Bernardo González Riga, paleontólogo: “La clonación de dinosaurios por ahora es imposible de realizar”

Es conocido como el “señor de los dinosaurios” en nuestra provincia. Investigador del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNCUYO, fundó y dirige allí el Museo y Laboratorio de Dinosaurios, donde se guardan y exhiben los cientos de fósiles que descubrió en más de 25 años de carrera.

Bernardo González Riga, paleontólogo: "La clonación de dinosaurios por ahora es imposible de realizar"

Foto: Prensa UNCUYO

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Leonardo Oliva

Publicado el 15 DE DICIEMBRE DE 2021

Bernardo González Riga es el “señor de los dinosaurios” en Mendoza. Es pionero en una actividad con poca historia en materia de estudios en la provincia, pero profusa, esperando ser descubierta y que se cuenta en millones de años. Paleontólogo reconocido a nivel nacional e internacional (tiene incluso su propia página en Wikipedia), es el “padre” de dos gigantes que habitaron la provincia alguna vez: Mendozasaurus, el primer saurópodo del que se obtuvieron restos fósiles aquí, y Notocolossus, uno de los tres dinosaurios más grandes del mundo de los que se tenga registro.

Investigador del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNCUYO, fundó y dirige allí el Museo y Laboratorio de Dinosaurios, donde se guardan y exhiben los cientos de fósiles que González Riga ha ido descubriendo y conservando a lo largo de los más de 25 años en los que viene trazando la ruta de los dinosaurios en Mendoza y la Argentina.

¿Por qué los dinosaurios? ¿Era el típico niño fascinado con ellos?

Los dinosaurios me gustaron desde siempre. Cuando era chico, cuando no se había estrenado la película Jurassic Park, cuando no había tantas películas y libros sobre dinosaurios, todo lo que llegaba a mis manos referido al tema me interesaba. Se combina un poco con mi interés por la naturaleza y mi vocación por la montaña. Yo escalé el Aconcagua con mis hermanos cuando terminamos el secundario. Fundamos un club andinista y explorábamos la montaña viendo distintos tipos de roca, la flora, la fauna, siempre con una perspectiva proteccionista, ambientalista. Ese espíritu explorador es lo que se combina con el tema de los dinosaurios. Yo no quería investigar solo desde un laboratorio, sino que quería salir al campo y descubrir restos fósiles. Entonces, ese perfil de paleontólogo explorador es lo que marca mi vocación.

¿Qué lugar ocupa Mendoza en el mapa paleontológico mundial?

Mendoza tiene ahora un lugar importante en el esquema mundial de sitios con dinosaurios. Hasta el momento, nosotros hemos descubierto cinco especies de dinosaurios, más el yacimiento de huellas fósiles de Malargüe, que yo descubrí en 2006 y que hoy es el Parque Cretácico Huellas de Dinosaurios de la Municipalidad, donde hay más de 400 huellas. A esto sumamos distintos restos de dinosaurios que tenemos en estudio y de reptiles voladores gigantes. Es decir que Mendoza es un polo con diferentes restos de fósiles de dinosaurios y de fauna asociada, pero en Argentina también hay otras regiones que tienen mucha mayor historia y tradición en exploración. Por ejemplo, el norte de la Patagonia –Neuquén y Río Negro– es la meca en cuanto a cantidad de hallazgos y variedad de fósiles. Otro lugar importante es la cuenca de Ischigualasto, el norte de San Juan y La Rioja.   

¿Por qué la Argentina, y sobre todo la Patagonia, parecen haber sido la casa de los dinosaurios en América?

El sur de Mendoza y la Patagonia tienen afloramientos de rocas sedimentarias muy extensos que están, justamente, en superficie. Toda la secuencia sedimentaria de la era Mesozoica, del Jurásico al Cretácico, está registrado con distintas formaciones geológicas en la cuenca neuquina. Entonces, hay posibilidades de hallar fósiles mucho más elevadas que en otras regiones donde las formaciones geológicas están tapadas por vegetación. La cuenca de Ischigualasto nos cuenta la historia del Triásico, el primer período de la era Mesozoica, que es cuando los dinosaurios aparecieron. Esta nos cuenta la historia cuando los dinosaurios se desarrollan en variedad de formas y tamaños.

