Una red para orientar a los estudiantes

Durante dos días, profesionales de servicios de orientación de 25 universidades nacionales se reunieron en la UNCuyo para debatir y reflexionar sobre el abordaje de problemáticas comunes. Acordaron formar una red para impulsar una política pública en torno a su labor, que no solo garantice lineamientos claros, sino también presupuesto.

Una red para orientar a los estudiantes

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Sociedad

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Verónica Gordillo

Publicado el 21 DE SEPTIEMBRE DE 2013

Los servicios de orientación de las universidades públicas del país intentarán armar una red para compartir información y experiencias, pero también buscarán visibilizar su labor con el objetivo de lograr políticas públicas para el sector. Estas son algunas de las conclusiones del encuentro que se realizó en la UNCuyo y en el que participaron 200 profesionales de 25 universidades nacionales. 
En las jornadas de trabajo, cuyo título fue “Nuevas interpelaciones. Búsqueda de nuevas perspectivas” se presentaron más de 70 ponencias, que sirvieron a los profesionales como disparadores de reflexiones y debates.
La coordinadora del Servicio de Apoyo Pedagógico y Orientación al Estudiantes (Sapoe) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Graciela Volman, comentó que en 37 universidades nacionales existen servicios de orientación, por lo que el desafío es unirse, formar una red y lograr políticas públicas para el sector, lo que implica no solo una línea directriz a nivel nacional, sino también presupuesto para que se puedan desarrollar.
Los servicios de orientación de la UNCuyo nacieron en 1986 por medio de una ordenanza, y hoy todas las unidades académicas cuentan con profesionales que acompañan a los estudiantes a lo largo de toda su trayectoria educativa.
Volman habló sobre las problemáticas comunes entre los estudiantes de todo el país y los desafíos que estas implican para los servicios de orientación de las universidades nacionales.

¿Cuál es el trabajo que realiza el servicio de orientación en las facultades de la UNCuyo?
El trabajo más fuerte es con los estudiantes, acompañarlos y orientarlos en su trayectoria académica; es decir, desde el ingreso, las etapas de cursado, hasta el egreso, e incluso en su inserción en el mundo laboral. Los acompañamos en las dificultades que se puedan presentar a nivel académico, rendimiento académico negativo, demora en el egreso, dudas vocacionales, también en otro tipo de problemáticas que están apareciendo a nivel emocional, familiar, de salud mental. Además, hemos empezado a articular con las cátedras en cómo mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje, y hacer evaluaciones más innovadoras. A eso se suman la investigación y el seguimiento del rendimiento académico, son muchas las funciones.

En cuanto a las trayectorias educativas, ¿cuáles son las problemáticas que se repiten?

Creo que el problema más fuerte, no solo en nuestra universidad, sino en la universidad argentina y me animaría a decir latinoamericana, es la deserción en los primeros años. Hay porcentajes muy altos, no sabemos si de abandono o de cambios de carrera, pero ese número es muy fuerte. En segundo lugar se ubica lo que acá se llama rendimiento académico negativo, es decir que rinden menos de dos materias por año, avanzan a un ritmo muy lento o rinden mal una misma materia. En tercer lugar se ubicaría la demora en el egreso, que también es un número preocupante.

¿Las dificultades en los primeros años están relacionadas con dudas vocacionales?
En algunos casos llegan con dudas vocacionales fuertes, en otros venían estudiando de una forma en el nivel medio que no les sirve para el nivel universitario. En otros casos se complica con cuestiones de la vida cotidiana: tener un hijo, trabajar, tener poco tiempo, no saber organizarse. 

En el caso de las materias que presentan más dificultad, ¿los profesores están abiertos a escuchar sugerencias?
Este es un proceso que hay que pensar a largo plazo. Al principio, los proyectos de tutoría crearon mucha resistencia, creo que los profesores tenían miedo de ser evaluados o juzgados, o supongo que se preguntaron cómo un tutor les iba a decir a ellos cómo dar clases. Pero con el trabajo a lo largo del tiempo se han abierto a que trabajemos en forma conjunta.

¿En qué cátedras intervienen?
En algunos casos, es en aquellas donde sentimos que hay mayor cantidad de alumnos que les cuesta, que ha generado dificultad; en otros, el docente se acerca y dice: "Hagamos algo juntos", ese es el mejor de los casos.

¿Cambió el perfil de los estudiantes que ingresan a la universidad?
Nosotros coincidimos con la investigadora Ana María Ezcurra, quien dice que en las últimas décadas la universidad argentina se ha vuelto una universidad masiva, eso significa que llegan estudiantes de clases sociales y de capitales culturales que antes no accedían  al nivel universitario; por ejemplo, alumnos que en su familia son los primeros en tener una educación superior. Para ellos, adaptarse a la vida universitaria, al vocabulario, a las normativas, es complejo, es un mundo desconocido. Esto plantea problemas nuevos para los estudiantes y, por supuesto, desafíos nuevos para los orientadores sobre cómo ayudar a estos estudiantes. 

¿Hay algún otro cambio que advirtieran en los últimos años?

Lo que hemos notado en los últimos años es el aumento de algunas patologías en el nivel de salud mental, como  fobias, ataques de pánico, algún caso de alcoholismo. Esto nos preocupa, porque en algunos casos nos consultan y podemos ayudarlos, pero en otros casos no, entonces es un tema difícil que hoy se está debatiendo y en este encuentro queremos pensar juntos cómo abordarlo. Nosotros trabajamos en forma articulada con Salud Estudiantil o, si tienen obra social, con profesionales con los que tomamos contacto.

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