Su rol de profesor

Su experiencia como docente.

Su rol de profesor

Ficha personal del legajo de Julio Cortázar como profesor interino de la UNCUYO.

Facultad de Filosofía y Letras

Especial Cortázar

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Nahir Saua, becaria de Prensa de la Facultad de Filosofía y Letras

Publicado el 10 DE AGOSTO DE 2016

Entre 1944 y 1945, la Universidad Nacional de Cuyo tuvo el honor de contar con el reconocido escritor Julio Cortázar entre los miembros del claustro docente de la Facultad de Filosofía y Letras. Este 26 de agosto, aniversario de su nacimiento, no podemos evitar recordar el eco de su paso por las aulas.

La Facultad que recibió al joven profesor era muy diferente de la actual, incluso se alojaba en otro inmueble, ubicado en la calle Rivadavia 125. El edificio estaba conectado con la Facultad de Arte por un pasillo. Era normal que los docentes de ambas instituciones se relacionaran. Es así como conoció a Sergio Sergi, el gran artista italiano que se radicó en Mendoza.

“La Facultad era mucho más parecida a una escuela que a una Universidad”, aclara el licenciado Jaime Correas. El alumnado no era numeroso, el claustro docente tampoco, el ambiente era cosmopolita (varios docentes eran extranjeros) y mucho de lo que hoy puede aprovecharse estaba gestándose todavía. Nacida en 1939, en ese entonces, Filosofía y Letras todavía era una novedad, pero tenía tal importancia que el Diario Los Andes tenía una sección especial para comunicar las clases que se iban a dictar en la semana.
 

Cortázar, el profesor

Cortazár fue profesor de Literatura Europea Septentrional y de Literatura Francesa. Tuvo como máximo cinco estudiantes. De hecho comenzó con dos alumnas. Sin embargo, esto no desmotivó su labor. Según Correas, la calidad y la dedicación de las clases del escritor tenían un nivel tan alto y un tratamiento tan profundo de los temas que estaban al nivel de las teorizaciones de los mejores ensayistas latinoamericanos. Cortázar volcó sus lecturas y apreciaciones en clases que, de a ratos, se tornaban en charlas literarias.

El escritor puso su multilingüismo al servicio de la enseñanza. Leía y traducía textos extranjeros para sus alumnos y habituaba sus oídos a la cadencia del lenguaje original de las obras. Las alumnas entrevistadas por Correas recuerdan que Cortázar contagiaba su pasión por la lectura y que sus clases eran por demás interesantes y entretenidas.

Miriam di Gerónimo, profesora de la Facultad y creadora de la Cátedra Libre de Julio Cortázar, comenta que sus alumnos lo apodaban “Largázar” por su gran altura y que veían en él a un joven profesor con un gran conocimiento.

La experiencia de la docencia universitaria fue una oportunidad que, a modo de laboratorio literario, le permitió poner a prueba sus conocimientos y transformarlos desde la perspectiva del enseñante. Así lo expresa en la carta que escribió a su amiga, Lucienne de Duprat, el 16 de agosto de 1944:

"Aunque deba volverme luego al hastío de la enseñanza secundaria, estos meses de universidad quedarán como un sueño agradable en la memoria. Piense usted ¡es la primera vez que enseño las materias que prefiero! Es la primera vez que puedo entrar a un curso superior y pronunciar el nombre de Baudelaire, citar una frase de John Keats, ofrecer una traducción de Rilke".

Actualmente, sólo quedan algunos documentos de su paso por la Facultad de Filosofía y Letras. Pero aquellos interesados en el tema pueden hurgar en la biblioteca en busca de La urna griega en la poesía de John Keats, que figura en la Revista de Estudios Clásicos y sentir que una vez más ese joven profesor vuelve a la Universidad de Cuyo para dar una nueva clase.