Elogio de la cordura: la historia humana detrás de la crónica roja

Frente al tremendo dolor que significó el asesinato de Enrique Conte a manos de un delincuente, su familia optó por organizar una marcha por la paz, que se realizó el viernes. Santiago, hijo de la víctima, pidió reflexionar sobre la situación compleja en que vivimos, reconocer nuestras responsabilidades y optar por el único camino que cree posible para empezar a cambiar: el de la búsqueda de la paz social.

Elogio de la cordura: la historia humana detrás de la crónica roja

Enrique Conte

Sociedad

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 28 DE ABRIL DE 2014

La familia de Enrique Conte, asesinado la semana pasada en un intento de asalto, podría haber pedido justicia y mano dura. Podría haber despotricado contra delincuentes, políticos, jueces, funcionarios, policías. Podría, con sus palabras, haber optado por la violencia. Podría, pero no lo hizo. Decidió en cambio canalizar su inmenso dolor convocando a una marcha por la paz social, que se realizó el viernes.

La vida de la familia Conte cambió para siempre la semana pasada, cuando supieron que Enrique fue asesinado por un delincuente en un intento de asalto, mientras caminaba por las calles de su barrio. Desde ese instante terrible, Santiago, su hijo, se obligó a la reflexión y mentalmente comenzó a destejer la madeja de la inseguridad: por qué para un joven la vida no tiene ningún valor, cómo vivió, qué le pasó para llegar ahí, qué hicieron o qué no hicieron sus padres, sus maestros, sus profesores, sus vecinos, la comunidad, nosotros, todos.

Sentado en el living de su casa, acompañado por su esposa Juliana y sus amigos, Santiago confiesa que esa reflexión le costó, pero que se obligó a emprender ese camino difícil simplemente porque cree que la paz es la única respuesta posible, la única ventana que permite vislumbrar un poco de esperanza. Esa convicción se materializó en la organización de una marcha por la paz que se realizó el viernes y en la que la familia recorrió, junto a muchas otras personas, las diez cuadras que van desde la casa donde vivía Enrique con su esposa Silvia, en Houssay y Martínez de Rozas, hasta la plazoleta Matons. La consigna fue clara: "Prendé tu vela y marchemos juntos por la paz social".

La marcha fue, para Santiago y su familia, la mejor expresión para plasmar su deseo de hacer algo frente a esto que nos pasa como sociedad, para comenzar a reflexionar sobre el modo en que enfrentamos los problemas y para entender que la violencia no se puede instalar como única respuesta.

Santiago comparte otra de las reflexiones que hizo en el primero momento de dolor: fue una necesidad de no mirar para el costado, de no repetir esa actitud colectiva de echarle la culpa a otro y de eludir las responsabilidades. Él siente que es el momento de que nos incluyamos todos en el problema y en sus posibles soluciones, o por lo menos en un pequeño cambio, que es animarse a analizar el tema desde otro punto de vista.

El hijo de Enrique se apresura a explicar su posición. Dice que no es un santo, que muchas veces en las charlas de café repitió el pedido de justicia o de muerte a los delincuentes, pero cuando se convirtió en víctima y pidieron su opinión, se dio cuenta de que no creía en lo que dijo muchas veces, simplemente porque está convencido de que esa no es la salida.

Santiago entiende que aquí se juega mucho más que un simple problema de inseguridad. Se juega la forma en que nos organizamos, en que actuamos como sociedad y la calidad de los líderes que elegimos.

Silvia, su madre; Constanza, su hermana y Juliana, su esposa, compartieron su idea de transitar otros caminos en busca de respuesta. Incluso su hermana, que es profesora, subió a la página de Facebook que crearon para invitar a la marcha, una carta pública en que la que escribió que sigue apostando por la paz y, sobre todo, por la educación. Esas son para la familia las únicas respuestas posibles, las únicas que les enseñó Enrique a lo largo de su vida.



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