Tres de cada cuatro niños sufren maltrato físico o psicológico

Según un reciente estudio que publicó Unicef el 70 % de chicos y chicas entre 2 y 4 años padecen este tipo de castigo por parte de sus progenitores. Argentina está dentro de la media global. Consejos para una crianza respetuosa.

Tres de cada cuatro niños sufren maltrato físico o psicológico

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Publicado el 01 DE NOVIEMBRE DE 2017

Tres de cada cuatro niños de entre 2 y 4 años sufren maltrato psicológico y castigos físicos, como el grito, el menosprecio, el zamarreo, el chirlo, la cachetada y golpes por parte de sus cuidadores, según un estudio que realizó Unicef y que incluye a la Argentina. El informe difundido hoy por la organización compara "la violencia en las vidas de los niños y adolescentes" registrada en la última década en 190 países, y en este marco ubica a la Argentina dentro de la media global.

En el país el castigo físico a niños de entre 2 y 4 años abarca a un 54,4 % de esa franja etaria contra un 63% en el mundo; la agresión psicológica sube al 62,5 por ciento en Argentina mientras a nivel global es del 67%; y cualquier práctica de disciplina infantil violenta alcanza al 72,9% mientras que en el mundo llega a un 75 por ciento. A su vez, 6 de cada 10 niños menores de un año están sometidos a algún tipo de violencia doméstica de manera sistemática.

Estos métodos de disciplinamiento que se viven como "una situación habitual", según aseguró a la agencia de noticias Télam Lucila Argüello, Oficial de Protección de Derechos de Unicef, durante la presentación del informe, son utilizados en el 70 por ciento de los hogares en Argentina. "Sin embargo la mayoría de los adultos cuando se les pregunta, considera que los chicos y chicas no deben ser castigados físicamente", añadió Argüello.

La especialista aseguró que "el castigo físico se reduce a medida que los chicos crecen en tanto la violencia psicológica se mantiene más o menos constante hasta los 17 años". Por su parte, Roberto Benes, representante de Unicef en Argentina, destacó que "la violencia hacia los chicos es una problemática global y es especialmente preocupante cuando ocurre al interior de los hogares e involucra a los adultos cuidadores, personas que en lugar de proteger y acompañar a los niños en su crecimiento, los lastiman física y emocionalmente".

El estudio precisa que "el 76 por ciento de los agresores de niños, niñas y adolescentes de 0 a 18 años son los padres". Durante el lanzamiento del informe, Unicef presentó la campaña de sensibilización "Fin a la Violencia" y una guía práctica "para evitar gritos, chirlos y estereotipos" bajo el título "Crianza sin Violencia". Su objetivo es "que se tome conciencia de que de que la violencia es una práctica que hay que desterrar, que los niños no aprenden mejor a través de las prácticas violentas, que existen otras alternativas, y por eso esta iniciativa apunta a generar talleres entre padres, para reflexionar sobre prácticas sin violencia".

"El estudio fue confeccionado a partir de las últimas estadísticas realizadas bajo el método de la Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS) que permite el análisis comparado entre los datos de 190 países, que abarca de 2005 a 2016", explicaron los expertos de Unicef. Por su parte, la psicoanalista Ana Paula Pérez, del equipo de Salud Mental del partido bonaerense de La Matanza, precisó a Télam que "el maltrato infantil es una problemática cuyas consecuencias psicológicas y sociales adquieren significación a corto y largo plazo. Estas consecuencias se agravan especialmente, cuando la que ejerce la violencia es la madre".

En la investigación "Maternidad y crianza: la violencia materna en debate", realizada en base a un taller con madres en el Servicio de Promoción y Protección de los Derechos del Niño de La Matanza, aparece en los discursos de las mujeres acerca de esas prácticas que "consideran el cuerpo del niño como un objeto; consideran al hijo propio como una pertenecía; ubican las responsabilidades de la propia conducta en el hijo/a".

