El Juicio: Ponce, relatado por su esposa

El martes 11 se realizó la segunda audiencia del IV juicio por delitos de lesa humanidad, en la que se escuchó el testimonio de Martha Freites de Ponce, esposa de Pedro Ulderico Ponce.

El Juicio: Ponce, relatado por su esposa

Martha Freites por videoconferencia desde París, Francia. Foto: Gentileza http://juiciosmendoza.wordpress.com

Derechos Humanos

Unidiversidad

Guadalupe Pregal

Publicado el 18 DE FEBRERO DE 2015

Pedro Ulderico Ponce es uno de los militantes montoneros desaparecido en el operativo de abril de 1977. Oriundo de La Consulta, Mendoza, se casó en 1970 con Martha Nidia Freites, con quien tuvo dos hijos. En la época en la que se ubican los hechos vivían en Godoy Cruz, Villa Hipódromo, en la calle Sarratea.

Martha Freites relató que ambos estaban vinculados a Montoneros desde 1972: “Fuimos los primeros que nos contactaron en Mendoza”. Ella abandonó la agrupación luego de la muerte de Perón.

Freites declaró que el día anterior a la desaparición, Ponce le había pedido que lo despertara temprano en la mañana. “Yo lo desperté, siempre me arrepentí. Se fue a trabajar y a eso de las once y cuarto yo lo llamé, porque teníamos que comprar caños para el agua caliente y le pedí que saliera –también me arrepentí– para comprar los caños, así hacíamos los trabajos. Él pidió permiso, salió, la jefa le dio autorización, y cuando salió se encontró con un compañero del CENS que también trabajaba con él en la carpintería que habían instalado en la casa de la madre en el Barrio Parque”, dijo..

Mientras Pedro Ponce hablaba con su amigo, se acercaron unos hombres. Martha describió que “las personas que se presentaron con credencial de la Federal venían con armas largas y dijeron: '¿Quién es Pedro Ponce?' Y Pedro dijo: 'Soy yo'. Entonces al otro le dijeron: 'Usted entre 10 minutos y no mire para afuera', y cuando salió no había más nadie”. Cuando el fiscal Vega le consultó si sabía en qué automóvil se transportaban, dijo: “Si mal no recuerdo, era un vehículo que no tenía insignia de la policía, era un vehículo civil, pero ellos tenían armas largas y tenían credenciales de la Policía Federal”.

Luego de la desaparición de su esposo, Martha se fue a lo de sus padres en Maipú y más tarde se trasladó a la casa de su hermana, en el Barrio Trapiche, en Godoy Cruz. Relató que estuvo muy deprimida pero “cuando me repuse de la depresión volví a la casa de la calle Sarratea con mis hijos, pero mientras tanto estuvimos separados. Mi hija estuvo al cuidado de mi cuñada durante más de seis meses y mi hijo estuvo al cuidado de mi hermana”.

En los meses previos al secuestro de Ponce, hubo dos incidentes que indicaron que estaba siendo seguido. “Un día mi marido, debe haber sido dos o tres meses antes, no llegó a la hora para comer y yo casi que me volví loca. Apareció más tarde y me dijo que delante de la casa de la calle Sarratea había un auto de policía, por eso se había ido y volvió cuando el auto desapareció”, contó Martha. También relató que “en la esquina de Sarratea y la calle principal, creo que es Belgrano, había un joven con aspecto de retardado mental y nos enteramos después de que era un policía de civil. Me enteré yo cuando había desaparecido. Había un joven que parecía retrasado mental, jugaba a las bolitas, estaba todo el día en la esquina y nosotros pensamos que era un joven enfermo, tendría 18 o 20 años. Después de que desapareció mi marido me enteré de que era un policía de civil”.

“El día 4 yo fui al trabajo, volví a la casa y me comí el guiso de trigo que tenía preparado para él porque le encantaba y lo esperé, lo esperé. Creí que se había ido a la casa de la madre, a trabajar en el taller. Cuando me desperté a las 3:30 de la mañana y toqué al lado de la cama, no había nadie. Ahí me entró una locura, me levanté, dejé a los niños solos y me fui a la casa de mi cuñada. Le llamé a la ventana del dormitorio y ahí salimos a buscarlo. Y cuando vino su compañero a avisarle a mi suegra, 24 horas después, nos enteramos de lo que había pasado”, recordó Freites.

La fiscalía le consultó sobre los trámites que realizó en el proceso de búsqueda, a lo que Martha explicó: “Todos los trámites que hice, los hice con mi cuñada, a la que le agradezco mucho que me haya acompañado. Además, me dijeron que yo no me presentara en ninguna parte sola porque ahí iba a desaparecer también, o sea que el primer habeas corpus yo lo escribí a máquina en nombre de mi cuñada y ella lo firmó. Fuimos juntas y lo presentamos, pero yo me quedé un poco más atrás en el Juzgado para no mostrarme”.

Vega le consultó si, luego de pasados tantos años, ella había podido encontrar alguna explicación sobre lo que le sucedió a su marido, a lo que Freites reflexionó: “Yo no tengo ninguna explicación de lo que ha pasado. Yo quisiera saber por qué esas personas que son responsables de las desapariciones, se dicen cristianas y no acatan los Diez Mandamientos. 'No matarás'; 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. Por qué, si él tenía alguna causa, no se lo juzgó y se lo condenó. En ese momento había pena de muerte. Me hubieran devuelto el cadáver, yo lo hubiera enterrado con cristiana sepultura, no hubieran generado sufrimiento a mí, a mis hijos, a su familia, a los nietos y a todos los seres queridos. Y cómo hace esa gente responsable de la desaparición para confesar y comulgar, diciendo que aman a su prójimo y no han devuelto el cuerpo. Yo no quisiera sufrir, después de todos estos años de sufrimiento, de no saber dónde está, qué ha pasado, qué le han hecho, pensar que ha sido torturado, que cuándo lo mataron, que si lo tiraron a El Nihuil, etcétera, no quisiera morirme sin poder enterrarlo. Entonces, si esas personas tienen un mínimo de cristiandad, por favor, que digan qué hicieron y dónde está”.

Fuente: Edición UNCUYO

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