¿Para qué sirve la ciencia?

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¿Para qué sirve la ciencia?

Foto: LIFE

Facultad de Ciencias Exactas y Naturales

Especial recorte en CyT

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Guido Prieto, becario de Prensa de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.

Publicado el 08 DE NOVIEMBRE DE 2016

En pleno debate sobre el recorte presupuestario a la ciencia y la tecnología, surge la pregunta de cuál es la relevancia de la ciencia. Para responderla acudimos al biólogo y epistemólogo doctor Luis Marone, investigador de Conicet y docente de la FCEN-UNCUYO.
 

Relevancia como proceso y producto

El rol más difundido de la ciencia es el de producir conocimiento que permita desarrollar tecnologías que a su vez impulsen el desarrollo. Sin embargo, Marone advierte que muchas veces cuesta “ver” esos mecanismos operando en la realidad. “Hay que tener paciencia y pensar que los procesos no son lineales”, explica, pero reconoce que “la ciencia está en la base del desarrollo tecnológico y de la fundamentación del accionar de los organismos técnicos”.

Según Marone, en ciencia se requiere de personas curiosas, escépticas, críticas, problematizadoras, imaginativas y rigurosas. Pero opina que “no todo sistema educativo promueve esos valores y no todo sistema que los promueve es eficaz a la hora de formar gente con esas características”. Según su análisis, este hecho lleva a muchos a pensar que los científicos en realidad son dogmáticos. “Me parece que, si bien es una diagnosis que se ajusta a cómo actuamos los científicos en algunas oportunidades o a cómo actúan ciertos investigadores, es absolutamente injusta y desalentadora del desarrollo de sociedades con capacidad crítica”, replica.

El especialista remarca: “Si conseguimos formar personas con esos valores, podemos tener la expectativa de desarrollar un sistema científico-tecnológico eficiente y de alimentar, aunque sea no linealmente, a los sistemas que conforman la sociedad”. Concluye: “En resumen, la ciencia es importante por proceso y por producto”.
 

La cultura del recorte

El presupuesto nacional para el año 2017 contempla una reducción de los fondos para ciencia y tecnología. Sobre este punto, Marone explica: “Hay una tentación siempre latente en políticos de ideologías diversas de reducir los presupuestos de ciencia, tecnología y educación con la idea de aumentarlos cuando estemos mejor y no se dan cuenta de que estamos mal justamente por desatender la cultura y la educación. Así entramos en un círculo vicioso del cual es difícil salir”.

Según el investigador, una de las razones que suelen invocarse para justificar estas decisiones es la falta de eficacia del sistema científico-tecnológico, “con lo cual volvemos a las relaciones simples y lineales al pensar que si un solo elemento de la sociedad funciona más o menos bien, consigue todos los cambios que conducen al desarrollo”, insiste. “Me parece que ese discurso eficientista pasa por alto la conveniencia de mantener grupos científicos activos con el objetivo de impactar en la cultura para que a su vez ésta impacte en el desarrollo”, recalca.
 

¿Qué debemos exigir?

La exigencia de eficacia práctica genera dos problemas, según el experto. El primero consiste en que funcionarios y sociedad no científica en general exigen a los científicos o tecnólogos que resuelvan en poco tiempo problemas para los que la humanidad no ha encontrado respuestas aun después de años de estudio. “Y aquí entra en juego la tentación de algunos científicos de pensar que eso es razonable y no decirle claramente a la sociedad que imaginar maneras de resolver problemas no es lo mismo que resolverlos con un protocolo que ya existe”, apunta el biólogo.

El segundo problema consiste en que, para Marone, “el aparato científico-tecnológico debería estar fundamentalmente orientado a resolver problemas que hoy no tienen solución”, pero se suele recurrir a científicos para transferir conocimiento a entidades para que funcionen bien. “Eso inicia un proceso en el que se pide a los científicos que abandonen su función de libres inquisidores sobre problemas no resueltos para que utilicen lo que ya está en los libros y realicen tareas que puede realizar un profesional o un técnico”, explica.   

Lejos de constituir un mero malentendido, “cuando esto sucede hemos confundido a la sociedad porque le hemos mostrado que utilizar el conocimiento es lo mismo que generarlo”, se lamenta el especialista. “Entonces, cuando nos ponemos en el rol de científicos o tecnólogos genuinos, que arriesgamos y no siempre obtenemos resultados positivos, la sociedad nos ve como ineficientes”, completa Marone.

A modo de conclusión sobre este tema, el epistemólogo reflexiona: “Me parece que estamos en condiciones de transmitirle a la sociedad cuál es el verdadero papel del sistema científico-tecnológico para que tenga expectativas a escala y nos juzgue por nuestro compromiso, esfuerzo y talento para lo que tenemos que hacer, que es innovar, ya sea en conocimiento puro o de consecuencias prácticas y económicas”.