El Juicio: “Yo no vivía en ningún lugar, yo sobrevivía”

El testimonio de Ana Montenegro aportó a lo experimentado por quienes militaban en Montoneros en Mendoza y evidenció la solidaridad que le permitió sobrevivir al terrorismo de Estado.

El Juicio: "Yo no vivía en ningún lugar, yo sobrevivía"

Ana María Montenegro en el Tribunal donde se realizan las audiencias por los Juicios de lesa humanidad

Derechos Humanos

Unidiversidad

Guadalupe Pregal

Publicado el 17 DE DICIEMBRE DE 2014

Ana María Montenegro había comenzado su carrera universitaria en Córdoba, donde tuvo su primer contacto con la Juventud Peronista. De regreso a Mendoza, ingresó en la Facultad de Antropología Escolar, donde estudió la carrera de Psicología. Allí conoció a Daniel Olivencia, quien fuera su compañero y padre de su primera hija, y que hoy se encuentra desaparecido. “En el 74 y 75, desde la Juventud Universitaria Peronista y desde los distintos frentes políticos que en ese momento habían encarado como estrategia lo que fue el Movimiento Revolucionario Peronista, es decir concretamente con Montoneros, se crearon distintos frentes de militancia. Daniel militaba en la Juventud Universitaria Peronista y en ese momento, estamos hablando del final del gobierno de Isabel Perón, se lanzó una campaña a nivel nacional y se creó el Movimiento Azul y Blanco donde la consigna era lograr insertarnos y tomar la mayor cantidad de los centros de estudiantes. Cuando digo 'tomar' me estoy refiriendo al sistema democrático a través de las libres elecciones del electorado estudiantil. Se ganó el centro de Antropología y se creó una coordinadora de centros (de la) que también participaba la Universidad Nacional de Cuyo”, explicó Montenegro, y agregó: “Antropología fue una referencia muy clara de los primeros antecedentes respecto a la ley de salud mental, pero fundamentalmente de generar un nuevo método de estudio que tenía que ver con la participación activa y, justamente, con la formación de profesionales al servicio del pueblo”.

Con el agudizamiento del contexto que marcó el final del gobierno de Isabel Perón, Montoneros “decide (sic), por una cuestión de seguridad, trasladarnos a nosotros a la provincia de San Juan. Eso lo hacemos al principio, aproximadamente en marzo del 75, (…) vamos a vivir a una casa que por supuesto era una casa operativa, y vivimos con Carlos Simón Poblete (desaparecido) y con María del Carmen Moyano, “Pichona”, que es una compañera que también está desaparecida y hay datos de que ella tuvo a su bebé en la ESMA, una nena, que todavía estamos buscando”, manifestó Ana María.

Su hija nació en septiembre de 1975 en Rawson y a mediados del 76 Montenegro regresó a Mendoza. Al poco tiempo Daniel Olivera, quien se había quedado en San Juan, fue secuestrado. “Era muy difícil, porque Mendoza era también un lugar donde no teníamos cómo sobrevivir, la organización estaba prácticamente desarmada y había una posibilidad de un contacto en Buenos Aires, pero era la posibilidad de que yo pudiese salir a Italia pero no podía llevar a mi hija. Estuve en Buenos Aires y decidí volverme a Mendoza”.

De regreso en la provincia, uno de los lugares donde podía quedarse esporádicamente era el departamento que Guillermo Salatti tenía en la calle Juan B. Justo. “Entonces pareció que ese lugar era un lugar seguro para mí, era un lugar que no se conocía y en una oportunidad. Yo seguí manteniendo siempre contacto con la gente de San Juan, sobre todo con Carlos Poblete y Pichona Moyano. En una oportunidad ellos estuvieron, yo los tuve en ese departamento. Yo tenía la llave de ese departamento y era un lugar a dónde yo podía ir, entrar, salir hasta tanto tuviera más o menos claro cómo sobrevivir”, declaró Montenegro.


La trampa en el departamento de Juan B. Justo

“Yo me casé con Salatti. Estuve siempre girando sobre ese departamento, y cuando digo siempre digo meses, hasta que el 21 de marzo del 77, aproximadamente las 11 de la noche se hizo presente un grupo de uniformados que alguien dijo que era de Aeronáutica, otros dicen que eran del Ejército. Lo que sí sabemos es que era gente que estaba vinculada, fueran del Ejército, fueran de Aeronáutica, estaban en directa relación con el D2”, afirmó Montenegro. El departamento fue saqueado y destrozado, al punto de que Salatti tuvo que pagar por los daños cuando lo devolvió a la inmobiliaria Provivienda, que lo administraba.

