Comisaría Séptima: todo está guardado en la Memoria

Mendoza contó con varios centros clandestinos de detención, en los que se vivieron secuestros, torturas, violaciones y desapariciones de personas. La Comisaría 7ma de Godoy Cruz fue uno de los escenarios del terror.

Comisaría Séptima: todo está guardado en la Memoria

Francisco Amaya en la primera audiencia testimonial

Derechos Humanos

Unidiversidad

Guadalupe Pregal

Publicado el 18 DE MARZO DE 2015

Francisco Paulino Amaya había llegado a la ciudad de Mendoza unos cinco meses antes de su secuestro. Oriundo de San Rafael, había iniciado su militancia en el peronismo con la apertura de una unidad básica y luego pasó a las filas del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). En un testimonio que ocupó dos intrincadas audiencias, Amaya pudo contar por primera vez sobre su militancia y actividad social previa al golpe cívico-clérico-militar de 1976.

Amaya fue secuestrado el 15 de octubre de 1976. En 1971 abrió, junto a Mario Sanz y Ricardo Ríos, la Unidad Básica “Constitución 1949” en Pueblo Usina, San Rafael. “Hacíamos trabajo social. En esa época estaba la Olivetti para enseñar a escribir a máquina, tanto como la Singer para coser, y había una ayuda escolar que la hacían otros compañeros que venían a ayudar a la unidad básica” relató el testigo.

En los años 73 y 74, un grupo de personas se acercaron a la unidad básica diciendo que venían del campo popular. Con el tiempo, expresarían que formaban parte del PRT. En 1974, Amaya y otros compañeros ingresaron al PRT y dejaron las Unidad Básica. “Se vino, como dicen algunos, la noche, y decidieron que los compañeros que estaban muy identificados se tenían que ir de San Rafael porque pasó lo que pasó, como que hay 40 desaparecidos en San Rafael, y yo decidí que tenía que irme” recordó Amaya. En clandestinidad y sobreviviendo en Mendoza, el 15 de octubre Amaya asistió a una cita con un compañero del Partido: “No alcancé a llegar a la cita y me detuvieron”.

El 15 de octubre

“Me levanté con la idea de tener una conexión con otro compañero porque, bueno, estábamos desconectados, era necesidad de tener una conexión para ayuda, para información, porque estábamos acá y no quedaba otra que tratar de ubicar al partido. Esa cita iba a ser en Godoy Cruz”, relató Francisco Amaya. A una cuadra del lugar de su cita, entre las 10 y las 11 de la mañana, fue embestido por al menos cuatro policías uniformados que lo obligaron a tirarse al piso, lo esposaron, lo encapucharon y lo introdujeron en la parte de atrás de un móvil policial. Lo llevaron al Cuerpo de Motorizada. A la noche fue trasladado a la Comisaría 7ma de Godoy Cruz: “Ahí estaban Pablo Seydell, Moretti, Luna y Córdoba”.

Amaya relató varios episodios de torturas y vejaciones en lo que describió como un centro clandestino de detención (CCD), lo que comprometió la situación de los imputados Antonio Indalecio Garro y José Constantino Lorenzo. “El sábado nos sacaron, nos insultaban, diría yo como un ablande que nos hicieron. Me tuvieron colgado en altura, patadas, simulacro de violación con el palo”.

Ante la pregunta del fiscal sobre el trato que recibió por parte de los dos imputados nombrados por Amaya, respondió: “Yo sé que me insultaban, me puteaban: 'Vas a ver, hijo de puta, lo que te va a pasar', esas cosas que lo dicen en ablande”. Francisco relató los detalles del interrogatorio al que fue sometido en la Comisaría 7ma. “El lunes nos sacan, nos vendan. (…) Me sacaron, me vendaron, me llevaron... Yo creo que había una escalera, esa parte la tengo medio en blanco. Yo creo que nos llevaban a un altillo, a una altura, donde había una cama de hierro antigua con elástico. Me ataron las manos y los pies, que por varios meses tuve las marcas de la atadura, y me empezaron a dar picana. Lo más loco de esa picana, que eso sí me quedó grabado, es que me dicen: 'Te vamos a hacer hablar con la Matilde'. Matilde era la picana y Matilde se llama mi esposa, y digo: 'Bueno, voy a escuchar la voz de mi mujer'. No, era la picana, se llamaba Matilde la picana” contó.

Amaya insistió varias veces durante su testimonio en la participación necesaria y la complicidad de quienes se encontraban en la comisaría de Godoy Cruz. "También sabía el Jefe de Policía, yo creo que todos ahí sabían lo que pasaba, no era una cosa novedosa. Los gritos, que ponían una radio, creo que hasta el cura de al lado sabía que nos estaban picaneando porque había gritos. O sea, creo que nadie desconocía, dentro de la comisaría lo que pasaba en la comisaría”.

El testigo ratificó su declaración realizada ante la CONADEP, en la que aseguró identificar como uno de sus torturadores a Garro. “Lo reconoce porque los primeros días que el dicente se encontraba allí escuchaba que lo nombraban. Qué había otras personas más que reconoce cuyo nombre es Lorenzo y otro de apellido Córdoba”.
 