Los discursos giran en torno a "les pego porque se portan mal, no hacen caso", "entre ellos se pelean y ¡no se como pararlos!", "si le pega a su hermana que es más chica, tiene que aprender a no pegar", "¡tienen que hacer caso si no cuando sean grandes va a ser peor!", "a veces me saca y le doy un chirlo o la zamarreo", "yo crío a mis hijas como a mí me parece, como yo quiero".

No obstante, Pérez señaló que "los niños en general justifican a los padres que les pegan, y dicen: "me pegan porque yo me porto mal", tienden a hacerse cargo ellos de la responsabilidad".

La psicóloga María Eva Rearte, del equipo de Violencia Familiar del Hospital Penna, del barrio porteño de Parque Patricios, destacó a Télam que "la familia reproduce la violencia que hay en la sociedad patriarcal, al igual que las instituciones como la escuela, a las que les cuesta pensar que también tiene instalado el modelo correctivo, con el grito, con la sanción, con el maltrato".

 

 

 

Algunos tips para la crianza respetuosa y libre de violencia

Según Mónica Serrano Muñoz, psicóloga española especializada en Maternidad y Crianza Respetuosa y colaboradora del portal web Psicología y Crianza http://www.psicologiaycrianza.com/nueve-consejos-para-poner-limites-sin-gritar-ni-amenazar/  las amenazas, los gritos y el maltrato físico pueden ser reemplazables por una puesta de límites más amorosa y, no por ello, menos efectivo. Sobre todo, para generar autoregulación en los niños y una autoestima más sólida en su adolescencia y adultez. A continuación, la profesional brinda algunos consejos concretos para cambiar el chip de la violencia.

"En primer lugar, debes identificar todos los límites que estableces en la interacción con tu hijo, anotarlos y analizarlos. Hecho esto, es importante que elimines los que consideras innecesarios. Sólo estableceremos los límites imprescindibles y absolutamente necesarios. Los demás, los obviaremos. Cuantos menos límites haya, más fácil será para el niño respetarlos.

Repasa los límites que quedan en tu lista (los que identificaste como absolutamente necesarios). Anota, en un registro, durante un par de días, como transmites esos límites a tus hijos, cuál es su reacción y cómo te sientes.

Con el registro completado, observa cómo comunicas, qué palabras utilizas, tonos… y pregúntate si es necesario dirigirte así a tus hijos, si consideras que merecen ese trato, cómo reaccionarías si fuese otra persona la que se dirigiese a ellos de esa manera.

Busca una o dos alternativas respetuosas para cada una de las frases expresadas sin respeto que anotaste en la lista anterior y repásalas. Así las tendrás más disponibles cuando se produzcan situaciones en que tienes que establecer el límite. Identifica tu necesidad y comunícala, en primera persona.

Analiza la gestión del tiempo, el tiempo que esperas para que el niño haga determinadas tareas como vestirse, recoger sus juguetes o irse a la cama. Determina si le estás ofreciendo una cantidad de tiempo suficiente (las prisas no son buenas) y trata de organizar el tiempo para evitar estar apresurados.

También es importante revisar las necesidades del niño. ¿Está preparado para hacer lo que le pides (recoger sus juguetes, vestirse deprisa…)? En caso negativo, habría que buscar la manera de ayudarle a hacerlo.

Trata de transmitir dichos (pocos) límites identificados como imprescindibles con tus hijos antes de que se produzcan las situaciones en las que hay que establecerlos de manera inmediata. Se trata de comunicarlos antes de que surja la situación de conflicto, para que los niños vayan teniendo conocimiento de ellos. Así, puedes explicarle que no puede pegar a su hermano, que no lo vas permitir y buscar con él alternativas a la agresión. De este modo, cuando suceda la acción inadecuada, podrás recordarle lo que habíais hablado.

Cuando vuelva a producirse la situación en que tienes que poner un límite,recuerda las opciones respetuosas que habías generado y utilízalas. 

Si aun así, al niño le cuesta respetar el límite, tómate unos minutos antes de continuar (salvo que la situación sea peligrosa). Siéntate junto a él y transmítele el límite, con las opciones respetuosas que habías generado. Ten siempre presente que la transgresión forma parte esencial de la interiorización de los límites. Y eso es bueno.

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