La fuerza de Besson

La fuerza del amor  es la última de Luc Besson, una película perfecta desde la puesta en escena, la estética y las actuaciones, que sin embargo fracasa como apuesta política.

 La fuerza de Besson

The Lady, film de Luc Besson.

Cultura

Unidiversidad

Valentina González

Publicado el 22 DE OCTUBRE DE 2012

En el cine Universidad están programadas dos películas que vale la pena ver, sobre Los Salvajes, de Alejandro Fadel, escribí aquí,  la otra es la última de Besson, y se llama The Lady, pero por esas cosas incomprensibles de la traducción acá se llama La fuerza del amor, y tal vez el título no le sea del todo infiel.

La fuerza del amor cuenta la historia real de una activista por la paz birmana llamada Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz 1991 e hija de un héroe de la independencia de su país que hasta poco después de la Segunda Guerra fue colonia británica.

La película empieza en 1947 cuando su padre es asesinado, y desde entonces dará  varios saltos en el tiempo para ir contando los distintos avatares de esta mujer que con valentía y sin violencia luchará por el cambio democrático en Birmania, desde una prisión domiciliaria que recién en 2010 terminó.

La película entonces contará la lucha política de esta mujer, y por el otro, la historia de amor con su marido inglés.

Luc Besson ya había trabajado la biopic con Juana de Arco, y le había ido bien, ya que la distancia histórica le había permitido la crítica, las fisuras de una historia multidimensional,  la ironía y el humor.

El problema de contar biografías de la historia reciente es que hay muchas personas involucradas vivas, y la sensibilidad sobre el tema está todavía latente, entonces no se puede tomar distancia para poder complejizar la historia desde una mirada más crítica. Ahí reside el problema de La fuerza del amor.

En Crónica de una fuga, esa película de terror de Adrian Caetano, se contaba una historia real enmarcada en la historia argentina reciente: cuatro detenidos políticos en un centro clandestino de detención, reciben diariamente torturas y amenazas de todo tipo, viven encerrados con los ojos vendados y desnudos,  pero encuentran el modo de planear la fuga y llevarla a cabo con éxito. La película trabajaba con el género y con la historia reciente, y extrañamente funcionaba, tal vez porque en esos personajes había tanta contradicción, miedo y locura que uno nunca sabía hacía dónde dispararía todo, dando como resultado un estado de demencia permanente, el ingrediente esencial del terror.

En Elefant, de Gus Van Sant, también había genero e historia reciente: Gus Van Sant contaba, en clave de suspenso, el asesinado múltiple propinado por un estudiante de secundaria a muchos de sus compañeros en una tarde fatídica en la escuela secundaria de Columbine, en la localidad de  Colorado, EEUU.

Elefant, tal vez sea la mejor película de Van Sant, y la mejor película sobre ese lugar estadounidense, porque a pesar de conocer los hechos y horrorizarnos de lo sucedido, no podemos dejar de empatizar con esos niños vacíos, prontos a morir, y no dejamos de guardar las esperanzas de que en esos pasillos enormes de Columbine, la masacre no acontezca nunca.

Tal vez sea en la incomodidad de estas películas, donde reside su dimensión política.

Ahora, volviendo a La fuerza del amor, es difícil decir por qué fracasa ahí donde las otras funcionaron, y tal vez tenga que ver con que sus personajes son demasiado planos, tanto que sabemos desde el primer fotograma de qué lado debemos estar y nada nos lo hace cuestionar hasta el final de la película.

No es que la película sea mala, no lo es en ningún sentido, la fuerza de Besson consiste en ser un “gran puestista” y en convertir cada fotograma en pura belleza. Por su parte, el melodrama romántico funciona casi todo el tiempo. Tal vez el problema de la película sea que no es política, intentando serlo.

Besson  cuenta una historia que hace que el espectador crea que cuando sale del cine sabe algo sobre la historia de Birmania, y que se sienta cómodo con esta idea. Y sin embargo no, porque las razones políticas, las contradicciones ideológicas de uno y otro bando nunca son mostradas. Además, el personaje de Aung San Suu Kyi es más bueno que Lassie y nunca declina, los malos son malísimos y la política nunca es tan fácil como eso.

En términos generales odio las traducciones interpretativas de los títulos de películas, pero esta vez creo que la película definitivamente se llama más La fuerza del amor, que The Lady, un título tan político que da miedo.