Los defensores, la querella y las estrategias dilatorias

Tanto Omar Venier como Carlos Reig, defensores particulares de los expolicías Lorenzo y Garro respectivamente, interrogaron insistentemente a Amaya en busca de detalles sobre acontecimientos ocurridos cuarenta años atrás en la Comisaría 7ma. Varias veces insistieron en que el testigo respondiese a las preguntas sobre quiénes fueron las personas que lo torturaron en la jornada del lunes y el martes de octubre, como también sobre el colgamiento al que fue sometido en el patio y los traslados dentro de la comisaría.

Además, en una estrategia claramente dilatoria, se opusieron a que la querella, en particular el abogado representante de la Fundación Ecuménica de Cuyo, doctor Pablo Salinas, interrogara al testigo. Ambos abogados alegaron que en la causa que se ventiló en la audiencia del lunes no se habían conformado como parte querellante en las instancias procesales correspondientes. Esto llevó a que el Tribunal llamara a un cuarto intermedio para el martes siguiente. El Tribunal rechazó la oposición de los defensores por la Unidad de Tratamiento de las causas unificadas en el 4.° juicio.


Penitenciaría de Mendoza y otros penales

Al igual que otros testimonios que se han escuchado en el megajuicio, Amaya fue trasladado numerosas veces a diferentes penales. Luego de haber estado en el Cuerpo de Motorizada de la Policía de Mendoza y de haber vivido torturas, golpes, colgamiento y simulacro de violación en la 7ma de Godoy Cruz, el 29 de octubre de 1976 fue llevado a la Penitenciaría de Mendoza, junto con Pablo Rafael Seydell y Luis Matías Moretti. “Yo creo que fuimos los tres pero también pueden haber ido Luna y Córdoba, no lo sé”, refirió Francisco.

“Yo recuerdo que nos dejaron en la puerta, pasaban por una especie de control que tienen en la cárcel, que te toman los datos y no me acuerdo más de nada. Después nos metían por un pasillo y nos llevaban directamente a la celda. (…) El médico dijo que yo no tenía nada y yo iba picado con la picana, con las marcas de la picana”. Amaya relató que estuvo en tres pabellones (14, 6 y 11), que eran los de presos políticos. Entre los guardias y penitenciarios que nombró se encontraban Zuchetti, Bonafede, Linares y Bianchi.

Amaya narró que fue llevado tres veces a interrogatorio en el Penal y que casi todos los presos políticos pasaban por eso. En algunos casos, como los de Seydell y Moretti, eran llevados al Liceo Militar General Espejo, donde también eran torturados. “Nos sacaban directamente para ir a un lugar que era la peluquería, nos llevaban Bonafede o Linares, en este momento no voy a precisar quién en ese día o las tres veces que me llevaron. Las veces que yo recuerdo, sí, que Bonafede era muy agresivo. (…) Aparte de Linares no me acuerdo otro y no sé si Bianchi, creo que también Bianchi. (…) Cuando llegábamos un poco antes de la peluquería, donde estaban mis interrogadores, me vendaban, abrían la puerta de la peluquería y me metían”. Cuando el representante del Ministerio Público le consultó sobre los interrogatorios en el penal, Amaya refirió: “Para mí, eran los mismos torturadores que estaban en la 7ma, donde me volvían a preguntar las mismas preguntas, excepto que lo único era que me pegaban con varilla”.

El 7 de septiembre de 1977 fue trasladado al Penal de Sierra Chica. “Ahí, unos días antes, me levantan la comunicación (sic) y ahí veo a mi hijo, que había nacido en marzo. Me legalizan o no sé cómo se dice, pero estaba desaparecido, todo un año desaparecido”. Además de su hijo Jorge, Amaya tenía una hija, Silvana, que tenía dos años al momento de su secuestro.

El traslado a Sierra Chica fue en avión. Amaya relató que los “sacaron de la cárcel, nos llevaron en un camión porque éramos varios. De ahí nos bajaron y nos metían, nos llevaron creo que al Plumerillo, y nos metían en el avión. Yo recuerdo que nos metían a golpes. En los otros lugares nos golpeaban, así que hay una mezcla de todo, como ser en la U9, cuando bajábamos, nos pegaban también. El viaje a Sierra Chica, que creo que íbamos como 60 compañeros, nos fueron pegando todo el camino, pegando y que 'agachá la cabeza', yo recuerdo que caminaban arriba de los cuerpos nuestros”.

Luego de un año volvió a la Penitenciaría de Mendoza hasta abril del 79, que fue trasladado a la U9 de La Plata en abril. En el 82 fue llevado a Devoto y de allí a Rawson, donde permaneció dos meses. Regresó a Devoto, donde estuvo el último tiempo del 83. “Nos iban a trasladar a Mendoza, pero nos negamos a ir porque estaban Linares, Bonafede, estaban todos los mismos” en el 83. En abril del 84 los trasladaron nuevamente a Mendoza, desde donde obtuvo la libertad el 28 de julio de 1984. Amaya reflexionó, durante su testimonio: “Yo siempre digo, la justicia es lenta, pero lo más grave es la impunidad permanente”.

Fuente: Edición UNCUYO

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