A las mujeres de la Guerra, no las hemos de olvidar

La historia que no se contó sobre las mujeres que participaron en la Guerra de Malvinas.

A las mujeres de la Guerra, no las hemos de olvidar

Algunas de las mujeres que fueron enfermeras en los buques hospitales durante la Guerra de Malvinas. Foto extraída del libro "Mujeres Invisibles", de Alicia Panero.

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Unidiversidad / Milagros Martín Varela

Publicado el 02 DE ABRIL DE 2016

Aunque el libro de la historiadora Alicia Panero, Mujeres Invisibles, fue publicado hace unos meses, al hablar de mujeres siempre estamos dando una noticia. Vivimos en un tiempo y en un lugar en los que las mujeres hemos comenzado a alzar nuestras voces después de que, durante siglos, permanecimos en silencio.

Mujeres Invisibles es una de esas voces y cuenta las vivencias de muchas mujeres que fueron parte de la Guerra de Malvinas en 1982. La historia la conocemos: esta guerra es conmemorada en Argentina cada 2 de abril, fecha en la que los soldados argentinos desembarcaron en las Islas Malvinas para recuperarlas, ya que estaban ocupadas por los ingleses desde 1833. Esta maniobra fue realizada bajo el gobierno de facto del teniente general Leopoldo Galtieri, quien formaba parte de la dictadura a la que los militares llamaron “Proceso de Reorganización Nacional”. Este conflicto, en términos bélicos, finalizó el 14 de junio de aquel 1982 con la rendición de las tropas argentinas. Se trató, por parte de los dos países, de un acto desesperado de las autoridades para mantenerse en el poder. La sociedad aplaudió a Galtieri cuando éste anunció que recuperaríamos las islas y así fue como muchos jóvenes de 18 años, que sólo tenían la formación del servicio militar obligatorio que existía en aquellos tiempos, fueron enviados a una guerra cuyo final estaba anunciado.

Esa es la historia que conocemos, porque la guerra siempre fue considerada, como lo dice Panero en su libro, un asunto de hombres. A 34 años de Malvinas, no es extraño encontrar mujeres en escuelas militares, que se forman en la vocación y que incluso se preparan para el frente de batalla.

En la década del 80 participaron en la guerra de otras formas. Enfermeras, esposas, madres, hermanas, pacifistas… Todos esos roles cumplieron muchas mujeres en la guerra y hasta el día de hoy, tres décadas después, no han sido reconocidas como lo que fueron, ni reciben ningún tipo de pensión como veteranas de Malvinas. Panero pretende con su libro visibilizar y difundir aquellos hechos y personajes que aún están tapados por “un manto de neblinas”.

 

Algunos nombres “invisibles”

El Buque Ate. Irízar se convirtió en un buque hospital durante el conflicto bélico en Malvinas.

Tanto mujeres inglesas como argentinas fueron heroínas. En este asunto la nacionalidad no es relevante, porque lo que hicieron ellas –y también muchos de ellos– fue contribuir a la paz, no a la guerra. Cada uno desde su lugar.

El SS Uganda es uno de los buques hospitales que se equiparon y desplegaron desde Gran Bretaña para que los heridos no tuvieran que esperar a llegar al continente para ser atendidos. El Rompehielos Almirante Irízar fue uno de los casos argentinos.

En el SS Uganda se encontraba Nicci Pough, una enfermera militar profesional que durante sus días en el SS Uganda atendió a más de 700 heridos, de los cuales 150 eran argentinos. Jamás los consideró enemigos ni les negó su atención, sino todo lo contrario.

Silvia Barrera es una de las enfermeras instrumentistas quirúrgicas que, voluntariamente, hizo su labor en el buque hospital Irízar durante la guerra. Arribó el 10 de junio de 1982 y atendió a muchos heridos en terapia intensiva. Patricia Lorenzini, con 16 años por aquellos días, fue una de las enfermeras involucradas en la preparación del Bahía Paraíso, otro buque hospital. Allí auxiliaron a los sobrevivientes del hundimiento del crucero General Belgrano y los acompañaron hasta ser dados de alta.

Susana Matías participó en los preparativos de protección desde Comodoro Rivadavia, siendo aún alumna del secundario del Colegio Nacional Perito Moreno. Alicia Reynoso fue otra enfermera profesional que trabajó en esa provincia austral, donde sufrió de muchos maltratos por parte de los superiores. Luego de la guerra fue enviada a la Escuela de Aviación Militar en Córdoba sin siquiera poder ver a su familia antes.

Otras historias llamativas son las de las artistas. Linda Kitson, con 37 años, enviada desde el Museo Imperial Británico, y Lisa Pole-Evans, una isleña de 8 años, plasmaron en papel y lápiz la guerra.

Dibujo de Linda Kitson de la guerra.

Son conmovedores los relatos sobre Sarah Jones y Oscar Ledesma, y el de Vicky Hamilton y el teniente primero Duarte. Ellos dispararon contra los maridos de ellas, causándoles la muerte. Ambos reconocieron a los difuntos como valientes soldados; gracias a sus declaraciones fueron homenajeados en Inglaterra. Duarte pudo reunirse alguna vez con Vicky; Oscar le escribió una carta abierta a Sarah que aún no llega a sus manos. Sarah y Vicky fueron ejemplos de lo que vivieron muchas mujeres argentinas, que vieron irse a sus esposos, hermanos o padres a la guerra.

Aunque se han logrado algunos reconocimientos, como los títulos de “forjadoras de la paz” para algunas, el libro de Panero pretende que ellas obtengan su merecido reconocimiento y ya no sean “invisibles” ante la sociedad.

Nota: Este artículo fue presentado y premiado por el Observatorio Interuniversitario Cuestión Malvinas en noviembre de 2015.

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