Un gres que vale oro

El Gran Premio BID que entrega la Bienal de Diseño Iberoamericano fue para la reedición de la vajilla Colbo, creada en Mendoza durante la década del 50 por la arquitecta y ceramista Colette Boccara. La calidad del material –gres rojo de la cordillera mendocina- y la apuesta por la innovación y desarrollo tecnológico impresionaron a los popes del diseño contemporáneo de Latinoamérica, España y Portugal. 

Un gres que vale oro

Nueva vajilla Colbo

Cultura

Unidiversidad

Eva Guevara

Publicado el 17 DE ENERO DE 2013

Desde 2007, el hijo de Colette Boccara, Matías Jannello, junto a los jóvenes diseñadores Martín Endrizzi y Macarena Ponce, recuperó el know how de las piezas que fueran pioneras del diseño moderno en los años 50. El puntapié inicial lo dio la Fundación del Interior con el proyecto de recuperación patrimonial realizado en la conformación de Guón!, la colección de diseño mendocino, a cargo del equipo que conduce Wustavo Quiroga. Desde entonces, no ha parado de elevarse la valoración intrínseca de las piezas de ayer y aún más las de hoy, mejoradas tecnológicamente en una planta que funciona en la ciudad de San Rafael.

Prueba de ello son los reconocimientos y premios obtenidos: primero, el Sello de Buen Diseño otorgado por la Subsecretaría de Industria de la Nación y, a continuación, el Gran Premio BID 2012 de la III Bienal Iberoamericana de Diseño. El evento se realiza cada dos años en la Central de Diseño de Matadero, un sitio tradicional que ha sido recuperado. Allí se dan cita los más importantes diseñadores de Latinoamérica, España y Portugal, alternando la entrega de premios por categorías con una gran exposición y una serie de encuentros donde se plasman los temas transversales como la innovación, el diseño para todos y el diseño para el Desarrollo y la sostenibilidad ambiental. 

El premio a la vajilla Colbo es por demás importante. Corresponde a la categoría de Diseño y Empresa, el cual se adjudicó de manera compartida con Actiu, una de las empresas más prestigiadas que abastece de mobiliario a importantes edificios y oficinas con sede en Alicante, España.
“La verdad es que fue una experiencia muy fuerte. Justo estamos por constituir una industria, buscando inversores y el premio posiciona a la empresa a muy buen nivel”, precisó  Matías Janello, quien en el plano personal destacó lo impresionante que es ver reunidos a diseñadores de muy alta gama y que, en cierto momento, uno de ellos tomara en sus manos la pieza para luego decir “quiero tenerla”, todo ello en el marco de una amplísima participación de jóvenes diseñadores y propuestas muy innovadoras, que iban de purificadores de efluentes sanitarios a sistemas de transporte y enfriado para la cosecha de fruta.  

Sobre los motivos que llevaron a los miembros del jurado a reconocer el trabajo de Colbo, Matías Janello indicó: “Se valoró muchísimo que hayamos tomado un diseño de los años 50 –el que hizo mi madre- y que lo hayamos rediseñado para insertarlo de nuevo al mercado con nuevas tecnologías y a un volumen superior de la vez anterior, obviamente mejorando la medida, dándole más profundidad de manejo, siempre respetando la forma, que es una curva muy especial y agradable. Pero además, causó mucha impresión el material: si bien había otras piezas de cerámica, casi todo es porcelana o bien, gres blanco”.


Una mujer a bordo de un jeep  


Todo lo que hoy puede saberse sobre Colette Boccara y la historia de Colbo ha sido tenazmente trabajado por el investigador y diseñador mendocino Wustavo Quiroga junto con los hijos de la pareja Boccara-Jannello. No es una historia de una sola pieza, es más bien un legado que, al narrarse, resulta sorprendente por la riqueza de las osadías y las tenacidades de cada período del arte, la vida y también, por qué no, la economía.     

Hacia 1948, los arquitectos Colette Boccara y César Jannello se trasladaron de Buenos Aires a la ciudad de Mendoza, donde Jannello había sido designado director de la Escuela de Cerámica de la Universidad Nacional de Cuyo. La Escuela tomó la característica de escuela-taller, un formato muy novedoso para la época, que permitía la aplicación inmediata de los conocimientos y resultados académicos. Colette comenzó a realizar sus primeras piezas de cerámica únicas, y en poco tiempo decidió sistematizar la producción. Con el material que había sobrado de la Feria de América- un evento continental celebrado en el Parque San Martín, organizado por el gobierno de Juan Domingo Perón para promover los últimos logros en materia industrial- la pareja armó el taller en la calle Clark de la ciudad de Mendoza. Allí es donde se consolidó la marca “Colbo” que es la abreviación de Colette Boccara, asociada a la producción de platos triangulares. Hacia 1953 produjo las primeras piezas de vajilla en gres, material también conocido como “porcelana roja” por sus propiedades de resistencia y pureza, que ella misma extrajo de la cordillera mendocina. Esto le permitió tener control del producto a lo largo de toda la cadena de valor, desde la materia prima hasta la pieza final.

