Transformar la imagen para romper barreras

La intervención en la propia imagen es una vía de autoconocimiento, pero puede ser también una forma de militancia. El joven transformista Mauricio Carrillo comparte lo aprendido a través de su experiencia.

Transformar la imagen para romper barreras

Mauricio Carrillo, montado como Sheyla Ponte. Foto: Axel Lloret

Identidad y Género

Unidiversidad

Elizabeth Auster

Publicado el 07 DE MARZO DE 2013

"Hace un año, más o menos, conocí el arte del transformismo. Cuando lo vi por primera vez me resultó extraño. No sé si no estaba visibilizado o no lo veía como algo común, pero cuando uno aprende a mirar más allá de los prejuicios, empieza también a reconocer valores en el arte del transformismo, que creo que es superar la belleza, cambiar no solo en apariencia, sino también en actitud. Yo, cuando lo viví, me sentí extraño pero muy bien, porque en el lugar donde lo hacíamos era aceptado, era un boliche en San Juan", explica Mauricio, con la misma seguridad y convicción con las que se presenta esta mañana de verano en UNCuyo con la imagen de la ultrafemenina Sheyla Ponte.

imageVos tenés 23 años, es decir que descubriste esto de adulto. ¿Qué relación tiene el transformismo con tu orientación sexual y con tu identidad de género? ¿Hay una relación fija entre una cosa y otra?

Si vamos a hablar de definiciones de orientación sexual, identidad de género y transformismo, entendiendo que no hay nada malo con ellas, el transformismo es un arte. Mucha gente confunde travesti, transexual y transformista, porque ve la apariencia, pero va un poquito más allá.

¿Qué es lo que explorás cuando, como se dice en el ambiente, te "montás" como Sheyla Ponte?

Ese es mi nombre femenino. Es una experiencia que al principio me costó vivirla, sentirla, pensarla, pensar que iba a cambiar. En el momento en el que lo hice, me sentí cómodo y entendí muchas cosas; por ejemplo, cómo vive alguien transexual, cómo es sentirse de una manera y tener un organismo que segrega hormonas que hacen sudar más que una mujer, tener más vello. Entender la vida de una travesti, de un transformista: levantarse y afeitarse para verse como una mujer, maquillarse; todo el proceso y los secretos que lleva el maquillaje, me pareció maravilloso.

¿Fue una exploración?

Es una exploración que te hace pensar en todo lo que debe hacer cada día una mujer trans para enfrentar a la sociedad. Es un enorme trabajo personal y con respecto a la gente, porque la gente te mira mucho. Yo actualmente estoy saliendo mucho de día por lo de la Vendimia  (N. de la R.: Mauricio participará como Sheyla Ponte de la Vendimia Gay el 9 de marzo) y la gente mira mucho con sorpresa. Yo creo que las miradas de antes eran un poquito más maliciosas. Ahora la gente te mira con sorpresa.

¿Pero hay más respeto?

Yo creo que sí. Hace unos cinco años, incluso con la diversidad sexual gay o bisexual, la gente estaba muy en contra. Yo creo que, a partir de la aprobación de las leyes, ha habido un cambio y una apertura. Empecé a hacerlo el año pasado, justo cuando todos y todas estábamos trabajando por la Ley de Identidad de Género, y me pareció una buena campaña para colaborar con las compañeras trans. En el momento en el que comencé, era también un desafío en relación con la sociedad y una lucha personal, también, porque, por ser gay y salir todos días a la calle la gente te miraba mal, y era el doble por ser trans para las chicas que lo son. No solo que te miren mal, también que te traten diferente. Creo que fue una batalla y una conquista. Creo que vamos ganando terreno y respeto, más que todo porque uno o una se predispone para que eso suceda, para integrarnos y para incluirnos. Muchas veces la diversidad sexual se autodiscrimina escondiéndose, pensando que la gente va a tratarlas mal por un tema de prejuicios. Creo que estamos logrando abrir muchas mentes, por suerte.

Expliquemos estos conceptos. ¿Qué es el transformismo?

