A 42 años del fútbol como parche militar

En 1978, en condición de local, nuestro país tocaba el cielo del fútbol mundial en plena dictadura militar. Te contamos partido tras partido cómo fue el camino a la gloria y su contracara militar.

A 42 años del fútbol como parche militar

Passarella levanta la Copa del Mundo. Foto: gentileza

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Agustín Zamora para Radio U

Publicado el 25 DE JUNIO DE 2020

Desde el primer Campeonato Mundial en 1930 a este, en nuestras tierras, pasaron once. El torneo tuvo lugar entre el 1.º y el 25 de junio. Fue el primero, desde Chile 1962, en disputarse en Sudamérica.

 

Elección de la sede

La sede de esta Copa del Mundo fue elegida el 6 de julio de 1966 en el 35.º Congreso de FIFA, realizado en Londres. El otro candidato era México, pero al ser elegido para organizar el mundial de 1970, retiró su candidatura.

Argentina había intentado ser anfitrión de la Copa del Mundo en otras tres oportunidades: 1938, 1962 y 1970, y siempre fue postergada por motivos distintos. Francia, Chile y México se quedaron con las plazas en esas oportunidades.

Seis fueron las sedes elegidas, repartidas en las ciudades de Buenos Aires en los estadios Monumental y José Amalfitani, y José María Minella de Mar del Plata; el Gigante de Arroyito de Rosario, el Chateau Carrera –hoy Mario Alberto Kempes– de Córdoba y el Malvinas Argentinas de Mendoza. En función de este torneo se construyó, entre otros, el estadio mendocino.

La contracara de esta decisión fue la situación de nuestro país, que vivía la etapa más negra de la historia. Con esta frase, el presidente de FIFA en ese entonces, João Havelange, hizo ojos ciegos: “Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de la Argentina”. Y agregó: “Argentina está ahora más apta que nunca para ser la sede del torneo”. Sus palabras graficaban una imagen equivocada del país, una postal que calzaba perfecto con los intereses de Jorge Rafael Videla, presidente de facto.

 

Camino a la gloria máxima

Con la vieja regla de dos puntos por partido ganado, la Albiceleste escoltó a Italia en el Grupo 1 al obtener cuatro puntos, producto de las dos victorias 2 a 1, frente a Hungría y Francia y la derrota con el equipo azzurro por 1 a 0. En la segunda ronda, aun con el formato anterior –modificado en el Mundial de México 86– formó parte del Grupo B, que lideró con cinco puntos, al superar 2 a 0 a Polonia y 6 a 0 a Perú, e igualar en cero con el otro clasificado, Brasil.

La goleada a Perú ese 21 de junio es una de las más dudosas de la historia del fútbol argentino porque la diferencia de gol clasificaba a Brasil a la final junto a los Países Bajos. Finalmente, fue el equipo de César Luis Menotti el clasificado para enfrentar a la Naranja Mecánica.

En la final, la Selección Nacional derrotó a los europeos por 3 a 1 en tiempo extra. A los 32 minutos, el "Matador" Mario Alberto Kempes puso en ventaja a la Albiceleste. A los 37 de la segunda parte, Dirk Nanninga igualó. Con este resultado, las cosas se definieron en tiempo suplementario. A los 15 minutos del primer tiempo agregado apareció otra vez Kempes –que así llegó a los seis goles, que lo colocaron como máximo anotador del torneo– y puso el tercero Ricardo Daniel Bertoni a los diez minutos del segundo tiempo extra, para que un pueblo dejara de lado el tormento por un momento.

El tercer puesto quedó en manos de Brasil, que derrotó un día antes a  la selección de Italia por 2 a 1, con goles de Nelinho y Dirceu. La verdeamarella había comenzado perdiendo con el gol de Franco Causio.

 

Las ausencias en los finalistas

En el torneo no jugaron el joven Diego Armando Maradona, que formó parte reiteradas veces de las eliminatorias, pero que en ese momento, con 17 años, aún no estaba preparado para jugar la cita más importante, según la decisión de César Luis Menotti. Años después se dio el gusto.