Entre 1960 y 1965, luego de separarse de Jannello, Colette Boccara invirtió todo su capital en la empresa. Con el aporte de socios, logró ampliar las instalaciones en Las Cañas y 25 de Mayo y adquirir maquinarias para establecerse como “Colbo Gres Cerámico SCA”. En 1967 su juego de vajilla, caracterizado por una fuerte y coherente línea formal, alcanzó el reconocimiento a su calidad con la Etiqueta Roja de Buen Diseño otorgada por el CIDI. 

Durante los años 70, Colbo logró el mejor desempeño de su historia. De la mano de su hijo Matías Jannello, la fábrica mejoró notablemente su eficiencia y productividad, avanzó en el desarrollo de nuevas líneas y estableció una presencia a nivel nacional e internacional. Se incorporó la producción de vajillas decoradas con serigrafías vitrificables de artistas como Libero Badii o Bruno Jannello (también hijo de Colette), para darle valor agregado y personalidad. 

A principios de los años 80, una trama de circunstancias asociadas a la realidad económico-política del país y a la realidad personal de Colette concluyeron con el cierre de la fábrica. Se interrumpió así la historia de uno de los contados casos de empresas dirigidas por el diseño en la Argentina, nada menos que capitaneada por una mujer que usaba el pelo corto y andaba en jeep por los cañadones de Cacheuta, un lugar inhóspito pero sobre todo inaccesible, al que ella sí llegaba para recolectar la materia prima de esas canteras en bolsitas. Para entonces, toda la popularidad que se había ganado en el ámbito de arquitectos, diseñadores y gente que estaba asesorada por ellos para armar sus casas y estilo de vida, se licuaba hasta desaparecer de  la escena. Había sido importante, la introductora del concepto de diseño seriado y, sin embargo, pocos en Mendoza advirtieron su legado. 


En versión gourmet


La nueva fábrica Colbo está ubicada en San Rafael, al sur de la provincia de Mendoza, hacia donde se transporta el gres rojo que es extraído de la Precordillera. El material base es el mismo que el de las primeras facturas en los 50. En aquella época se combinaba el gres con esmalte blanco; en la actualidad, las terminaciones superficiales incluyen variedad de colores en los esmaltes, como amarillo, verde y turquesa. La planta se ha enfocado en una primera etapa en el juego triangular; sin embargo, ensaya mediante pruebas piloto la fabricación de otras piezas que irán incorporando más rediseño de formas geométricas, siempre manteniendo la línea pura.

La iniciativa cuenta con el apoyo de la Universidad Nacional de Cuyo,  el Fondo Tecnológico Argentino y el IDC –Instituto de Desarrollo Comercial-. Cuenta Martín Endrizzi que hoy por hoy en el país, la PyME Colbo es una de las pocas fábricas que trabajan con prensado, una tecnología mecánica semi-automatizada, y que además desarrollan moldes, siempre a partir de un estudio previo, que duró cuatro años, sobre la cerámica, que es un material muy complejo que pasa por distintos estados. Sumado a esto, hay que decir que en el rubro lo habitual no es la fabricación de piezas de diseño argentino, todo pasa más bien por lo que es estandarizado. Además, sólo tres industrias nacionales cubren el 10 por ciento del mercado, mientras el 90 por ciento restante es material de importación. 

Una cualidad a resaltar es que, como la experiencia de Colette, el producto de diseño nace desde la materia prima y recorre toda la cadena de valor. Su importancia ya es nacional y, por qué no, también internacional, tal como ocurrió en el pasado, cuando la propia Colette vendía sus piezas a Sudáfrica o lugares muy alejados. 


Con la reedición, el logo que era la marca personal de Colette ha sufrido un ajuste formal. Toda una vuelta de tuerca con buenos resultados a la vista ha resultado del avance tecnológico, ya que así se logró aumentar la pureza geométrica y realizar un juego de espesores que no habría sido posible en el pasado, dadas las condiciones de fabricación. 

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