¿Y por qué el gigantismo en esta zona?

Esa pregunta todavía no tiene una sola respuesta. Hay varias interpretaciones. Por un lado, se empieza a descubrir que en muchas regiones del mundo hubo dinosaurios gigantes. Patagonia no es la única, aunque tenemos fragmentos de esqueletos y no esqueletos mucho más completos. Por otro lado, tenemos que tener en cuenta que durante el Cretácico (que empieza hace unos 87 millones de años), el clima era mucho más cálido, no había hielo en los polos, y el clima templado llegaba casi hasta los polos (se han encontrado dinosaurios incluso en la Antártida). Esto favorecía el desarrollo de mayor vegetación, y estos animales comían toneladas de vegetación por día, es decir que las condiciones climáticas eran óptimas. Por otro lado, América del Sur estuvo aislada de los otros continentes durante el Cretácico, más o menos entre los 110 y los 66 millones de años. Era un continente-isla, separado, lo que favoreció el desarrollo de faunas endémicas, propias de esa región. Así tenemos especies de dinosaurios que son propias y particulares de América del Sur, como los saurópodos de cuello largo, que fueron los herbívoros dominantes.

Pero, ¿cómo se hicieron tan grandes?

Hay una hipótesis sobre el gigantismo de estos dinos que trata de explicar por qué, dentro de la historia evolutiva, estos animales fueron los más grandes, los gigantes entre gigantes, porque estos dinosaurios, como Notocolossus, Patagotitan o Argentinosaurus, llegaron a pesar 60 toneladas, y ningún mamífero en la historia de la Tierra llegó a ese peso. Eran cinco veces más voluminosos que el Tiranosaurus Rex. Hay una serie de factores que convergen para lograr este aumento de la masa corporal. Una es la reproducción mediante huevos: ponían decenas de huevos y dedicaban tiempo a cuidados maternales. También incide el tener cuello largo y cabeza pequeña: mientras más largo es el cuello, la cabeza debe ser más pequeña para evitar el brazo de palanca y poder moverse; el cuello les permite barrer una gran área de superficie durante su alimentación sin mover el cuerpo, eso significa un ahorro de energía. Por otro lado, no masticaban los vegetales, sino que los dientes estaban adaptados como si fueran las puntas de un rastrillo para tomar los vegetales y tragarlos, y después los fermentaban en el estómago. De esa forma, podían comer muchos vegetales moviendo solamente el cuello y la cabeza. Por otro lado, desarrollan un metabolismo, no como los animales de sangre fría, sino más cercano a las aves, un metabolismo más elevado que los reptiles actuales, con una temperatura corporal constante que se da porque, al tener una mayor masa corporal, la relación entre volumen y superficie del cuerpo les permite mantener la temperatura constante y elevada. Eso quiere decir que en los días que hubiera más frío o más calor, ellos podían mantener siempre su actividad y no depender de eso, como lo hacen las lagartijas o las iguanas actuales. Entonces, la morfología del cuello y del cráneo, la masticación, la reproducción y el metabolismo convergieron en este grupo de vertebrados y permitieron que tuvieran gran tamaño, por supuesto, con condiciones climáticas particulares en el Mesozoico: una vegetación de extraordinario desarrollo, con temperaturas mucho más elevadas que las actuales para aprovisionar de alimento y espacio suficiente a los dinosaurios.   

La teoría que plantea Jurassic Park para “revivir” a los dinosaurios, ¿es factible?

La clonación de dinosaurios por ahora es imposible de realizar. Lo que sí se podría realizar, y se está probando, es clonar algunos mamíferos extintos hace pocos miles de años, como los mamuts. Como se han encontrado muchos restos de mamuts, no solo esqueletos, sino cuerpos congelados donde se tiene material genético adecuado, podría ser posible la clonación.

¿Cuál es la explicación científica más certera hoy sobre la extinción de los dinosaurios?