Es un arte, más que nada, porque no incluye una identidad de género. No necesariamente somos varones que nos sentimos mujeres, tiene que ver con superar estas fronteras entre lo masculino y lo femenino con este proceso de transformación en la vestimenta, en los gestos. Más que nada sucede en la diversión nocturna, en el boliche: hacer un show, mostrarse. Tiene que ver con lo artístico; en cambio, ser una persona trans tiene que ver con un estilo de vida. Es distinto sentirse todos los días una persona transexual que hacer un show todos los fines de semana.

¿Hay diferencia entre ser transformista y ser drag queen o drag king?

Hay una diferencia muy grande. El arte del drag queen tiene que ver con los comienzos de la apertura en los Estados Unidos hace varias décadas, con mostrarse exageradamente femenino para llamar la atención. Por eso los rasgos aparecen mucho más marcados y para la gente son más extraños, porque son realmente artísticos, son maquillajes impresionantes. En cambio, el transformista aparenta ser una mujer más femenina, con un maquillaje espléndido, y busca verse como una mujer en todos los sentidos.

Pero como una mujer, dentro de todo, convencional.

Exactamente. En cambio, el drag queen rompe fronteras, códigos, reglas, en esta campaña de visibilización. Creo que son diferentes luchas, pero el objetivo es el mismo: el respeto.

Has hecho transformismo en San Juan, donde residís actualmente, y también en Mendoza. ¿Cómo ves las escenas en las dos provincias?

En esta distancia de algunos kilómetros veo muchas diferencias, incluso en cuanto a la diversidad. En San Juan descubrí que el transformismo era mucho más aceptado, más realizado y ya había un terreno ganado en cuanto a respeto, por lo que, si uno se montaba, estaba todo bien. A la gente le gusta, te saluda bien, podés bailar tranquilamente a la noche, pasarla bien con tus amigos y amigas, y no hay ningún drama. En Mendoza, no sé si por una cuestión de apertura mental de las chicas trans, eligen salir a boliches heterosexuales, porque se sienten mujeres que no necesitan un boliche gay. En boliches gay de Mendoza no he visto transformistas o muchas personas trans; en San Juan, sí. Creo que tiene que ver con aperturas mentales diferentes, con conquistas diferentes. Cuando hablo con chicas trans de Mendoza, me dicen que no se sienten una comunidad en sí, porque forman parte de la comunidad entera y no necesitan rotularse ni ganarse el respeto de sus compañeros gay. Son estilos de vida diferentes. Dentro de todo, como el transformismo es un arte, no hay drama dónde se haga.

Para vos, haber creado el personaje de Sheyla, ¿es también una actitud militante?

Totalmente. Yo creo que, con el personaje de Sheyla Ponte, he logrado cosas que en mi vida había imaginado. Por ejemplo, esto de pensar en transformarme por una campaña de visibilización en el momento de la lucha por la Ley de Identidad de Género. En lo personal, eso fue un gran avance en mi vida. A no confundir: una vez mi novio me preguntó si yo me sentía trans, y no. Yo soy Mauri y no lo voy a dejar de ser nunca. Tengo una vida, soy estudiante universitario, trabajo, pero este transformismo también colabora para romper barreras mentales, para ir un poquito más allá, luchar. Además, me gusta.

Lógicamente, es un trabajo tan importante el de la ropa, el maquillaje, caminar sobre esos tacos, que te tiene que gustar para hacerlo. Contame qué implica para vos participar de la Vendimia Gay.

Es la primera vez que lo hago. Al principio estaba dudosa, pero es una buena oportunidad para aprovechar los medios y ganar terreno en cuanto a la conquista de derechos. Para mí significa mucho porque soy mendocino y siempre me gustó la Vendimia oficial, siempre lo viví con mucha alegría. Ser parte de la Vendimia para Todos [también conocida como Vendimia Gay] es un honor, me siento en un sueño. Nunca pensé que podría tener esta experiencia de sentirme parte de la Vendimia, con toda su magia y alegría. Es algo ñoño pero me encanta. Estoy viviendo experiencias muy lindas, nos han tratado muy bien. Es un momento para aprovechar, porque la gente ve dos vendimias, pero la Vendimia para Todos viene a incluir, sobre todo.

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