Ser puta

Ser puta

Sonia Sánchez (Foto: Axel Lloret)

Sociedad

#15 - Esclavos

Edición U

Natalia Bulacio

Publicado el 23 DE OCTUBRE DE 2016

“Ser Puta” fue un especial que publicó el portal de la UNCUYO. Pero no fue uno más, ya que contó la historia de Sonia Sánchez, una militante feminista y educadora popular a quien prostituyeron a los 17 años, cuando dejó su Chaco natal para vivir en Buenos Aires. Luego de ser empleada doméstica y de vivir en la calle, fue prostituida hasta que una feroz golpiza la orilló con la muerte y le hizo decir basta.

Siete mil hombres pasaron por su cuerpo cada año. Siete mil varones prostituyentes practicaron la violencia con ella a través del sexo.

Sonia es una mujer que atraviesa, interpela, sacude. Es una mujer que duele. Escucharla hablar de su vida ayuda a tomar conciencia, a pensar desde otro lugar, a mirar distinto, a revisar las vísceras del entretejido social. Esta chaqueña recorre el país en su lucha contra la prostitución. Brinda talleres y conferencias sobre trata de personas con fines de explotación sexual y realiza un acompañamiento a mujeres rescatadas de la trata. Alimenta un blog llamado Cuál es tu puta esquina y escribió el libro Ninguna mujer nace para puta.

A lo largo de su tarea concientizadora, ha sido crítica con las posturas legalistas de la prostitución. Las ubica en un complejo entramado de explotación y violencia sobre el cuerpo de la mujer, en el que la sociedad y el Estado son cómplices del abuso y parte de la lógica del mercado que admite al cuerpo como un producto de consumo.

Sonia afirma que la prostitución no es un trabajo: es la violación de derechos económicos, sociales, culturales, políticos y civiles de una persona. “El primero en violarlo es el propio Estado. Porque si existe una puta, ella es el resultado de las políticas públicas de nuestros gobernantes. La violación de estos derechos hace que los proxenetas y traficantes se aprovechen de esta vulnerabilidad. ¿Quiénes somos vulnerables? Las mujeres pobres”, dictamina Sánchez. Sostiene entonces que considerar a la prostitución como un “trabajo” es legalizar al “fiolo” como “empresario del sexo”.

Ella plantea a los prostituyentes como consumidores de cuerpos, como hombres voraces. “Son nuestros hermanos, padres, amigos, maridos, amantes, curas confesores o pastores evangélicos. Todo prostituyente es un explotador”, señala Sánchez. Los penes de estos hombres son como las picanas de los campos de concentración. La prostitución es para Sonia un espacio de exterminio, de tortura.

Programas de televisión como Showmatch y otros, que promueven una mirada machista y misógina sobre la mujer, son el blanco de las críticas de Sánchez. Dice que Tinelli es una fábrica de putas y de prostituyentes que mueve millones de dólares y nadie lo señala. También se indigna con las vendas de los ojos de otras mujeres que reproducen el lenguaje del patriarcado y lo refuerzan. “Se olvidan de que el prostituyente viene por sus hijas”, advierte.

En una sociedad como la nuestra, varones y mujeres tienen una vital tarea de transformación social. Sánchez propone trabajar sobre la realidad: “Si no hay hombres que consuman prostitución, no habrá putas. Y si no hay putas, no hay trata”, sentencia.

La historia de Sonia es, sin duda, la de una mujer valiente, que denuncia a una sociedad que mira para otro lado y es cómplice del prostituyente. Es una mujer hermosa, vehemente, autoparida desde la desobediencia y el dolor, que busca poner en jaque toda la maquinaria política, social e ideológica que la ignoró. Por eso, Sonia es valiosa.

 

Natalia Bulacio

es licenciada

en Comunicación Social

y editora de Unidiversidad,

el portal de noticias

de la UNCUYO.