la viuda la declaración de un ex agente, quien señaló a dos de los imputados como miembros activos del D2.

Nuevos testimonios prueban la activa participación policial en la dictadura

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Penélope Moro

Publicado el 09 DE FEBRERO DE 2011

En la sesión del martes, Georgina Ramona Vuletich relató ante el Tribunal Oral Federal Nº 2 cómo fueron sus días antes y después del secuestro y asesinato de su marido, Héctor Brizuela. Al permanente dolor de la pérdida de su compañero de vida la mujer suma las continuas amenazas que recibió a lo largo de estos 34 años, lo que hasta el día de hoy la sumerge en una inmensa tristeza.

Georgina primero describió a su marido, a quien la virulencia del comando policial que lo secuestró el  18 de octubre de 1976 no le dio tiempo ni a despedir. Héctor era obrero de la bodega Giol, y tenía participación en el Sindicato de Obreros y Empleados Vitivinícolas (SOEVA) y afiliación al Partido Comunista.  Se trataba de un hombre “sencillo, trabajador, honesto y pobre”, detalló la testigo y aseguró que sus compañeros se sintieron muy dolidos con su asesinato, lo que quedó demostrado en su sepelio, al que concurrieron muchísimos obreros, pese al contexto dictatorial de la época. Su secuestro y posterior fusilamiento constituye una de las 19 causas que se juzgan en este proceso.

Según la declaración de Georgina a su esposo lo arrancaron de su casa en horas de la madrugada cuatro hombres, tres de ellos armados, que  se identificaron como miembros de la Policía Federal. Al día siguiente, el 19 de octubre, el cadáver de Brizuela fue hallado en la vía pública junto con el de su compañero Antonio García. Ambos tenían marcas de balazos en todo el cuerpo.

A partir de ese momento Georgina comenzó su recorrido por distintas dependencias policiales de la provincia reclamando justicia. Fue tanto su empeño que hasta consiguió más de una decena de entrevistas personales con con el entonces jefe de la Policía, Julio Cesar Santuccione.

En el último de estos encuentros, Santuccione, ícono del accionar represivo en Mendoza, intentó disuadir a la viuda al informarle que la responsabilidad del secuestro de su marido corría por parte de quien  “era la cabeza de un clavo grande”, y que nada podía hacerse al respecto.

Desde ese momento Georgina comenzó a recibir amenazas anónimas con el objeto de que deslindara a la policía de estos hechos e incriminando sobre ellos al Ejército.

Asimismo, las descripciones que hizo la mujer sobre los secuestradores de su marido fueron plasmadas en identikits, que tiempo más tarde, permitieron el reconocimiento fotográfico de uno de ellos con el retrato de Rodolfo “Willy” Cardello, agente policial que se desempeñó en la Fuerza en los años de la dictadura. Los abogados querellantes refrendaron estos datos y pidieron que se tomaran las medidas correspondientes sobre el ex policía.

Fuentes judiciales informaron que Cardello fue apresado años atrás por su participación en desapariciones de personas ocurridas en la provincia. Sin embargo, en la actualidad permanece libre.

Por otro lado, ayer también declaró un ex policía llamado  Alfredo Edgar Gómez. El testigo se desempeñó como agente de Informaciones del D2 entre 1975 y 1983. Según explicó, su función era la de marcar gente a partir de infiltraciones en distintos ámbitos: partidos políticos, sindicatos, medios de comunicación, etc.

Si bien reconoció haber conocido a Héctor Brizuela, debido a su rol en la fuerza represiva, aseguró no haber participado en su secuestro ni en su asesinato porque estaba ajeno al seguimiento del Partido Comunista.

Lo más relevante de la declaración del ex policía fue su señalamiento a dos de los imputados como miembros activos del D2. Se trata de Celestino Lucero y Eduardo Smaha.