“Salatti vivía ahí y yo no vivía en ningún lugar, yo sobrevivía. Iba y venía. Siempre iba con mi hija, iba con Victoria. (…) Tomó conocimiento Salatti, creo que le avisó un vecino, yo no lo tengo muy claro porque en ese momento fue cuando me di cuenta de que no podía seguir tan vulnerada en la casa de mis padres, mis padres han sido gente también muy solidaria en esto. (…) Él se presentó en la policía e hizo una denuncia. No sólo no volví a ese lugar sino que me fui a la casa de un amigo, que me escondió porque sabíamos que me estaban buscando a mí, obviamente”, declaró Montenegro. Luego de ese episodio ella se ocultó en una finca de su madrina en El Algarrobal; “no pude llegar a Francia, llegué a El Algarrobal a hacer el exilio”, manifestó Ana María.


La clandestinidad

“Nosotros en el 75 ya estábamos intentando, vivíamos dónde podíamos. Esto tiene que ver con  que Montoneros tomó la decisión de que la militancia pasara a la clandestinidad y realmente fue muy complejo pasar a la clandestinidad cuando éramos gente que nos habíamos criado todos juntos y que hasta íbamos a bailar todos juntos. Eso generó una situación, una necesidad de rápidamente armar una infraestructura capaz de contener a todos los que pasábamos a la clandestinidad”.

Junto a su compañero Daniel Olivencia, Montenegro fue trasladada a San Juan. “Daniel estuvo a cargo del servicio de presos mucho tiempo, yo militaba en los barrios porque, cuando yo fui a San Juan, fui prácticamente después de la caída de “Betty” París y Jorge Capella y estuve en el mismo lugar donde militaban ellos. Nosotros estábamos con la consigna de armar, en ese momento, lo que era el Partido Peronista Auténtico, que era la posibilidad de que, si hubiese una futura elección, nosotros tuviéramos bien un frente partidario y nos pudiéramos presentar como Partido Peronista Auténtico”, explicó Montenegro.

“He conocido prácticamente a la mayoría de los compañeros de Mendoza y he tenido la suerte de conocer compañeros que fueron trasladados a San Juan y compañeros que están desaparecidos”, dijo Montenegro. Así fue que habló de compañeros y compañeras de militancia que conoció en Mendoza y en San Juan.

Ana María manifestó que “en San Juan se constituyó la Legislatura como el primer centro clandestino y las primeras detenciones que fueron masivas se hicieron ahí. La gente con la que yo trabajaba en la villa, que eran el Barrio 11 de Septiembre o el 8 de Octubre, que eran dos barrios muy carenciados que estaban en Rawson, empezaron a ser secuestrados. (…) Creo que el golpe les dio como ese aire de legalidad, de triunfo, de manejar los comunicados, de ser los salvadores de la patria, los puso en un valor, realmente rompieron la legalidad. No mostraban lo clandestino, mostraban la legalidad”.


La solidaridad

En el transcurso de su testimonio, Montenegro hizo referencia a los aportes desinteresados de familiares, amigos, compañeros de militancia, abogados, entre otras personas que le ayudaron a sobrevivir en la clandestinidad. “Pero si hubo un hecho que a mí me parece sumamente relevante fue que los familiares que podían, el único recurso que tenían era el recurso de Habeas corpus (…) que, como han declarado otras testigos, quedaron en un gancho de carnicería colgados en los tribunales”.

“Creo que es muy difícil la construcción de una prueba en un juicio cuando hay hechos que han pasado hace aproximadamente 40 años, pero creo que sí, que en realidad la prueba concreta es cada uno de los familiares que se acerca acá y que entrega y dice que entregó un Habeas corpus. Creo que este es un proceso que se va extendiendo. Hoy toca a estos magistrados. Si usted ve los procesos que se están dando en los juicios en otras provincias, cuando nosotros pasamos del terrorismo de Estado representado por las Fuerzas Armadas, vemos que esto es un abanico que se va ampliando, que tiene que ver con el empresariado, que tiene que ver con la curia. Entonces es relativo. O sea, acá hay tres, cuatro, cinco jueces. Yo creo en los procesos históricos y creo que la verdad, más tarde que temprano, va a salir. Si hoy hay tres, veamos cómo sigue el juicio y cuántos terminan siendo” concluyó Montenegro.

Fuente: Edicion UNCUYO

juicio, lesa humanidad, ana montenegro, daniel olivera, salatti, montoneros, san juan,