Avanza el proyecto para que la Payunia sea declarada patrimonio mundial

Raúl Mikkan cuenta sobre el estado de la iniciativa presentada ante la Unesco.

Avanza el proyecto para que la Payunia sea declarada patrimonio mundial

Facultad de Filosofía y Letras

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Vanesa Seno, becaria de Prensa de Facultad de Filosofía y Letras

Publicado el 24 DE AGOSTO DE 2015

El profesor e investigador de la Facultad de Filosofía y Letras, Raúl Mikkan, coordina el equipo técnico que intenta que la Payunia sea declarada patrimonio mundial natural para poner en valor esta riqueza, propia de Mendoza, única en el país. Los impulsores buscan que la región sea denominada de esta manera por la UNESCO, lo que antes se conocía como "patrimonio de la humanidad".

La cualidad fundamental de la Payunia se basa en su aspecto volcánico, sus paisajes, sus relieves, lógicamente en relación con la fauna, con la flora y con los aspectos culturales de la zona. Sin embargo, lo que sobresale –y la Unesco premiaría con esta denominación a la zona– es el aspecto volcánico y de relieve. En este caso, sería un patrimonio mundial natural (hay otros patrimonios culturales o mixtos, es decir, culturales y naturales).

La Municipalidad de Malargüe le propuso, en 2010, a la UNESCO que la Payunia fuera declarada patrimonio mundial. Se envió una ficha con sus cualidades sobresalientes y el organismo aceptó inscribirla en la lista indicativa donde figura con ciertas posibilidades.

La principal ventaja que adquiere una zona al ser declarada como patrimonio mundial es que se toma un compromiso de protegerla para el uso de las generaciones actuales y venideras. Este compromiso sería tomado por los Gobiernos nacional, provincial y municipal, mientras que la UNESCO, además de la denominación, podría brindar alguna ayuda económica para la gestión del espacio.

Para que el organismo pueda evaluar, en primer lugar se armó un plan de gestión y cuidado. Luego, se pasó a la etapa de demostración a través de un documento –un dossier– que plasmó las cualidades de la Payunia y amplió la información antes suministrada, con el agregado de fotografías. Es aquí donde entra en escena la Universidad Nacional de Cuyo, a partir de que la Municipalidad junto con la Provincia –que puso los fondos– deciden encargarle la coordinación del dossier.
 

El rol de la UNCUYO

Raúl Mikkan, docente e investigador de la Facultad de Filosofía y Letras, fue quien llevó a cabo la coordinación del equipo técnico, en el cual participaron especialistas en volcanes, en planos de gestión y también de la parte cultural, biológica y poblacional no sólo de Malargüe y de Mendoza sino también de Buenos Aires.

El equipo trabajó durante dos años en la elaboración del material, que consta de aproximadamente 2000 páginas con los anexos, tablas, información fotográfica y contabilización de especies, entre otros datos. El aspecto volcánico se llevó la mayor parte de este documento. Se demostró que Payunia reúne más cualidades que otros sitios volcánicos que hoy ya son patrimonio de la humanidad, como Teide, en Canarias; las islas Jeju, en Corea; el monte Etna, en Italia; y el Fuji, en Japón.

Los investigadores cotejaron el tipo de erupciones excepcionales, la variedad del tipo de volcanes y la posibilidad de actividad eruptiva, entre otras, de la Payunia con estos sitios que ya son patrimonio de la humanidad. Los resultados alentaron a la presentación del dossier, puesto que demostraron que la zona cumple con todas las variables, mientras que a los demás sitios les falta algo.

En este momento, el documento está en Buenos Aires en la Comisión Nacional Argentina de Cooperación con la Unesco (Conaplu). Ellos tienen la obligación de hacer una revisión del documento para chequear que cumpla con los cánones que pide la Unesco, para luego enviarlo a Francia. De este testeo, la Conaplu puede decidir remitirlo para su análisis o pedir algún tipo de ampliación o corrección. Lo ideal sería que estuviera listo y se enviara a principios de 2016, porque en todos los meses de febrero la Unesco se reúne en un país a determinar y decide qué lugares se declaran como patrimonio mundial.
 

El rol de la comunidad

Otro requisito de la Unesco es que la comunidad conozca el proyecto y esté compenetrada con el mismo. En este sentido, todos los 14 de noviembre se realiza una jornada que se llama “Payunia para todos”, en la cual se realiza alguna actividad de la comunidad en relación con el sitio. En una oportunidad se abordó el aspecto gastronómico –hay un helado que lleva su nombre–; en otro, distintas escuelas presentaron cómo van a incorporar el tema a su currícula. Para este año se realizará un concurso de poesía

Además, hay un programa de apadrinamiento de volcanes del que participan escuelas, empresas y otras instituciones. Sin ir más lejos, la Facultad de Filosofía y Letras tiene un volcán de ahijado. La misión es difundir información sobre el volcán: de qué tipo es, cuándo tuvo erupciones, entre otros aspectos. Esos datos son elaborados por la Facultad y puestos a disposición del padrino.

Según explicó Mikkan, en general, la comunidad está acompañando el proyecto. La única resistencia es que el poblador de la zona mantiene algunos conflictos con la Dirección de Recursos Naturales, porque esa zona es área protegida provincial. Sin embargo, no habría inconvenientes ante la superposición de ambas denominaciones, ya que seguiría siendo un área protegida pero con alcance mundial. "Es simplemente una denominación que va a comprometer a los gobiernos a proteger esa área, a implementar un plan de gestión e inclusive a ayudar económicamente a que se ejecute", dijo el investigador.

Más allá de que la Unesco declare a la Payunia como patrimonio mundial, se está avanzando en su protección, levantando centros de investigación y seguridad debido a que se puede ingresar por cualquier parte en sus 900 mil hectáreas de extensión. Se trata de centros que son también de interpretación, para que cualquier turista que quiera saber qué hay en Payunia y por qué puede ser patrimonio, cuente con esta información.

Para más información, consulte la web del proyecto.

 

Por Vanesa Seno, becaria de Prensa de Facultad de Filosofía y Letras.

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