Hambre y torturas en el D2

Con el paso de las audiencias del 4.° juicio por delitos de lesa humanidad, puede descubrirse el modus operandi del D2 y de otros CCD. Hambre, sed, torturas físicas y psicológicas forman parte del escenario de terror descrito por Oscar Miguel Pérez.

Hambre y torturas en el D2

Muguel Pérez Fernandez presenta su testimonio. Foto: Gentileza http://juiciosmendoza.wordpress.com

Derechos Humanos

Unidiversidad

Guadalupe Pregal

Publicado el 20 DE FEBRERO DE 2015

Fue secuestrado el 8 de mayo de 1979 cuando iba a su trabajo, a eso de las 7.30 de la mañana. En la esquina de su domicilio había una camioneta roja que pasó a su lado y en la siguiente esquina se detuvo. Cuando Pérez llegó allí, las personas que ocupaban el vehículo se acercaron para detenerlo. Lo tiraron boca abajo en la camioneta, le ataron las manos a la espalda y le cubrieron la cabeza con su campera de jean. Luego de un largo recorrido, ingresaron a un espacio con piso de ripio. Era el estacionamiento del Palacio Policial de Mendoza, donde funcionaba el centro clandestino de detención conocido como D2.

Ya en la sala de interrogatorios, le vendaron los ojos con una cámara de auto que le laceró la piel, lo obligaron a desnudarse y lo esposaron. Oyarzábal se sentó al lado y le dijo: “Cacho, hijo de mil putas, si sabés porqué te hemos traído, más vale que hables. Yo no he viajado 1200 kilómetros para que no me digas lo que me tenés que decir”. Otras personas también le hablaron y en un momento le dijeron que lo iban a dejar solo, pero “cuando uno está en esa situación se le agudizan los sentidos y yo sentía la energía de un cuerpo humano que estaba cerca de mí, entonces no estaba solo, había otra persona. Quedo (sic) sentado en un banco que es de madera. Al rato, no sé si pasaron 40 minutos o 1 hora, viene este señor Oyarzábal con otro, que creo que se llama Fernández o Giménez; el otro se llama Busto Medina, había uno Sosa y el otro es Scachi –digo los nombres y después voy a decir por qué conozco los nombres–. Se me vuelve a sentar al lado, a un lado se me sienta Oyarzábal y al otro, Fernández o Giménez. No sé cómo se llamaba porque a esa persona nunca la logré verla bien, sino que la veía de paso mientras permanecía en el D2”. Continuó el interrogatorio con amenazas y comenzaron a aplicarle picana y golpes en todo el cuerpo. Lo llevaron entonces a las celdas del D2. Los interrogatorios se repitieron varias veces.

A los pocos días de estar en el D2, llevaron a tres personas que Pérez conoció como Mario Cascarano que era armero; Bancomero, que era tornero y director del Tiro Federal, y a un suboficial del ejército, detenidos por tráfico de armas. Estas personas conocían a quienes trabajaban en el D2, por lo que “Mario Cascarano nombraba a Sosa, nombraba a Scachi, a Usinger, a Oyarzábal, a Fernández, los nombraba. Entonces, después de los 21 días que a mí me dejan de torturar me sacan las vendas y ellos empiezan a mostrar los rostros. Yo estoy 51 días en el D2. Empiezan a mostrar los rostros y yo empiezo a distinguir el rostro de ellos con la voz que tenían, porque ellos se ponían a conversar con esas tres personas que estaban también detenidas”.

Estas tres personas además tenían una guardia de Infantería de la Policía de Mendoza con quienes también conversaban, “y Cascarano, a la hora de la siesta, cuando la guardia se iba, a veces me pasaba un sanguche, me pasaba una manzana y me pasaba agua, y los guardias de Infantería permitían que me pasara eso. Los compañeros de él, de Cascarano, le decían: 'Mario, no te metás en quilombos, no seas pelotudo, que te llegan a enganchar y te vas a cagar la vida vos solo'”.

Durante esos tortuosos 51 días, durmió sentado en el piso y sólo vestía camisa y pantalón. Los 21 días en los que recibió tortura no le dieron alimentos ni agua, lo mantuvieron esposado y vendado.

A Bustos Medina lo mandaron a la ducha y le sacaron la venda de goma porque, supuestamente, al día siguiente vería a alguien de Inteligencia. Luego se enteró por su familia de que había sido el vicecónsul de Chile. Fue Usinger quien lo llevó a verlo y le dijo: “Mirá, hijo de puta, más vale que no vayas a hablar porque si hablás, perdés, te matamos”. En el lugar al que los llevaron había tres personas. Lo regresaron a la celda y cerca del mediodía le llevaron ropa para que se cambiara, lo que le indicó que su familia estaba en contacto y en su busca. Pérez recordó que le sacaron fotografías.

Pérez explicó que las guardias del D2 estaban conformadas por Sosa y Bustos Medina, o por Usinger con Scachi o Jordán, y que Oyarzábal raramente ingresaba al sector de las celdas pero sí participaba de los interrogatorios, hablando con un acento porteño. En la guardia de Sosa le trajeron comida, “pero con tanta mala suerte para mí que estaban avinagrados, estaban en descomposición (…). Después de 21 días a mí me dan de comer y me dan comida podrida”.

Pasados los 21 días lo siguieron interrogando, ya sin picana pero sí con golpes. “Scachi era uno de los que más me golpeaba” relató Pérez. Recordó también a Susana Porras, que estuvo detenida en el D2, quien fue interrogada y torturada a pesar de tener problemas de salud.

A los 51 días lo llevaron al Penal en calidad de “depósito”. Bustos Medina y Sosa fueron quienes lo trasladaron al Penal. Pérez recordó que en varias ocasiones Sosa lo sacó al patio del Palacio Policía y le dijo que le daba 30 minutos para que se fuera, pero Miguel sabía que le aplicarían la Ley de Fuga.

Junto a Montoya, un prisionero que había llegado varios días antes al D2, fue trasladado en un Citroën 3CV. En los portones del Parque se detuvieron y le sacaron las esposas, se bajaron del auto para ir a un kiosco y los dejaron dentro del auto. Ellos prefirieron quedarse dentro del auto y completar el recorrido hasta el penal, lo que para ellos significaba una garantía de supervivencia.

Ya en la Penitenciaría pudo recibir la visita de su madre y su esposa. Su traslado coincidió con un Habeas corpus que había presentado su madre, el cual fue rechazado por el Juez Guzzo porque Pérez estaba bajo las órdenes de la 8.° Infantería de Montaña.

Fue sometido a Consejo de Guerra y el Teniente Escudero, que actuaba como su defensor, dijo: “Porque el delincuente terrorista internacional Miguel Oscar Pérez Fernández ha intentado socavar los cimientos de la patria, por eso debe ser juzgado con el máximo rigor por este honorable tribunal, por eso pido que sea condenado con ocho años de prisión”.

Pérez recuperó su libertad el 2 de diciembre de 1983.

Fuente: Edición UNCUYO

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