Qué es el amor, segunda parte

La investigadora del Conicet-Mendoza Marisa Muñoz definió la palabra "amor" en el Diccionario del Pensamiento Alternativo que dirigieron Arturo Roig y Hugo Biaggini (Editorial Biblos, 2008). Cada voz o término de ese diccionario viene precedido por un trabajo de investigación.  

Qué es el amor, segunda parte

La historia de Abelardo y Eloísa, caso ejemplar de un amor que desafía todos los cánones establecidos

Especiales

Marisa Muñoz

Publicado el 09 DE MARZO DE 2013

No hay una definición única para abordar la significación del término "amor"; muchas de ellas dependen del punto de vista elegido: antropológico, filosófico, psicológico, biológico, cultural, literario, etcétera. y del énfasis que se le asigne al “objeto amoroso” o al “sujeto que ama”. El amor y el acto mismo de amar han sido interpretados como “impulso”, “inclinación”, “sentimiento”, “poder”, “arte”, “experiencia”, “facultad”, “deseo”, “pasión” o “actividad”.

Tanto si se parte del objeto amoroso como del sujeto que ama, la tarea de definir y caracterizar el amor implica la reflexión sobre las condiciones de su existencia y las modalidades que este asume, lo que ha dado lugar a formular teorías acerca del amor. En Occidente, el sentido del amor de pareja se ha expresado fundamentalmente en dos líneas interpretativas. Una se refiere al amor como “carencia”, “enfermedad”, “locura”, “demonio”, “pasión”, y otra línea lo interpreta de modo afirmativo, ponderando el carácter constructivo que impulsa y guía las acciones. El primer aspecto proviene de la cosmovisión griega, básicamente de la filosofía platónica expresada en el texto El Banquete. La interpretación del amor como “arte”, en donde la corporeidad es tratada de modo positivo, tanto para varones como para mujeres, aparece en los escritos literarios de Safo y en la teoría expresada por Ovidio en El arte de amar.

El amor y la capacidad amatoria, sin embargo, no se reducen al amor de pareja. Hay otras formas o expresiones del amor: en relación a otros seres, al conocimiento, a Dios, a la ciencia, y podrían enumerarse otras clases de amor. Con un sentido moralizante se ha hecho referencia al “amor puro” en contraposición al “amor impuro”, generalmente asociado a las pasiones, al sexo y a la corporeidad. 

Si bien se pueden indicar otras líneas interpretativas, las mencionadas han tenido, con distintas formulaciones, un sentido paradigmático en lo que hace a las concepciones del amor, desde un análisis histórico.

Asimismo, estas consideraciones han tenido valoraciones disímiles respecto al lugar que ocupan en el amor el cuerpo, la sexualidad y el erotismo.

Es significativa la diferencia que hay entre partir de un estudio conceptual-filosófico del amor y hacerlo desde la “experiencia amorosa”, expresada literariamente. La distinción entre ambos es que, en el campo teórico-conceptual, el amor es un tema de reflexión elegido por un/a autor/a, mientras que en el campo de la experiencia amorosa, es el amor el tema que se impone a lo literario y al sujeto. Actitud raciocinante y actitud vital son, entonces, dos aspectos que modulan las respuestas en torno del amor. Respecto a estas actitudes, algunos autores, para no caer en la oposición entre amor y razón, han preferido hablar de “razón intelectual” y “razón cordial”.

De lo dicho podemos deducir que el énfasis en determinado abordaje es deudor del contexto histórico en el que predominan una o más concepciones del amor. 

Asimismo, ante ciertos marcos normativos a partir de los cuales surgen interpretaciones sobre el amor, no dejaron de estar presentes otros modos de entenderlo y de practicarlo. La cultura griega, en este sentido, no es homogénea, aun cuando de ella podamos hablar de tradiciones paradigmáticas respecto del amor. Cínicos, epicúreos y la ya mencionada Safo, son expresiones divergentes de una cultura oficial. Estas escuelas y algunos autores, entre los que podemos mencionar a Ovidio dentro de la cultura latina, representaron un modo alternativo y crítico de entender las relaciones humanas. Este último denuncia en su época que “hasta el amor se consigue a fuerza de oro”, palabras que podríamos traducir en la actualidad como denuncia de la mercantilización de las relaciones humanas.

Para la concepción cristiana, el amor ha sido uno de los pilares sobre los que organiza la fe. Sin embargo, los alcances y características de este amor se han entendido de distintos modos. La Iglesia propició, con respecto al hombre y particularmente a la mujer, un amor ascético, ponderando la “castidad” y la “virginidad”. Se entendió el amor sexual en términos de reproducción y en el marco del matrimonio. La corporeidad y las pasiones fueron rechazadas. Hubo, sin embargo, en el cristianismo, otros modos de entender el amor, como es el caso ejemplar de la historia de Abelardo y Eloísa, desafiando la institución matrimonial, la vida ascética de los clérigos y el rol de la mujer. Sor Juana Inés de la Cruz, en sus escritos poéticos y literarios, recupera imágenes de pasión expresadas en la Biblia en el "Cantar de los cantares" y llega a representarse un Cristo femenino.

Tanto el amor cortés nacido en la Edad Media, el amor cortesano, el amor romántico del siglo XIX como el amor en el siglo pasado, han estado atravesados por los paradigmas de la “carencia” o de la “abundancia”, o por las tensiones entre racionalidad e irracionalidad. En cada época ha jugado un papel significativo el lugar asignado a la relación entre los sexos. Las instituciones, básicamente el matrimonio y la familia, han contribuido a regular estas relaciones. También la iglesia y la escuela representan importantes instancias configuradoras de la experiencia amorosa.

Carlos Marx, en el texto escrito con Engels en 1844 La sagrada familia y en sus Manuscritos, denuncia al amor burgués y al matrimonio como su expresión. En su concepción, el amor, entendido como un aspecto esencial de la “vida genérica” de los seres humanos, expresa en su alcance ético y moral que la “relación del hombre con la mujer es la relación más natural del ser humano con el ser humano”, por lo cual genera “reciprocidad” y abundancia, contrario a la carencia que genera el “tener”, expresión de la vida enajenada basada en el ahorro de las capacidades humanas a favor del capital.

El anarquismo surgido entre fines del siglo XIX y principios del XX manifiesta en sus diversas posiciones una crítica radical a las instituciones. Algunos de sus representantes rechazan el matrimonio, en cuanto supone dominación e hipocresía, proponiendo en su lugar el “amor libre” y la igualdad entre los sexos, que llevan a las libertarias feministas a afirmar: “Ni Dios, ni patrón, ni marido”. Emma Goldman aboga por la emancipación humana y, en especial, la femenina: “El derecho más importante para las mujeres –dice- es el derecho de amar y ser amada”.


El socialista británico Edward Carpenter escribe un texto inspirador, leído y traducido por intelectuales argentinos en las primeras décadas del XX: Love´s coming of age (1896). En él anuncia el advenimiento de una nueva era de las relaciones amorosas, en la que acabaría la separación entre lo espiritual y lo corporal. En la Argentina, Julio Barcos publica el provocador y, al mismo tiempo, precursor ensayo: La libertad sexual de las mujeres (1921), entendiendo que no hay emancipación posible si uno de los sexos es sojuzgado por una moral hipócrita, anticipándose con estas formulaciones al ideario liberacionista que tomará fuerza durante los años 60 y 70.

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