Vestido en su icónica musculosa esquelética sale al escenario Guille Aquino, en este caso Aquiles, un treintañero punk, neurótico y con problemas de sociabilidad que descubre que el rock le mintió y lo dejó sin novia, con malos amigos, sin plata, ni fama, ni nada. Más o menos un treintañero argentino promedio podríamos decir; y es ahí donde se genera el anclaje generacional del humor “antisocial”.

Epifanía mediante, Aquiles se propondrá dejar el alcohol, las drogas y el rock, despidiendo su adolescencia de una buena vez con una buena noche de fiesta y excesos, como corresponde. Es a partir de ahí que vivirá una sucesión de hechos y situaciones particulares plasmados a través de sketches atravesados por personajes que responden a estereotipos sociales cercanos - amigos con tendencias fascistas, relaciones fundadas sobre alguna app, etc- interpretados por Andrés Ciavaglia, Verónica Intile, Paola Rojas y Ximena Seijas.

Quizás con menor tenor político, pero ciertamente fiel a su humor corrosivo y de contenido social, toda la obra atravesará la realidad del presente y su imaginario social sin dejar de lado los temas más cándidos y controversiales, permitiéndose profundizar y declarar en un tono más elevado de lo que permiten las restricciones de Youtube.

En síntesis, la obra regala las carcajadas que promete, es un producto que se entiende dentro de su mismo universo, el “Aquinoverse” - podríamos llamarlo -. La lógica que se plantea es la misma que en los sketches, situaciones hilarantes que pueden partir de vivencias con las que cualquiera de los espectadores puede identificarse, para desembocar en resultados delirantes, no por eso menos posibles de ser reales.