Otra ausencia fue la de la consagrada estrella holandesa Johan Cruyff, que así explicó los motivos, muy relacionados a lo que Argentina vivió: “No sé si ustedes saben que alguien me puso un rifle en la cabeza y me ató y ató a mi mujer enfrente de mis hijos en nuestro departamento de Barcelona”. Ese día, Cruyff echó por la borda todos los mitos en torno a su ausencia en el Mundial con una verdad escalofriante.

 

El fútbol y la época militar

El torneo se disputó mientras en la Argentina gobernaba una dictadura que había impuesto un régimen terrorista de Estado, boicoteado por algunas organizaciones internacionales de derechos humanos. El estadio Monumental, donde se realizaron las ceremonias de apertura y cierre, se encuentra a pocos metros de lo que entonces era la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA, hoy Espacio de la Memoria y Derechos Humanos), uno de los principales y mayores centros clandestinos de detención de la dictadura. La decisión de realizar el torneo en Argentina, las relaciones entre la dictadura militar y el país con la FIFA, los resultados deportivos y los actos de corrupción han sido materia de investigación y debate.

La organización de la Copa del Mundo estuvo a cargo del Ente Autárquico Mundial '78 (EAM'78). El organismo fue creado en 1976 por la dictadura militar y fue dirigido por el almirante Carlos Alberto Lacoste, que  sería designado también vicepresidente de la FIFA y encargado de la Comisión de Finanzas, apoyado por el histórico dirigente del fútbol brasileño y mundial João Havelange. Ambos fueron denunciados por ser socios en el tráfico ilegal de armas.

La gestión de Lacoste ha sido caracterizada como mafiosa, dictatorial y, claro, corrupta. Para gestionar el EAM'78, la dictadura aprobó el Decreto 1261/77, eximiendo al EAM'78 de la obligación de llevar registros de su gestión, razón por la cual nunca presentó un balance. Aun así, la dictadura y la FIFA declararon que la Argentina gastó 517 millones de dólares estadounidenses, más del cuádruple del costo declarado por España para la organización de la edición de 1982. El 21 de junio de 1978, en el preciso momento en el que la Argentina marcaba el cuarto gol contra Perú, el que le daba el pase a la final, estalló una bomba en la casa del entonces secretario de Hacienda Juan Alemann, uno de los funcionarios de la dictadura que más se había enfrentado con Lacoste por el despilfarro de dinero en la organización del torneo.

El gobierno militar sabía que el fútbol era un deporte que movía pasiones y multitudes en Argentina. Contaban con esa ventaja para crear el mensaje que se emitiría durante la Copa del Mundo. El triunfo de la organización y, posteriormente, del equipo argentino, generaría un mayor consenso sobre el proyecto que imponía el gobierno de facto. En Argentina, muchos lo creyeron; en el resto del mundo, supieron mirar detrás de las bambalinas.

La organización de la copa mundial más sucia fue un instrumento de propaganda del proyecto y una concreta tapadera de las muertes generadas por la dictadura. Videla cumplió el papel protagónico en la película del campeonato. Gritó los goles mostrando sentimiento arraigado y le entregó la copa al capitán del equipo, Daniel Passarella –que luego sería el único bicampeón de la historia–. Buscó que su imagen se asociara con el fútbol, el orden, la alegría, la precisión en la organización.

Por último, la selección campeona también fue la selección premiada por el juego limpio por tener la menor cantidad de amonestaciones. Puertas afuera, un gobierno hacía a la Argentina el país más sucio.

Años después, varios de los integrantes de la selección expresaron su pesar por haber sido usados para encubrir delitos de lesa humanidad. Ricardo Villa dijo: “Nos usaron para tapar las 30 mil desapariciones. Me siento engañado y asumo mi responsabilidad individual, yo era un boludo que no veía más allá de la pelota”. Por su parte, Osvaldo Ardiles afirmó: “Duele saber que fuimos un elemento de distracción”. También Ubaldo "Pato" Matildo Fillol reconoció: “Había un poco de gente que sabía lo que pasaba. Hoy me da miedo, pero en aquel momento me reía. Me podría haber pasado cualquier cosa, tranquilamente, pero gracias a Dios no me pasó”.

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