La extinción de los dinosaurios es aún un misterio para los científicos. Eso no significa que no pueda ser develado, sino que en realidad es un evento multicausal. Hay un grupo que desde hace unos 20 o 30 años viene sosteniendo que la caída de un meteorito hace unos 66 millones de años habría producido un desequilibrio ecológico, pero se sabe que a fines del Cretácico hubo otros factores, como variaciones en el nivel del mar y fuertes erupciones volcánicas. Entonces, podemos decir que esos condicionamientos iban reduciendo los espacios ecológicos de estos grandes vertebrados, por lo que quizás el meteorito fue solamente el tiro de gracia para la extinción de la estirpe de la mayoría de los dinosaurios. Recordemos que no desaparecen todos, sino los que llamamos dinosaurios no avianos. Los que perduran son los avianos, que son las aves.

Pero esa tormenta perfecta de fines del Cretácico, ¿afectó solo a los dinosaurios o también a otras especies?

Afectó también a muchos invertebrados marinos, entre ellos, los amonites, que muchos conocen por los fósiles que parecen caracoles, aunque en realidad son moluscos vinculados a los nautilus, con tentáculos. También desaparecen los reptiles marinos, que no eran dinosaurios, los reptiles voladores y varios grupos de mamíferos. Lo más curioso es que se extinguen todos los vertebrados grandes, los que pesaban más de 40 o 50 kilos. Eso indica que los cambios ambientales, los recursos de flora y, por lo tanto, el alimento para los herbívoros y toda la cadena trófica afectaron principalmente a los animales grandes, que no tenían dónde pasar varios meses escondidos frente a lo que podrían ser cambios de temperatura, tormentas de polvo… Hay evidencia geológica de que cayó un meteorito, no es una hipótesis sin sustento, sino que está fundamentada. Se sabe que cayó en la península de Yucatán, que tendría alrededor de 10 kilómetros de diámetro. Eso produce una nube de polvo que circula con una trayectoria parabólica en la atmósfera, y genera una especie de tormenta y desequilibrio ecológico que no permite la fotosíntesis de los grandes bosques. Es decir que hay una reducción de la vegetación, un cambio de temperatura en el planeta que afecta a los grandes animales.

Esas condiciones que se produjeron hace 66 millones de años, ¿pueden ocurrir otra vez?

Sí. La extinción del Cretácico no fue la única en la historia de la Tierra. Ha habido cinco o seis extinciones importantes, y sabemos que las causas han sido variables. La última que todos conocemos por las películas es la de la Era del Hielo, cuando se extinguieron los grandes mamíferos, como el mamut y el rinoceronte lanudo, los mastodontes, el tigre dientes de sable, pero ya no por un meteorito, sino por cambios climáticos. Lo que nos enseña la paleontología es que las extinciones que se dieron a lo largo de la historia de la Tierra han modificado la composición de las faunas y floras. Pero, el ser humano, con las condiciones que va produciendo en el planeta de contaminación, de emisión de ciertos gases en la atmósfera, del calentamiento global, pone en riesgo la supervivencia no solo de ciertas especies que están en riesgo de extinción, sino del propio ser humano.

¿Por qué es importante conocer lo que ocurrió hace millones de años?

Nosotros, produciendo conocimiento y rescatando patrimonio que no se conocía y que damos a la luz, volvemos a la vida restos fósiles de los que ni se conocía la existencia. Los estudiamos, les damos un nombre, una entidad, y los ponemos a disposición de la sociedad para que los pueda disfrutar, mirar, ver. Entonces, reconstruimos ese pasado que, a su vez, forma parte de la historia de la vida y de la Tierra, que es la historia más emocionante y magnífica que podamos imaginar. Saber de dónde venimos, cómo fue la evolución de los organismos y de las plantas a lo largo del tiempo, mientras se levantaban las montañas, mientras cambiaba el nivel del mar, mientras se producían glaciaciones, calentamientos globales, etcétera, es muy importante porque nos permite, como paleontólogos, no solo estudiar el pasado, sino también interpretar el presente para proyectarnos hacia el futuro.